Vuela el balón para decidir quién manda en Europa. Real Madrid, Fenerbahçe, Olympiakos y CSKA buscan imponerse a sus iguales. Como todos los años la Final Four asegura pasión, historias, leyendas y emoción. Es un evento bien montado.
Hay un favorito, por poco que quiera decir esto. Es el CSKA, el equipo con más presupuesto de Europa y que acude todos los años con esa vitola a la final a cuatro, últimamente sin mucha fortuna. El equipo ruso es una auténtica lluvia de estrellas, más aún desde que fichasen a mitad de temporada a Andrei Kirilenko, un jugador propio de NBA que en Europa sobresale por su talento y también por su versatilidad. No hay nada que Kirilenko no pueda hacer, lo mismo anota que rebotea, defiende o asiste. Es de esos jugadores capaz de todo, pero ni siquiera él es capaz de asegurar nada a los suyos. Las dos últimas temporadas el CSKA se ha estampado en semifinales, un muro por debajo de sus posibilidades. A cual más patética y dolorosa, con remontadas asombrosas y sinsabores varios. En los últimos doce años ha comparecido en once ocasiones en la final a cuatro, pero solo en dos terminó siendo campeón.
Lo contrario se podría decir de Olympiakos, que será el primer rival del CSKA en el fin del semana. Los griegos siempre parecen de capa caída, con los presupuestos más ajustados por la enorme crisis que asola su país desde hace ocho años. No les ha impedido la teórica reducción del dinero haber seguido siendo competitivos, más bien al contrario, ha sacado los dientes y siempre ha mostrado en los grandes momentos un punto más de fiereza. Y está Spanoulis, claro. Cuando se le ve de cerca no parece una estrella, no es grande, no es fuerte, no es alto. Pero es listo y es muy bueno. En los últimos tres años los griegos ganaron dos veces el campeonato, en ambas ocasiones con un Spanoulis en estado de gracia, inventando tiros de la nada y remolcando un equipo bueno pero quizá no tan grande como otros de mayor presupuesto.
La competitividad de Olympiakos está fuera de toda duda y este año la demostraron de nuevo en los cuartos de final. Jugaban contra el Barcelona y llevaban una vez más el cartel de víctima propiciatoria, pero fueron el único equipo sin factor cancha a su favor que pudo saltar a la final a cuatro. Spanoulis, Printezis y los que se unan en cada momento, nunca se puede dar por perdidos a los griegos cuando de baloncesto se trata.
El otro duelo parece más igualado, pues son dos grandes transatlánticos europeos los que compiten por la segunda plaza de la final. A priori el favorito debería ser el Real madrid, que ha llegado a las dos últimas finales europeas y juega en casa. Poco se puede añadir más de un equipo revolucionario, que ha cambiado el ritmo habitual en Europa y ha demostrado que la alegría también puede dar éxitos cuando de baloncesto se trata. Tienen una factura pendiente en Europa, porque para un club de esa historia llegar a la final no es del todo satisfactorio, ganar es casi una obligación. El inicio de temporada de los blancos no fue el óptimo, pero el tiempo ha hecho recobrar sensaciones a los de Laso. Tienen la creatividad de Chacho Rodríguez, el inmenso talento de Rudy Fernández y un buen juego exterior. La apuesta del verano pasado, cuando se pensó en un equipo para ganar y no solo ser finalista, tiene como hombres claves algunos veteranos con gran experiencia, que puedan llegar a una prórroga y dar un golpe en la mesa. Gente como Nocioni, que nació con la victoria entre las cejas y nunca se conforma con nada que no sea eso.
Ganar en el caso del Madrid empieza a ser una obligación. Son 19 años sin reinar en Europa y empiezan a parecer el Poulidor del basket europeo, un equipo brillante que no rinde en la gran escena. Demostrar lo contrario es el objetivo, y también la necesidad, pues nadie sabe con exactitud cuánto aguantará la voluble directiva blanca (véase Florentino Pérez) con un proyecto que se queda a las puertas.
Enfrente estará el Fenerbahçe, un equipo montado con la misma ambición que el Madrid o el CSKA: ganar, ganar y ganar. Hace años que los clubes turcos buscan una oportunidad en Europa, el país llenó la Euroliga de patrocinios y sus equipos empezaron a fichar jugadores carísimos con la intención de mandar en el continente. No lo han conseguido, al menos no hasta ahora. El baloncesto turco se convirtió en el reverso del griego, cuanto más dinero había más fuertes eran los batacazos. Hasta ahora. El Fenerbahçe está en la final a cuatro y quiere demostrar que lo pasado era circunstancial, no nuclear.
Para esa reconversión en equipo competitivo el Fener cogió el camino más corto, el que todos los equipos europeos ya sabían: contratar a Zeljko Obradovic. Por fortuna o por desgracia el sabio serbio solo puede estar en un club y ese es el Fenerbahçe. Puede parecer excesivo concederle a un técnico tanta responsabilidad en los resultados, pero las estadísticas de Obradovic obligan a creer ciegamente en él. Busca en Madrid su noveno título europeo, una burrada si se tiene en cuenta que el equipo que más veces ha sido campeón continental, el Madrid, tiene tantos trofeos como los que ha sacado Zeljko en su carrera. Los ha conseguido de todas las maneras posibles, siendo favorito o aspirante, con fe o sin ella, con el Partizan, el Joventut, el Madrid y el Panathinaikos. No marcará una sola canasta, pero si el Fenerbahçe triunfa será señalado como principal muñidor.
Como es obvio, no saldrá a la pista con retales. Cuando un equipo ficha al mejor entrenador que ha visto Europa tiene que hacer una inversión acorde en la plantilla, y los turcos no han escatimado. Goudelock, MVP de la segunda fase de esta Euroliga, es uno de esos americanos que ha triunfado en Europa. Nikos Zisis o Bjeliça han demostrado que son parte de la élite europea y otros como Bogdanovic, mejor joven del campeonato, han probado que pronto lo serán. Un muy buen equipo que puede hacer sufrir a cualquiera, también por supuesto al Madrid.
Cuatro equipos para un campeón. Lo lógico sería pensar que todos los presentes en el Palacio de los Deportes ya han tenido un cierto éxito en la temporada, que llegar a Madrid es suficiente para cualquiera. Pero no es así, el que no gane será perdedor, más cuando se habla de cuatro equipos pensados solo para ganar. El domingo, a las 20.00 h., será el juicio final.