Empresas

Inversores foráneos hallan numerosos obstáculos para comprar ‘ladrillo’ español

Algunos inversores institucionales llegados del exterior en busca de oportunidades en el sector inmobiliario español se han encontrado con inesperados obstáculos a la hora de llevar a cabo las operaciones. El atractivo precio de las empresas cotizadas ha sido el reclamo pero cuando ha comenzado la ronda de contactos han aparecido los problemas: bancos que no venden, entidades extranjeras que ya tienen su plan para salir y altos directivos que no quieren perder su sillón.

En la primavera de 2007, Inmobiliaria Colonial, gobernada entonces por Luis Portillo, pagó algo más de 2.000 millones de euros para hacerse con Riofisa, que por entonces no hacía ni un año que había debutado en bolsa y no era, ni mucho menos, la más grande del sector en el parqué. Cinco años después, la suma de las capitalizaciones bursátiles de todas las inmobiliarias presentes en el Mercado Continuo no alcanza los 1.600 millones de euros.

Es un hecho que no ha pasado desapercibido para los inversores institucionales, especialmente los radicados en el exterior. Grandes fondos especializados en el sector del ladrillo, fondos públicos de pensiones e incluso corporaciones financieras han contemplado la posibilidad de tomar el control de algunas grandes inmobiliarias españolas. Uno de los mayores atractivos reside precisamente en los precios. Compañías como Metrovacesa, Colonial o Realia cuentan con unos activos cuyo valor multiplica por diez (y en algunos casos por más) su capitalización bursátil.

Sin embargo, aquéllos que lo han intentado se han encontrado con inesperadas sorpresas. Intermediarios que han estado en contacto con estos inversores señalan a Vozpópuli que, pese a la costosísima factura que ha pasado la crisis a las empresas, no resulta tan sencillo comprarlas.

Un ejemplo claro es el caso de Colonial. La inmobiliaria está controlada por bancos y fondos extranjeros (Royal Bank of Scotland, Credit Agricole, Commerzbank y los fondos Colony y Orion) a los que resulta imposible poner de acuerdo en su estrategia en España. RBS, intervenido en dos ocasiones por el Estado británico, ha decidido cerrar su sucursal española y, de hecho, es ahora el Tesoro de Reino Unido el que controla la participación. Por su parte, los fondos tomaron el relevo de Goldman Sachs adquiriendo la parte del préstamo que el banco estadounidense tenía con Colonial, con un considerable descuento, pero su tiempo de salir aún no ha llegado.

Y después está el papel de La Caixa. Minoritario en el capital de la inmobiliaria pero con un notable calado histórico. No en vano, La Caixa fue la que sacó a bolsa Colonial a finales del pasado siglo, precisamente para desprenderse de ladrillo, y ahora ve como vuelve a sus balances en una situación más que delicada. Durante la crisis algunos han apuntado a que la entidad catalana repetirá la operación dentro de unos años. Pero, por el momento, Colonial no se vende.

En Metrovacesa el control es para los principales bancos españoles, que han visto como desde que se convirtieron en accionistas de la inmobiliaria, a comienzos de 2009, han tenido que realizar fuertes provisiones por culpa de esta participación. Sin embargo, a estas alturas el agujero de Metrovacesa está prácticamente provisionado en su totalidad. Pero otra cuestión más importante asoma en el horizonte: el banco malo y su funcionamiento, que todavía arroja importantes dudas cuando está a punto de ponerse en funcionamiento. Ante la incertidumbre, Metrovacesa no se vende.

Mientras, Realia es una de las compañías que forma parte de la cartera de participadas de Bankia (también Metrovacesa, aunque con menor presencia en el capital). El hecho de que Bankia esté pendiente de este proceso mantiene por el momento bloqueada cualquier cuestión relacionada con el control de la compañía.

Una vez más, las apariencias engañan. Por el momento, los institucionales que han acudido al mercado preguntando por inmobiliarias españolas han salido por la misma puerta y con las manos vacías.

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