Los seres humanos no somos las únicas criaturas del planeta que contribuyen a la emisión masiva de gases de efecto invernadero. Desde hace unas décadas conocemos el papel del ganado en las emisiones de metano - especialmente las vacas - y ahora un equipo de investigadores acaba de añadir a las larvas de la mosca Chaoborus entre las especies que ayudan a calentar la atmósfera.
En un trabajo publicado esta semana en Scientific Reports, el equipo de Daniel McGinnis revela por primera vez el mecanismo que utilizan estas larvas para ascender diariamente a la superficie. Los biólogos conocen desde hace tiempo el ciclo biológico de estos insectos, cuyas larvas viven alrededor de dos o tres años en el fondo de los estanques. Durante el día, estas criaturas viven en el fondo de lagos y estanques, pero por la noche ascienden para alimentarse gracias a unas pequeñas vesículas de aire que usan a manera de globos aerostáticos. Lo que ha descubierto McGinnis es que a partir de determinadas profundidades la presión impide que estos tanques se llenen con oxígeno, de modo que las larvas recurren a otro truco: absorben el metano atrapado en el suelo y los usan como flotador para ascender.
Las larvas absorben el metano atrapado en el suelo y los usan como flotador para ascender
En el trabajo se explica el mecanismo por el que el metano se desliza de manera natural en los sacos de flotación de las larvas y cómo estas llegan sin esfuerzo hasta la superficie. este mecanismo, calculan, les permite ahorrar hasta un 80 por ciento de la energía que gastaran si tuvieran que hacer el mismo recorrido nadando. ¿Qué sucede con el metano una vez en superficie? Mediante distintos experimentos, los autores comprobaron que la cantidad de este gas aumentaba en proporciono al numero de larvas que había en cada experimento, de modo que una vez en la superficie, el metano pasa a la atmósfera y empieza a actuar como gas de efecto invernadero.
Hoy día se cree que las fuentes de agua dulce contribuyen con el 20 por ciento de las emisiones naturales de metano, un gas que absorbe 28 veces más calor que el dióxido de carbono, con lo que su efecto para el calentamiento global es aún mayor. En condiciones normales este gas se encuentra almacenado en los lechos de los lagos, pero estas larvas contribuyen a ponerlo de nuevo en la atmósfera por lo que son “responsables parcialmente del calentamiento global”. Su contribución depende de la cantidad de larvas que haya en cada sitio, pero en algunos lugares la densidad puede ser de hasta 130.000 individuos por metro cuadrado, especialmente en aguas con muchos nutrientes y poca calidad. Es por eso que los autores invitan a vigilar la calidad del agua de los lagos y controlar esta contribución que, sumada al metano que está saliendo del permafrost en lugares como Siberia, puede tener un papel importante en las condiciones de nuestra ya atribulada atmósfera.
Referencia: Scientific Reports | Imagen: Piet Spaans (Wikimedia Commons)