La invasión de Rusia a Ucrania y el consiguiente conflicto bélico derivado de la misma puede acabar siendo la mecha que prenda un polvorín de dimensiones mundiales. El runrún sobre una entrada de China en Taiwán tiene similitudes con los prolegómenos de lo sucedido entre el país de Putin y el de Zelensky.
Ahora mismo nos encontramos en el momento de cruce de acusaciones entre unos y otros. El presidente norteamericano, Joe Biden, asegura que si China ataca Taiwán, Estados Unidos responderá. El país asiático considera que la isla es una provincia separatista que debe estar integrado en sus dominios. Mal asunto.
"Taiwán es una parte inalienable del territorio de China. No hay lugar para compromisos o concesiones", aseguró después de las declaraciones de Biden el responsable del Ministerio de Relaciones Exteriores chino, Wang Wenbin.
Las invasiones no son nunca fruto de la casualidad. No lo iba a ser menos en este caso. Siempre hay un interés estratégico ligado a la situación del país en el mundo, sus recursos naturales o su riqueza. En el caso de Taiwán, uno de estos tesoros son los microchips. Es, con diferencia, la principal potencia mundial en la fabricación de procesadores.
Es responsable del 90% de los semiconductores que se consumen el mundo. Si China invade la isla, la distribución de un bien imprescindible para todo aquello que lleve encima la palabra 'tecnología' se verá comprometida: la cafetera que utiliza cada mañana. El televisor desde el que ve las noticias. El ascensor en el que baja a la calle. El coche con el que se desplaza al trabajo. El móvil desde el que llama. El portátil. La consola. La maquinilla de afeitar. Los cajeros automáticos.
China lo sabe: sin microchips no hay armas inteligentes
El sector no atraviesa por un buen momento. Todo tipo de dispositivos y artefactos llevan más de un año con falta de chips debido a la alta demanda de ordenadores en pandemia, por el teletrabajo, y en menor medida por el encarecimiento del transporte marítimo.
Ahora el escenario puede ser peor si se concreta la invasión de Taiwán por parte de China. El desabastecimiento masivo de este tipo de componentes haría colapsar la industria. También a la armamentística. Los misiles, tanques, portaaviones, blindados y prácticamente cualquier 'apero' castrense vive de la tecnología, y los microchips son el centro de todo. El país comunista es consciente de que si cierra ese grifo, Europa, Estados Unidos, el resto del mundo, no podrán incrementar su potencial militar, sobre todo en la parte de equipamiento 'inteligente'. Ante un conflicto armado de dimensiones mundiales, sólo se contaría con los efectivos con que se disponen en la actualidad. Fabricar nuevas unidades sería un problema.
Una empresa taiwanesa aglutina el 54% de la fabricación
Solo la compañía TSMC, con sede en Taiwan, es responsable del 54% del total de los chips que se consumen en todo el mundo, según datos recientes de TrendForce. La segunda empresa por volumen de fabricación (17%) es la surcoreana Samsung, seguida de la también taiwanesa UMC (7%), la norteamericana GlobalFoundries (7%) y la china SMIC (5%).
En total, las compañías de Taiwán dedicadas a la fabricación de procesadores poseen un 89% del mercado. Es una cifra que deja al descubierto las pocas vergüenzas de la dictadura china. Denominada coloquialmente la 'fábrica del mundo', tiene muchas vergüenzas que esconder en la parte de los chips.
La dictadura asiática acabaría por la vía rápida con este problema si decide cruzar los poco más de 185 kilómetros de mar que le separan de la isla. Pero eso implica una respuesta del mayor de sus rivales. Es un punto geoestratégicamente muy importante para Estados Unidos. El aliado más cercano a China con el que cuenta el país del dólar.
No es de extrañar, por tanto, los planes que la Unión Europea tiene para tratar de ser autónoma en el desarrollo de microchips. En febrero anunciaba a bombo y platillo una inversión de 43.000 millones de euros para convencer a terceros de levantar fábricas en el viejo continente.
Por su parte, Pedro Sánchez, el presidente del Gobierno, anunció este mismo martes una inversión de 12.250 millones de euros para potenciar esta industria. España y la Unión Europea, ese viejo y lento paquidermo, vuelven a llegar tarde. Si China decide atacar finalmente Taiwán y Estados Unidos responde, los chips serán el nuevo oro, el nuevo coltán.