El banco. Lo primero, el banco. Su gran obsesión. Su gran obra. El vacío motivado por la muerte de Emilio Botín se llenó pronto en Boadilla. Los mercados, los accionistas, los equilibrios internos del Consejo, las dudas de la plantilla o, 'simplemente', el mensaje de tranquilidad a 100 millones de clientes exigían ponerle nombre al sucesor. Sucesora pero con el título de presidente. La primera herencia, el mando en plaza en el Santander, cayó del lado de Ana Patricia, su hija mayor. El reparto de poder más mediático se cerró en menos de 24 horas.
A la sombra de la gran poltrona, el máximo sillón del Santander, aparecen muchas otras herencias en la familia. Menos morbosas para los titulares económicos. Más en clave interna, pero igual de interesantes para determinar si el personalismo concentrado por Emilio Botín durante las últimas décadas se desmigaja entre el resto de sus hijos o se moldea únicamente en la figura de Ana Patricia.
Si el Santander es uno de los tres mayores bancos de España, la Fundación Botín es la mayor fundación privada de España por volumen de inversión. Presidida, obviamente, por Emilio Botín hasta su fallecimiento. Y con seis vocales en su patronato. Jaime Botín, hermano del banquero fallecido, y todos los hijos del ex presidente, salvo Carolina, quien recientemente se ha incoporado a la institución asumiendo la Dirección de Relaciones Institucionales y Internacionales. Especialista en historia del arte y en escritos medievales, Carolina Botín es la hija más desconocida del clan Botín.
Ella o Paloma Botín, una de las cinco miembros de la comisión asesora de Arte, son las más implicadas en el día a día de la fundación familiar. Una situación que debería favorecerles en la elección del nuevo presidente. Sin embargo, a diferencia del banco, los tempos son diferentes. "No hay prisas, ni celeridad", confirman fuentes de la propia fundación.
La Fundación Botín es la primera institución privada de España por volumen de inversión. Su presupuesto para 2013 fue de 65 millones de euros financiados de los dividendos de los títulos familiares del Santander
Pese a ser una institución familiar, la influencia del banco en las decisiones de la Fundación Botín ha sido prominente hasta la fecha. Un punto que puede marcar la doble presidencia de Ana Patricia: banco y fundación. Hay quienes interpretan, sin embargo, que el personalismo que impregnaba Emilio Botín en ambas esferas explicaba el control que ejercía el banco sobre la fundación. Sin la figura del banquero fallecido, sin ese liderazgo omnipresente, el devenir de la institución familiar debe resituarse como las placas tectónicas tras los terremotos.
En los cargos y está por ver sí también en los números. Hasta la fecha, el presupuesto de inversión en fines fundacionales procede íntegramente de los dividendos percibidos por la participación familiar en el capital del Santander, que reporta unos ingresos anuales en torno a los 60 millones de euros. Así lo comunicó, el propio Emilio Botín, durante la presentación de la memoria de la institución en 2012. En 2013, el presupuesto de la fundación se elevó hasta los 65 millones de euros, un 30%, para impulsar las obras del Centro Botín en Santander. Un proyecto faraónico sobre el mar que pretende convertirse en referencia cultural y crear una ruta artística en colaboración con el Museo Guggenheim de Bilbao.
Un diseño que no se inaugurará hasta 2015, cuyo calendario de obras estaba en la cabeza del banquero. "LLevamos unas semanas de retraso con respecto al proyecto. Más adelante las recuperaremos. No os preocupéis, que va a quedar todo muy bonito", se justificaba Botín en 2012, poco antes de iniciar la Junta de Accionistas, ante las preguntas de los medios santanderinos por la demora de las obras.
Precisamente, ese mismo año, el fallecido banquero reorganizó su participación personal en el banco, cediendo parte de sus acciones -24 millones en total- a sus hijos, dentro del pacto parasocial que mantiene la familia Botín y que ostenta el 0,77% del capital del banco, dejando a su hijo Javier como el máximo accionista de la sindicación, con casi 15 millones de acciones.
La muerte de Botín obliga también al reparto de sus 6 millones de acciones del Santander. Todos ellos quedarán en la familia tras la sindicación y reorganización accionarial que se concretó en 2012
Emilio Botín padre redujo de 32,5 millones de títulos a 6 millones. El segundo representante de la sindicación es Emilio Botín hijo, con 13,6 millones de acciones tras el traspaso de 4,5 millones de títulos por parte de su padre. La tercera mayor accionista del pacto es Ana Patricia, que posee 13,2 millones tras recibir de su padre casi 8 millones de acciones.
La muerte del patriarca de la familia Botín obliga ahora a ese reparto de los 6 millones de acciones del Santander. Unos títulos que no saldrán de la familia y que deben reorganizar la participación de cada uno de los hijos. "Lo lógico es que Ana Patricia reciba gran parte de estos títulos para que la presidente sea también la mayor accionista dentro de la familia", consideran desde el sector. "Sería un gesto de respaldo frente a los grandes fondos accionistas del banco", explica un analista.
Si no es así, la nueva presidente del Santander recortará pronto distancias con el programa de retribución diferido en acciones. Otro de los beneficios que reporta la presidencia del Santander. La parte más bancaria de una herencia que acumula aviones privados, la finca "El Castaño", con algo más de 4.600 hectáreas de terreno en la provincia de Ciudad Real, uno de los lugares preferidos por Botín para cazar, decenas de vehículos, imnumerables propiedades por todo el mundo, barcos, hoteles y un plan de pensiones de casi 26 millones que el fallecido banquero no tuvo tiempo de activar y ahora disfrutarán sus beneficiarios. Su testamento es otro de los grandes secretos de Estado.