En las montañas de los Hajar, en el sureste de la península Arábiga, vive el geco Pristurus rupestris rupestris, un pequeño reptil diurno que regula su temperatura con el Sol y que se comunica produciendo complejos movimientos con la cola. Al ser un animal tan común en la zona nunca ha preocupado su estado de conservación. Sin embargo, los nuevos datos genéticos obtenidos por Salvador Carranza y su equipo del Instituto de Biología Evolutiva (IBE) muestran que hasta 14 especies de gecos que viven en las montañas de Omán se habían clasificado hasta ahora erróneamente como una sola subespecie.
El estudio se ha publicado en la revista Journal of Biogeography y ha permitido identificar hasta 14 especies dentro de lo que hasta ahora se consideraba la subespecie P. r. rupestris. Todo este complejo de especies habita en un área inferior a la que ocupa Cataluña y tiene un origen muy antiguo. El estudio demuestra que la diversificación comenzó hace aproximadamente 15 millones de años, acelerándose durante los últimos 5 millones de años cuando las montañas se elevaron entre 200 y 500 metros y separaron varias poblaciones en diferentes subgrupos.
Esta cordillera es la más aislada de toda Arabia y a la vez está formada por pequeños grupos montañosos separados entre sí. Esto hace que sea una de las regiones más ricas en biodiversidad de la zona, con numerosas plantas y animales endémicos entre los que destacan más de 18 especies de reptiles. "Los Hajar suponen un reservorio importante de biodiversidad donde muchas de las especies tienen interesantes adaptaciones a condiciones extremas", explica Joan Garcia-Porta, investigador postdoctoral y primer firmante del artículo.
Al separarse, estos subgrupos evolucionaron de manera independiente conservando su aspecto externo. "El hecho de que estas especies conserven una morfología muy similar se debe a que comparten un hábitat similar bajo condiciones extremas y al cual están adaptadas", comenta Marc Simó-Riudalbas, estudiante de doctorado en el IBE y segundo firmante del artículo.
Se desconoce el número total de especies que hay en la Tierra. Por una parte, este hecho se debe a que todavía hay regiones muy inaccesibles para el hombre como las profundidades de los océanos. Por el otro, a que hay numerosas especies llamadas "crípticas", es decir, especies morfológicamente muy similares que no se pueden diferenciar a simple vista.
Aunque la existencia de especies crípticas se conoce desde hace un siglo, no ha sido hasta la aparición de sofisticadas técnicas de ADN que los científicos no se han dado cuenta de toda la diversidad que nos había pasado desapercibida. Estos descubrimientos plantean un gran reto para la planificación de la conservación de especies. Según Salvador Carranza, "puede haber varias especies en peligro de extinción pero no lo sabemos ya que están clasificadas dentro de otra especie muy parecida y que es más común".
En el contexto de pérdida global de biodiversidad en el que nos encontramos actualmente, el descubrimiento de estas especies crípticas es prioritario para saber qué especies están más amenazadas. En este sentido, las zonas áridas son especialmente interesantes ya que tradicionalmente han recibido menos atención debido a su clima adverso.
Artículo de referencia: Garcia-Porta, J.; Simó-Riudalbas, M.; Robinson, M.; and Carranza, S. 2017. Diversification in arid mountains: biogeography and cryptic diversity of Pristurus rupestris rupestris in Arabia. Journal of Biogeography