Esta semana se juega la Supercopa de España de fútbol. Real Madrid, Barça, Athletic de Bilbao y Real Sociedad se disputan el título. ¿A quién le importa? A todos y a ninguno al mismo tiempo. Porque los clubes, en especial los más grandes, sin duda ayudados por sus respectivas terminales mediáticas, utilizan a conveniencia la Supercopa como si fuera un comodín: presumen si ganan y la denostan si pierden.La realidad es que este es un torneo menor que no entusiasma ni a los clubes ni a los jugadores ni a los aficionados. Prueba de ello es que pocos años atrás el Athletic se lo ganó al Barça pero apenas lo celebró y, aunque era la primera victoria así en años, ni siquiera sacó a pasear la famosa gabarra por la ría de Bilbao. No le dieron importancia porque para sus hinchas, sus futbolistas y sus directivos no la tenía. Tampoco los medios dedican especial atención.El debate ya es vetusto, diríase que eterno. ¿Para qué sirve la Supercopa? Durante muchos años el supercampeón se decidía en verano, meses después de que los equipos ganasen Liga y Copa y justo antes del inicio de la nueva temporada. Un formato que ayudaba a descafeinar aún más la competición, porque parecía que los dos partidos, de ida y vuelta, eran una parte más de la pretemporada. Sabor a amistoso y poco más.
Los cambios ambiciosos de 2020 (cuatro equipos, enero y Arabia Saudí) aseguraban al menos el negocio y deportivamente hablando hacían más atractivo el torneo aunque se corría el peligro de desnaturalizar su esencia
La pasada temporada la cosa cambió. Con el plácet de Moncloa, los mandamases del fútbol español decidieron cambiar el formato -jugarían cuatro equipos, con semifinales y final-, las fechas -enero- y, lo más importante, el lugar. La Supercopa se jugó por primera vez en Arabia Saudí. Estos cambios ambiciosos aseguraban al menos el negocio y deportivamente hablando hacían más atractivo el torneo aunque se corría el peligro de desnaturalizar su esencia.Como no podía ser de otra manera en este país adicto al garrotazo, los aficionados se dividieron entre los que creían que lo de irse a Arabia era una broma de mal gusto y los que sí veían acertado el cambio. Para variar hubo lío por los derechos de emisión. Y en lo futbolístico solo se recuerda que la directiva del Barça decidió fulminar a Ernesto Valverde con la excusa de que perdió su semifinal contra el Atleti.En este 2021 que empieza tan convulso como acabó el anterior la Supercopa debía volver al país árabe en busca de petrodólares. Pero la pandemia que todo lo cambia también ha cambiado estos planes. Y esta competición venida a menos se juega esta semana en varios estadios andaluces entre los cuatro equipos citados. ¿Tiene sentido mantener el torneo o mejor será arrumbarlo en el cajón del olvido? En el fútbol moderno parece que cabe hasta que deja de dar dinero.No es fácil responder a esa pregunta. Lo cierto es que en esta ocasión, con el formato novedoso pero sin viajar a Arabia Saudí, la Supercopa tampoco parece levantar pasiones. Lógico en estos tiempos donde los grandes solo piensan en la Champions y hasta aspiran a una Superliga que transforme para siempre el fútbol español. Quizás este debate eterno solo sea un síntoma más de la crisis de identidad que padece un deporte tan bello como maltratado por sus propios gestores.