La historia se repite en Inditex y el nuevo capítulo puede concluir con otro final feliz. O no. La multinacional prescinde del directivo que la ha hecho grande 16 años después de decir adiós al ejecutivo que más ayudó en el despegue. Los paralelismos son evidentes. El imperio de Zara no sería tal sin el olfato de José María Castellano en la primera etapa, ni el ímpetu de Pablo Isla en la segunda. Pero por encima de ambos siempre ha estado Amancio Ortega, creador y dueño, convencido hoy, a sus 85 años, de que el negocio sobrevivirá a Isla tan bien como lo hizo con Castellano.
El magnate gallego percibió hace muchos meses el olor del desgaste. Tres lustros después de que Isla estrenara el despacho de consejero delegado, su relación con la familia propietaria se había entumecido. “Crecía la amenaza de producirse un choque de trenes. Cada vez eran más evidentes las tensiones entre el ala del producto, la que marca las tendencias, y la parte corporativa, obsesionada -en el buen sentido- con la cotización”, afirman fuentes del entorno del grupo textil.
Los lazos humanos se aflojan cuando crecen alrededor los problemas. Y a Inditex, como a cualquier multinacional, le sobran. El impacto de la pandemia en las ventas y la interrupción de las cadenas globales de suministro habían añadido tensión extra en el día a día de los altos mandos, atosigados de por sí por el enorme reto de la digitalización y la competencia voraz.
Hacía años que Ortega había tomado la decisión de ceder el testigo a su hija Marta. El plan estaba consensuado con la familia y con el propio Isla. Pero, por un sexto sentido y por la presión familiar, el fundador de Zara optó por precipitar los acontecimientos. Con el fin de sellar las grieta incipientes, abrió la puerta de salida a Isla, el directivo que le ha acompañado en un viaje empresarial de libro, de los que se estudian en las escuelas de negocios.
Por un sexto sentido y por la presión familiar, Ortega optó por precipitar los acontecimientos y abrió la puerta de salida al directivo que le ha acompañado en un viaje empresarial de libro
Con José María Castellano también compartió dos décadas en Inditex y una amistad sincera fuera del polígono de Arteixo. En 1997 lo nombró consejero delegado y vicepresidente. Fue su escudero en la hazaña que le aupó a lo alto de la lista global de Forbes, gracias a esa fórmula mágica que combina lo mejor de la moda y la logística. Hasta que el roce empezó a mermar el cariño.
Al igual que ahora, a principios de 2005 Ortega vio claro que la compañía necesitaba savia nueva. En febrero, abandonó la compañía el primero de sus lugartenientes. Juan Carlos Rodríguez Cebrián, director general y consejero, además de sobrino político del fundador, dejó el grupo después de 28 años de servicio. Soplaban vientos de cambio en Zara. Pocas semanas después, Inditex anunció el fichaje como consejero delegado de Pablo Isla, un jovencísimo ejecutivo (41 años) que ya había demostrado una inmensa valía como presidente de Altadis. Desconocía el universo de la moda, pero dominaba el negocio de la logística y las operaciones.
Castellano fue escudero de Ortega en la hazaña que le aupó a lo alto de la lista de Forbes, gracias a esa fórmula mágica que combina lo mejor de la moda y la logística
Tres meses más tarde, Ortega dio la siguiente vuelta de tuerca, creando siete nuevas direcciones generales y dejando sin poder ejecutivo a Castellano. El ejecutivo coruñés se quedaba como vicepresidente a secas, pero su suerte estaba echada. La gota que colmó en vaso fue una operación ajena al sector textil. La venta de la participación del Santander en Unión Fenosa, por la que se interesó Ortega y un grupo de empresarios gallegos, generó el desencuentro definitivo entre el fundador de Zara y Castellano.
El directivo presentó su dimisión el 24 de septiembre. Inditex le despidió con una breve nota oficial: "La compañía agradece a José María Castellano su larga trayectoria y brillante contribución al desarrollo de Inditex". La ruptura era dolorosa para Ortega, pero su imperio debía sobrevivir a todos. Por eso cortó por lo sano. "La relación no va a ser la misma, porque hasta ahora nos hemos visto prácticamente todos los días durante los últimos 31 años. Pero cada uno toma su camino. Y no pasa absolutamente nada", confesaba Castellano a este periodista un día después de su dimisión. Era su primera entrevista y una de las pocas que concedió para hablar de su 'divorcio'.
Zara estaba entonces por encima de todos: de Castellano y del propio Ortega. Y, ahora, de Pablo Isla. Esa es la consigna que subyace bajo la profunda reestructuración que el magnate ha aplicado esta semana a la alta dirección. Ahora bien, el movimiento trasluce importantes diferencias respecto a la 'revolución' iniciada en 2005. La más llamativa de todas es el giro de la gestión hacia la familia propietaria. "Amancio Ortega está removiendo un activo fundamental para Inditex: la profesionalización de la compañía", afirma un consultor que asesora a presidentes del Ibex.
Los cambios en la dirección traslucen importantes diferencias respecto a la 'revolución' iniciada en 2005. Y la más llamativa de todas es el giro de la gestión hacia la familia propietaria
El fichaje de Isla perseguía precisamente lo contrario. Seis años después de aterrizar, relevó a Amancio Ortega en la presidencia, asumiendo el máximo poder ejecutivo. El 1 de abril de 2022, Isla dejará la presidencia en manos de la hija del fundador, quien estará arropada por un nuevo comité de dirección del que forman parte dos familiares más: Jorge y Óscar Pérez, hermanos de la mujer de Ortega (Flora Pérez) y tíos de la futura presidenta. Ambos conocen la casa al dedillo. Han hecho toda su carrera en Inditex y ocupan en la actualidad dos potentes direcciones generales: Óscar Pérez, la de Zara; y su hermano Jorge, la de Massimo Dutti.
No son los únicos miembros del clan familiar bien posicionados de cara a la nueva etapa. También lo está Carlos Torretta, marido de Marta Ortega. El hijo del famoso diseñador argentino, Roberto Torretta, se incorporó en 2019 al área 'online' de Zara para ayudar con la comunicación.
Que la familia gane peso llama la atención tanto como el momento elegido. Los mercados no suelen digerir bien los cambios cuando son drásticos, y más aún si son precipitados. A diferencia de 2005, cuando Inditex tenía el camino despejado (hasta 2008 no explotó la crisis financiera), el sector textil aún avanza bajo el azote de la pandemia, con una crisis de suministros sin resolver y con el reto de la digitalización en el horizonte.
Que la familia gane peso llama la atención tanto como el momento elegido. Los mercados no suelen digerir bien los cambios cuando son drásticos, y más aún si son precipitados
Las comparaciones son odiosas a veces, pero también pertinentes. Más de un asesor de cabecera de las empresas cotizadas ha mencionado esta semana el ejemplo de El Corte Inglés. El proceso de sucesión de Isidoro Álvarez no costó la vida al grupo, pero sí un problema grave de salud. Lejos de apostar por un avance en la profesionalización de la gestión del emporio familiar, el sobrino de Ramón Areces dejó los mandos a su sobrino Dimas Gimeno. La herencia era tan envenenada que pronto desató una guerra fratricida en el número 112 de la calle Hermosilla, sede madrileña de El Corte Inglés.
Mientras la familia de Gimeno litigaba con las hijas de Isidoro Álvarez, el grupo seguía perdiendo ventas y, sobre todo, un tiempo de oro para amoldarse a los tiempos digitales. La pugna acabó con la expulsión fulminante del joven -e inexperto- presidente. Sin embargo, el consejo de administración dio un paso enormemente simbólico. Impulsado por los consejeros independientes, con Manuel Pizarro y Fernando Becker a la cabeza, nombró sustituto a Jesús Nuño de la Rosa. Era un hombre de la casa, pero sin ningún vínculo con los propietarios.
Nuño de la Rosa se convirtió en el quinto presidente de El Corte Inglés y el primero de su historia que no pertenecía al clan familiar. Pero por poco tiempo. Sólo un año y medio después, el grupo volvía a virar hacia la familia, nombrando presidenta a Marta Álvarez y relegando a Nuño de la Rosa al puesto de consejero delegado de las filiales. El directivo acabó saliendo pocos meses más tarde. La empresa le despidió con un párrafo oficial clavado al que Inditex dedicó en su día a Castellano: “El Corte Inglés agradece a Jesús Nuño de la Rosa su entrega, dedicación y lealtad en todos los cargos que ha desempeñado en el Grupo a lo largo de su extensa carrera profesional”.
En el entorno de Arteixo se destacan la gran distancia que separa a las dos empresas. De entrada, una es cotizada y la otra no. Es decir, además de a la familia, Inditex se debe a los accionistas e inversores, con capacidad para juzgar la gestión del nuevo equipo gestor. Por otro lado, el imperio de Zara tiene una dimensión global, que permite diversificar riesgos; y un buen posicionamiento en el negocio con más futuro (en canal online).
"Pablo Isla deja la compañía bien preparada de cara al futuro, con una estrategia bien definida, si bien creemos que el relevo podría provocar cierto impacto a la baja de la cotización", explica Iván San Félix, analista de Renta 4. "A medio plazo, el equipo directivo mantendrá las líneas estratégicas y ejecutivas del grupo, con un modelo de negocio superior con mayores márgenes y capacidad de crecimiento y generación de caja", añaden desde Bankinter.
Sólo por la inercia heredada, Marta Ortega podrá lucir resultados favorables al principio de su 'reinado'. "A corto plazo, los cambios en las grandes estructuras no se notan, cuentan con mucha velocidad de crucero. Si la gestión es buena o mala se notará en el largo plazo", añade de nuevo el consultor del Ibex.
Amancio Ortega está convencido de que el 'factor Castellano' -que implica atajar en el presente problemas seguros en el futuro-, también es aplicable a la ecuación actual. Nadie se juega más que él en el envite.