Cuando finalizaron los Juegos Olímpicos de Londres, Mireia Belmonte le dijo a su entrenador, Fred Vergnoux: "Quiero ser campeona olímpica". Y el francés le respondió con su habitual frialdad: "Trabaja más, nada más rápido. Será un infierno". Eso es lo que ha hecho Mireia en los últimos cuatro años. Trabajar más y nadar más rápido.
Mireia tenía claro que el oro pasaba por la prueba de 200 mariposa, para la que Vergnoux ha diseñado un plan que han puesto en funcionamiento. La estrategia pasaba por hacer un 100 como el que Mireia nadó en Londres (59,50s), pero subir el ritmo en la vuelta, tomando como ejemplo los tiempos logrados en el Europeo de Berlín de 2014 (31,98s y 32,18s). Es decir, economizar en el primer 100 sin bajar el ritmo, "pero donde se gana el oro es en el último 50", advirtió el entrenador a Belmonte. ¿Cómo se hace eso? Ganando potencia para aumentar la intensidad, aunque por con el paso de los años los nadadores pueden mantenerla en periodos más cortos.
La duda era saber si atacaría desde el principio como en Londres, cuando su agresividad le llevó a la plata, o si economizaría en el primer 100 para ganar el oro en el último 50
Mireia además es muy peculiar en su nadar. "En su pateo utiliza la primera patada para propulsarse y la segunda para equilibrarse", revelaba el técnico en una entrevista reciente a El País. Después de concluir una preparación especial en Sierra Nevada y soltarse en la vieja piscina del Fluminense al llegar a Río, Mireia comenzó con buenas noticias los Juegos al conquistar la medalla de bronce en 400 estilos. La siguiente buena nueva se produjo en la series, cuando la descomunal Katinka Hosszu (oro en 400 estilos, 100 espalda y 200 estilos), decidió no presentarse en los 200 mariposa. Los pronósticos se abrían y la rival pasaba a ser la australiana Madeleine Groves, única que ha nadado por debajo de 2:06 (2:05.66).
En las series y en las semifinales Mireia desplegó el plan pactado: se dosificó en los primeros 100 para remontar en el último 50, aunque en la semifinal la australiana resistió. Estaba por ver cuál sería su estrategia en esta final ante la misma adversaria. Si repetía la estrategia de atacar desde el principio, como en Londres cuando su agresividad inicial le llevó a conquistar la plata. O si era paciente y desplegaba lo entrenado para hacerse con el oro en, quizás, su última gran oportunidad. Ya que en 800 libres Ledecky es imbatible a día de hoy. Así que Mireia se lanzó al agua sabiendo la importancia de la cita. Era un todo o nada. En la calle 5, con todos los ojos puestos en ella.
Groves salió rápido, como suele. Su apuesta era pasar primera el primer 100 y tratar de aguantar el ataque brutal de Mireia al final. La japonesa Hoshi, la campeona del mundo, también aguantaba al rebufo. Pero Mireia nadaba su carrera. Groves hizo un submarino largo de inicio y Belmonte la marcó. Pasó el primer viraje más rápido que en semifinales, segunda tras la australiana con un segundo de desventaja. En el segundo viraje, Mireia clavó el tiempo en 60 y entonces salió a por la australiana. La cazó antes de llegar a los 150, pasando primera el último giro, y en los últimos 50 se dejó la vida.... Lo consiguió. Por tres centésimas. Su cuarta medalla en unos Juegos. Pero sobre todo su sueño. Ser campeona olímpica. Todo salió como estaba previsto, como planeó su seleccionador. Mireia ha ganado el oro que le pidió en Londres a Fred Vergnoux. Ha sobrevivido al infierno que la llevaba hasta el Olimpo.