En el corazón del Océano Pacífico, a medio camino entre Nueva Zelanda y Hawái, se encuentra un archipiélago compuesto de por quince islas: las llamadas Islas Cook, un paraíso virgen de playas de arena blanca, lagunas azules y montañas exuberantes llenas de vegetación que pertenecen a la Polinesia Neozelandesa. Un lugar perfecto para desconectar del mundo, disfrutar de un clima tropical suave y de aventuras infinitas. Un destino cuasi secreto e inexplorado hasta el que prácticamente no llega nadie.
El Cielo en la Tierra
Las Islas Cook son uno de los grandes ejemplos de que todavía quedan paraísos en la Tierra. Las ocho del norte son atolones, llanos y áridos, y las siete del sur, de origen volcánico, son más altas y fértiles y albergan a la mayoría de la población. Los pocos afortunados turistas que son capaces de llegar hasta allí lo hacen desde Auckland y Tahití y se mueven entre sus islas gracias a la aerolínea local Air Rarotonga, que hace referencia al nombre de su isla más grande y poblada, Rarotonga, donde se ubica Avarua, la capital nacional.
La playa más impresionante del mundo
La simplicidad de Rarotonga viene dada por sus 32 kilómetros de circunferencia que permiten recorrer toda la isla en tan solo 40 minutos. Junto a la capital, la isla de Aitutaki es otra de las más conocidas y bellas gracias a su arrecife de coral de forma triangular que rodea una brillante laguna de color turquesa en cuyo interior conviven 15 pequeños islotes perfectos para hacer snorkel y disfrutar de la gran variedad de peces tropicales.
Además, es allí donde se encuentra como la quinta mejor playa del mundo en la lista 'The World's 50 Best Beaches 2023', la llamada One Foot Island. Su belleza incomparable ha cautivado a visitantes de todos los rincones del planeta ensalzando el esplendor de las Islas Cook, pero también poniendo de relieve la importancia y el compromiso del destino con el turismo sostenible y la conservación de sus tesoros naturales vírgenes.
La isla más antigua
Con más de 18 millones de años, la isla de Mangaia es, con diferencia, la más antigua de las Islas Cook y una de las más antiguas del Pacífico Sur. Su historia geológica se palpa al aterrizar en medio de las terrazas de makatea, unas terrazas de corales fosilizados y elevados que impactan a todo aquel que se acerca hasta allí para visitarlas. Además, la peculiaridad de esta isla es que es posible explorarla desde los picos más altos hasta las profundidades de unas cuevas que esconden entre su reluciente piedra caliza los restos conservados de antepasados mangaianos.
Pequeños tesoros
Con una superficie de poco más de 18 kilómetros cuadrados, los 300 habitantes que viven en Mauke – un nombre que en Akatokamanava que se traduce como “donde descansa mi corazón”- la apodan 'la isla jardín' por la selva que cubre exuberantemente sus fértiles tierras. Un poco más grande, con 23 kilómetros cuadrados y tan solo 155 habitantes, Mitiaro permite a los visitantes sumergirse en la vida cotidiana de las aldeas alojándose en casitas de techos de paja y disfrutando del sonido de las olas, proporcionando una experiencia lo más auténtica posible. Además, la isla cuenta con algunas de las cuevas para nadar más bellas del archipiélago.
Otro de los tesoros mejor guardados de Islas Cook es Atiu, una isla de más de 8 millones de años, ancestral, remota y con una densa y exuberante selva tropical que llega hasta sus playas. Conocida como “la tierra de los pájaros” sus aldeas se encuentran en la meseta central, donde el suelo es rico y donde se cultivan de forma orgánica algunos de los mejores cafés del Pacífico.