Ciencia

La cacatúa que improvisa pasos de baile sorprende a los científicos

Hace una década Snowball se hizo famoso y fue estudiado porque podía bailar. Un nuevo trabajo demuestra que es capaz de crear movimientos propios, una capacidad hasta ahora insospechada.

  • Snowball, durante uno de los bailes

La cacatúa Snowball se convirtió en un fenómeno de YouTube hace diez años porque bailaba con la música de los Backstreet Boys. Su capacidad llamó la atención del investigador Aniruddh Patel, del Instituto de Neurociencias de La Jolla, en California, que en agosto de 2007 lo visitó y realizó un primer estudio sobre sus movimientos. Aunque no era el primer loro que se movía al son de la música, el equipo de Patel descubrió que Snowball era capaz de seguir intuitivamente los tempos musicales y moverse con recursos que recordaban a los de un bailarín humano.

Una década después, Patel y su equipo han vuelto a trabajar con Snowball y publican un nuevo estudio científico en la revista Current Biology. Esta vez sus conclusiones son aún más sorprendentes que las del primer trabajo: se han dado cuenta de que la cacatúa es capaz de improvisar y crear sus propios pasos de baile. “Lo más interesante para nosotros es la diversidad de sus movimientos ante la música”, explica Patel, que ahora investiga en la Universidad de Tufts y en la de Harvard. Poco tiempo después del primer estudio, la propietaria del ave y coautora del estudio, Irena Schulz, se dio cuenta de que Snowball estaba haciendo movimientos que no había visto hasta entonces. Y al grabar y estudiar de nuevo sus bailes han constatado que lo que hace ahora es mucho más rico que los simples meneos de cabeza y las sacudidas de las patas registradas en el año 2009.

Los autores sugieren que la capacidad de bailar no es un producto arbitrario de la cultura humana

El hallazgo es mucho más que un asunto de entretenimiento, según sus autores, y sugiere que la capacidad de bailar con la música no es un producto arbitrario de la cultura humana, sino una respuesta al sonido que aparece cuando ciertas capacidades neuronales y cognitivas se dan de forma conjunta en el cerebro de los animales. Para cuantificar la diversidad de respuestas que Snowball producía ante la música, el equipo de Patel grabó los movimientos del ave mientras le ponían dos éxitos de los años 80: "Another One Bites the Dust”, de Queen, y "Girls Just Want to Have Fun”, de Cyndi Lauper. Cada uno de los temas sonó tres veces durante un total de 23 minutos en una habitación en la que nadie más se movía y la dueña se limitaba a animar a Snowball de vez en cuando con un “¡buen chico!”.

Para estudiar los movimientos de la cacatúa, la primera autora del estudio, la neurocientífica cognitiva y bailarina de danza contemporánea R. Joanne Jao Keehn, analizó las imágenes sin sonido fotograma a fotograma. Los autores contabilizaron un repertorio de 14 movimientos de baile y dos movimientos compuestos. Snowball sube y baja, se balancea y mueve su cabeza en círculos de varias maneras diferentes, en ocasiones en coordinación con sus patas y otras partes del cuerpo.

A diferencia de los humanos, la cacatúa desarrolla su repertorio de baile en pequeños fragmentos de entre tres y cuatro segundos. Y cada vez que escucha un tono diferente cambia de movimiento, una señal de flexibilidad y puede que incluso de creatividad. Los autores proponen que este comportamiento surge de la combinación de cinco factores: 1) la capacidad de vocalizar, 2) la capacidad de imitar movimientos, 3) la tendencia a formar lazos sociales a largo plazo, 4) la habilidad para aprender secuencias de acciones complejas y 5) la atención a los movimientos comunicativos.

Para Antonio José Osuna Mascaró, doctor en Biología y especialista en comportamiento animal, los resultados de este estudio son “alucinantes”. “Snowball utiliza sus movimientos naturales para seguir el ritmo, pero también ha aprendido por sí mismo a exagerarlos, probablemente para exagerar la conexión con esa música, igual que hacemos nosotros al bailar”, asegura. “Probablemente disfrute más bailando cuando más exagerados sean sus movimientos”.

Hasta ahora ya se sabía que las aves con una alta capacidad para el aprendizaje vocal, como los loros, podrían sincronizar sus movimientos con el sonido. "Aquí tenemos a un animal al que no han entrenado expresamente para bailar, y que lo hace con una diversidad enorme de pasos diferentes”, argumenta Osuna. “Y especulan sobre si esos movimientos son resultado de la creatividad o de la imitación. Ambas posibilidades son tremendas”. Y lo más importante, apunta, nos están dando una pista interesantísima "para entender cómo nos comportamos nosotros con respecto a la música".

Referencia: Spontaneity and diversity of movement to music are not uniquely human (Current Biology)

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