"Desde hace tiempo se ven las nubes, pero lo cierto es que la tormenta no acaba de llegar". Lo confiesa, en privado y sorprendido, el CEO de una de las grandes inmobiliarias que operan en España. La metáfora no puede ser más apropiada para describir lo que viene ocurriendo con la economía en las últimas semanas. Se esperaba un batacazo tras el verano que no ha cobrado forma. Un hecho constatable que está levantando los ánimos entre los estrategas electorales de Pedro Sánchez.
La lectura de los 'fontaneros' del Palacio es evidente: cuanto menos profundo sea el bache en 2023, más posibilidades tendrá el presidente de llegar vivo a las urnas. Y de pelear contra un rival, Alberto Núñez Feijóo, que se jugará todo en campaña a la carta de la economía. Que el PIB va a sufrir un retroceso está asumido hasta en el Ministerio de Economía. La cuestión es si la convalecencia será más o menos larga, si la indisposición es consecuencia de una gripe severa o un catarro llevadero.
Hay indicios de sobra para ponerse en lo peor. A la cabeza están las previsiones de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF), que augura ya un PIB negativo en el último trimestre del año (-0,2%) y el primero del siguiente (0,2%). El mal arranque de 2023 lleva a servicios de estudios públicos como el del Banco de España y privados como el de Funcas a pronosticar un crecimiento muy débil en el conjunto del próximo año (1,4% y 0,7%, respectivamente).
Sin embargo, el otoño ha desplegado una serie de indicadores que, sin alcanzar la categoría de 'brote verde', mantienen viva la esperanza en La Moncloa. El primero es el PIB, que avanzó un 0,2% en el tercer trimestre. Es un crecimiento tímido, pero positivo, que evita que España entre ya en recesión al acabar este año como temían algunos economistas.
El segundo es el empleo. La estadística laboral está contaminada por la explosión de los contratos fijos discontinuos, que maquillan el número real de parados (lo hemos contado en Vozpópuli). Ahora bien, el empleo sigue aguantando el pulso, a pesar del débil crecimiento económico y el impacto de la inflación. Octubre cerró con casi 104.000 ocupados más.
La economía está emitiendo algunas señales que chirrían a oídos de los empresarios. Algunas de ellas provienen del mercado inmobiliario. “Hasta ahora, el alquiler de oficinas no se está resintiendo. Tampoco se nota, de momento, un retroceso en la actividad de los centros comerciales”, apunta el mencionado CEO.
Las sensaciones del directivo encajan con el informe que publicó recientemente MVGM. La inmobiliaria holandesa afincada en España calcula que la afluencia a los centros comerciales que gestiona creció un 5,38% en el tercer trimestre. La subgobernadora del Banco de España, Margarita Delgado, también aseguró este martes que “no hay señales de alarma” en la actividad inmobiliaria, si bien se aprecian algunos signos de menor dinamismo.
El turismo es el otro sector que también está sorprendiendo a empresarios y analistas, pese a la inflación y las dificultades que atraviesan países emisores como Alemania y Reino Unido. Según el INE, en los nueve primeros meses del año, nuestro país recibió casi 60 millones de visitantes, frente a los 19,7 millones del mismo periodo de 2021 (lastrado todavía por la pandemia). El incremento de las llegadas y del gasto (68.137 millones, un 209% más) se deben al buen comportamiento de las campañas de Semana Santa y verano.
La tendencia es positiva de cara al tramo final del año. Septiembre cerró con un aumento de las visitas del 66,3% (7,8 millones de turistas) y las reservas han vuelto a dispararse en el Puente de los Santos. “Esperábamos un descenso de la actividad en España tras el verano, pero no se ha producido”, admite un alto directivo de una multinacional hotelera. “Después de todo lo que sufrimos con el Covid, nuestros pronósticos para los próximos meses son positivos”. Justifica su optimismo en la mejora esperada de los segmentos de negocio que aún no se han recuperado totalmente de la pandemia. Uno es el turismo de ferias y congresos; y el otro, los viajes corporativos.
El horizonte económico es tan amenazante que cualquier mínimo destello de luz -bares llenos, ajetreo en las superficies comerciales- es aplaudido en el Ministerio de Economía. En su último informe de previsiones, Funcas asegura que “la fuerte desaceleración anticipada para la segunda mitad de 2022 repercute en la tasa de crecimiento prevista para 2023”. Obviamente, cuando menor sea el bajón entre julio y diciembre de este año, más inercia cogerá el PIB para el siguiente. Y 2023 es año electoral.
En la lista de deseos de Sánchez sobresale un círculo económico virtuoso. Consiste en llegar, primero, a las elecciones autonómicas y municipales sin destrucción de empleo y con cifras ‘macro’ algo mejores de lo previsto. A partir de julio, el Gobierno cogería la ola del rebote económico esperado para el segundo semestre, que coincidirá con la presidencia española de la UE. La circunferencia se cerraría con la cita electoral de las generales, probablemente en noviembre.
“Un menor crecimiento del producto en la parte final de un año limita sensiblemente, a través de los efectos arrastre, la tasa media de crecimiento del siguiente. Por otra parte, el mayor dinamismo económico a partir de la primavera de 2023 se intensificará progresivamente”, señala el Banco de España en su último informe de previsiones.
El problema, para Sánchez, es que ha depositado todas sus esperanzas no en un círculo virtuoso, sino en un milagro. Las expectativas del presidente reventarán al chocar contra la realidad. El año electoral será pésimo en lo económico por varias circunstancias inevitables.
El problema, para Sánchez, es que ha depositado todas sus esperanzas no en un círculo económico virtuoso, sino en un milagro
La primera es el agotamiento de la bolsa de ahorro que los hogares españoles acapararon durante la pandemia. La inflación lleva meses erosionando la hucha. Una vez fundido el 'sobreahorro', las familias restringirán el consumo, con más o menos intensidad en función del comportamiento del empleo. Conscientes de este escenario, los economistas del Banco de España auguran un crecimiento mínimo del consumo privado en 2023 (del 1,3%).
La segunda razón hay que buscarla en el aumento igualmente reducido de la inversión. Al igual que sucede con los hogares, tanta inflación acumulada acabará dañando la salud de las empresas. A menos que los fondos europeos fluyan con fuerza, la formación bruta de capital fijo ascenderá al 1,7% según el Banco de España.
Ambos factores, unidos al menor ritmo de las exportaciones por el estancamiento de economías como la alemana, justifican el golpe que la Comisión Europea asestó al Ejecutivo este mismo viernes. Bruselas, que en junio pronosticaba un crecimiento del PIB del 2,1% en 2023, considera que ahora que no pasará del 1%.
Esa revisión hunde más aún a España en vagón de cola de la recuperación. Será el último país en recuperar los niveles de bienestar previos a la pandemia. Un dato lamentable e indiscutible, apto para usar como arma arrojadiza en cada uno de los futuros mítines de Núñez Feijóo.