Durante los Juegos de la Antigüedad, aquellos que siempre tenían lugar en Olimpia y en los que solamente participaban los hombres libres que hablaban griego, la llama olímpica se encendía gracias a los rayos del dios Apolo y permanecía prendida durante varias semanas en un santuario conocido como Prytaneum. Para los antiguos griegos, el fuego era el elemento creador del mundo y de la civilización, una idea que converge con éxito hasta la actualidad.
Sin embargo, la adaptación de este ritual es relativamente reciente e incluso no se realizó en las primeras ediciones de la era moderna. La llama olímpica fue encendida por primera vez con motivo de los Juegos Olímpicos de Ámsterdam de 1928. Por su parte, el relevo de la antorcha se instauró años después, en 1936, para los Juegos de Berlín en la Alemania nazi, una práctica que se le atribuye a Carl Diem, un antiguo miembro del Comité Organizador de estos Juegos.
Desde entonces, el viaje de la llama olímpica desde Olimpia hasta la ciudad anfitriona de los Juegos y el relevo de la antorcha se han convertido en acontecimientos simbólicos asociados a los Juegos Olímpicos. Al igual que los antiguos mensajeros olímpicos que proclamaban la ekecheiria o “tregua sagrada”, los corredores del relevo que transmiten la llama olímpica llevan consigo un mensaje de paz a lo largo de su camino. A 101 días del inicio de los Juegos de la XXXIII Olimpiada, la ciudad griega de Olimpia se ha vuelto a vestir de gala para dar el pistoletazo de salida a una nueva llamada histórica.
La llama olímpica ya está encendida, a pesar de que Apolo no ha colaborado
La ceremonia, como de costumbre, de la llama olímpica se ha llevado a cabo en las ruinas del Templo de Hera, de más de 2.600 años de antigüedad. Hasta allí han acudido, por primera vez desde la pandemia de 2019, la Presidenta griega, Katerina Sakellaropoulos, y el Presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Thomas Bach, encabezando una lista de dignatarios entre los que también estaban el propio presidente del Comité Organizador, Tony Estanguet, o incluso la Ministra de Deportes francesa, Amelie Oudea-Castera.
Sin embargo, el dios Apolo no ha querido compartir esta vez con todos ellos sus preciados rayos de sol, por lo que Olimpia ha tenido que tirar de archivo (en este caso del ensayo realizado este pasado lunes) para poder encender la llama olímpica. El fuego sagrado que irá de mano en mano hasta iluminar la capital de Francia el 26 de julio de este verano no fue encendido durante la ceremonia. La suma sacerdotisa fue incapaz de conectar con las divinidades a través del célebre espejo parabólico, de tal manera que la verdadera llama olímpica que arderá en el Jardín de las Tullerías lleva un día más de lo esperado encendida. ¿Un mal presagio para París 2024?
A partir de ahora, por lo tanto, la llama olímpica recorrerá Grecia durante un viaje de 11 días en el que más de 550 relevistas portarán su fuego antes de mudarse a Francia. El primero de ellos, encargado de tomar el relevo de la suma sacerdotisa, ha sido el campeón olímpico en Tokio 2020 Stéfanos Duskos, remero griego que se hizo con la medalla de oro en la modalidad individual de scull (M1X).
Él mismo ha portado la antorcha por el Bosque de Coubertin, donde descansa el corazón del barón Pierre, el padre de los Juegos Modernos. Allí se ha prendido también el altar en su conmemoración antes de encenderse el segundo relevo, propio del país anfitrión: Laure Manaudou, nadadora que consiguió tres medallas, una de cada color, en Atenas 2004, cuando solamente contaba con 17 años.
El detalle de la antorcha de París: 70 centímetros de alto y 1,5 kilos de peso
La llama olímpica se entregará, finalmente, a Francia el próximo 27 de abril en el viejo estadio de Atenas donde tuvieron lugar en 1896 los primeros Juegos de la era moderna. Desde el puerto de El Pireo empezará entonces un estrecho viaje a bordo del barco Belem, un tres mástiles de 58 metros construido en 1896. La llegada a Marsella, primera ciudad francesa en tomar partida, será el día 8 de mayo.
A partir de ese momento, distintas ciudades y provincias del país anfitrión animarán a los más de 10.000 relevistas que portarán la llama hasta el pebetero situado en el Jardín de las Tullerías. Este último se encenderá el 26 de julio durante la ceremonia de inauguración y sobre él se esconden algunos de los secretos que mejor saben guardar los Comités Organizadores: ¿Quién será el último relevista de la llama olímpica? ¿Quién encenderá el pebetero?
No obstante, hay una parte de los Juegos que ya está en marcha y eso es gracias a la antorcha. Célebre objeto de estas citas tetranuales, la antorcha encarna la identidad de cada edición a través de su forma, su color y sus inspiraciones. La de París 2024 ha contado con el diseñador francés Mathieu Lehanneur y con tres focos claros de inspiración: la igualdad (motor detrás del proyecto de estos Juegos), el agua (presente en el corazón de la capital y que será de vital importancia durante esas dos semanas deportivas, sobre todo en la ceremonia del 26 de julio) y la paz (desde antaño).
De esta manera, la antorcha que ya está recorriendo Grecia es un instrumento de 70 centímetros de alto y 1,5 kilos que viajará también por todo el territorio francés, incluso algunos territorios de ultramar, antes de encender el pebetero olímpico en París. Para evitar filtraciones se trabajó en secreto durante todo el procedimiento, con apenas una veintena de personas siendo conocedoras del destino.