César Alierta ha fallecido este miércoles en Zaragoza a los 78 años de edad. El empresario aragonés ha muerto por el agravamiento de una enfermedad respiratoria que sufría. Su fallecimiento pone punto final a la historia de éxito de un directivo que llegó a lo más alto del Ibex, hasta la presidencia de Telefónica.
A finales de los 60, un joven abogado nacido en Zaragoza se montó en un avión con destino a Nueva York. Se llamaba César Alierta, acaba de licenciarse en Derecho y emprendía, sin saberlo entonces, un viaje que marcaría el resto de su vida. Abandonada la España rezagada del franquismo para instalarse una larga temporada en el país más pujante del planeta. En Manhattan, concretamente, el barrio que alberga una calle mítica para cualquier aspirante a bróker: Wall Street.
Alierta quería serlo y se preparó a conciencia para ello. Se matriculó en la Universidad de Columbia para cursar un Máster en Administración de Empresas (MBA), una titulación muy exigente, pero que otorga una visión panorámica excepcional del mundo de la empresa y las finanzas. César Alierta lo logró y regresó a España con la maleta cargada de ambición. Se instaló en Madrid, a 320 kilómetros de su Zaragoza natal, donde su padre era un ciudadano ilustre. Cesáreo Alierta había sido alcalde y presidente del Real Zaragoza, además de impulsor del estadio de La Romareda, inaugurado en 1957.
En la capital, Alierta puso en práctica lo aprendido en Nueva York. Comenzó a trabajar en el Banco Urquijo, una entidad especializada en la gestión de grandes patrimonios. El abogado zaragozano empezó como analista financiero, pero fue ascendiendo puestos en el escalafón del banco, hasta dirigir la división de mercado de capitales.
En el Urquijo, Alierta se encargó de hacer más ricos a los clientes que ya lo eran. Y, de paso, comenzó a labrar una fortuna personal al calor del parqué bursátil. Justo en aquella época ya destacaban otros profesionales de la Bolsa, que llegarían luego a lo más alto del Ibex. Francisco González o Manuel Pizarro son dos grandes exponentes (el primero presidiría el BBVA y el segundo, Endesa).
Alierta potenció la diversificación de Telefónica, tanto desde el punto de vista geográfico como del estratégico. Reforzó la expansión en Latinoamérica y puso una pica en Asia
En 1985, Alierta montó su propia agencia de valores: Beta Capital. Compartía el capital con el grupo Torras y ocupó el puesto de presidente. En Beta Capital ganó dinero y amplió su agenda de contactos. Seis años más tarde, fue nombrado presidente de la Asociación Española del Mercado de Valores y consejero de la Bolsa de Madrid.
Estaba en el cénit de su carrera como bróker cuando un cambio político en España le tendió un trampolín hacia lo más alto del mundo empresarial. En 1996, José María Aznar derrotó a Felipe González en las elecciones generales e inició una oleada de privatizaciones, planificadas desde el ministerio de Economía que lideraba Rodrigo Rato. A Alierta, muy bien conectado con Génova, le nombraron presidente de Tabacalera. El bróker zaragozano hizo un potente ajuste de entrada, llevó a cabo el proceso de privatización y promovió la fusión con la francesa Seita, para crear Altadis.
La llegada de César Alierta a Telefónica
Tabacalera le sirvió de campo de entrenamiento para una misión de mucha mayor envergadura. En 2000, Aznar le encomendó la presidencia de Telefónica, dirigida hasta el momento por Juan Villalonga. Alierta no contaba con conocimientos sobre telecomunicaciones y mostraba menos carisma que Villalonga, rico, famoso, habitual en las revistas de corazón. Sin embargo, Alierta, de carácter mucho más recio, pero afable y socarrón en la distancia corta, tenía un olfato innato para los negocios, mejorado en sus años de bróker.
El nuevo presidente potenció la diversificación de Telefónica, tanto desde el punto de vista geográfico como del estratégico. Durante la primera década de los 2000, impulsó la expansión en mercados más maduros como el europeo; pero, sobre todo, reforzó los intereses de la operadora en Suramérica. Las adquisición de las filiales de BellSouth o la conquista de Vivo en Brasil son dos botones de muestra.
Esa expansión convirtió a Telefónica en un actor influyente y decisivo en la región; y a su presidente, en un hombre poderoso, al que recibían mandatarios latinoamericanos en sus despachos presidenciales. Alierta, además, no se conformó con extender los tentáculos al otro lado del Atlántico. También selló una alianza importante con China Unicom para poner una pica en Asia, un mercado inmenso, pero poco explotado todavía por las compañías de telecomunicaciones europeas.
Durante su mandato, Alierta fue aplaudido por pasos estratégicos como la expansión y criticado por algunas decisiones controvertidas, como los fichajes de Rodrigo Rato, Eduardo Zaplana o Iñaki Urdangarín. El directivo aragonés nunca se amilanó. Al contrario, siempre hizo y dijo lo que creía más conveniente, sin pelos en la lengua. En el sector de las telecomunicaciones se le recuerda por criticar a cara de perro a los gigantes tecnológicos que entonces echaban a andar -como Facebook-, a quienes acusaba de aprovecharse de inversiones en redes que habían hecho otras compañías (con Telefónica a la cabeza).
Alierta participó de forma activa en el Consejo Empresarial para la Competitividad. Desde ese púlpito, dijo a la cara a los gobernantes algunas verdades que costaba verbalizar a otras organizaciones, como la CEOE
En aquella época, Alierta también fue uno de los grandes impulsores del Consejo Empresarial para la Competitividad. Este organismo nació para promover el debate sobre los grandes males que castigaban -y siguen castigando- a la economía española. En él participaron activamente empresarios y banqueros como Emilio Botín, Isidoro Álvarez, José Manuel Lara, Ignacio Sánchez Galán, Antonio Brufau o Florentino Pérez. Ese Consejo sirvió de púlpito para que directivos como Alierta dijeran a la cara a los gobernantes algunas verdades que costaba verbalizar a otras organizaciones, como la CEOE.
A lo largo del reinado de Alierta, Telefónica fue creciendo, pero engordando paralelamente la deuda, lo que se convertiría más adelante en un lastre para su sucesor, José María Álvarez Pallete. Fue en 2016 cuando se produjo el relevo en la presidencia. Alierta se quedó entonces como presidente de la Fundación Telefónica. Desde su despacho en la Gran Vía de Madrid, siguió ejerciendo, manteniéndose en activo, hasta que los problemas de salud le obligaron a colgar el traje de empresario de forma definitiva. Nunca dejó de seguir, eso sí, la actualidad de los mercados, como gran bróker que fue.