A la Federación Española de Tenis la ha mirado un tuerto. Desde la final de la Copa Davis de Praga, en la que perdieron, las desgracias se acumulan para el equipo nacional. Primero fue el descenso a segunda, ahora una eliminatoria para el descenso ha emparejado a España contra Rusia y el presidente de la federación eslava ha decidido poner los partidos en Vladivostok, a casi 10.000 kilómetros de España. El caso es que a la selección solo le podía tocar un equipo europeo o africano, y así fue, porque Rusia es parte de la federación europea, pero lo que no imaginaban es que con esa restricción iban a terminar jugando casi en la frontera con Corea del Norte, justo enfrente de las costas japonesas.
Vladivostok es la capital de Siberia, la última estación del mítico ferrocarril transiberiano. Es por lo tanto un lugar remoto, casi digno para la imaginación de los aventureros. Si algún valiente quiere coger el coche y llegar a destino tendrá que recorrer más de 13.000 kilómetros. Al menos vería mundo.
Esto, que puede ser algo anecdótico, es un lastre más en una eliminatoria que ya se suponía difícil. Los jugadores andan a la gresca con la federación y se esperaba que muchos se bajasen del carro, sin importar donde se jugase el encuentro. Peor aún pueden ser las cosas si el viaje, como en este caso, es lejísimos, una estocada en la preparación de cualquier jugador, pues además coge entre Roland Garros y Wimbledon y que coincide con la boda de uno de los jugadores más carismáticos de España, Feliciano López.
Falta que la federación internacional apruebe el lugar, lo que no deja de ser un trámite aunque en este caso, y por las circunstancias especiales de la cita, los rusos pueden tener más problemas. El país eslavo barajó también las opciones se San Petesburgo, Sochi y Moscú para organizar la eliminatoria, pero finalmente se decidió por la decisión que más complica los planes a España y a su capitana, Gala León.