Rajoy no le sentó a su mesa. García-Margallo no estuvo presente en el almuerzo ofrecido por el presidente del Gobierno en funciones a Theresa May, la ‘premier’ británica en su primera visita oficial a nuestro país. ¿Un castigo? ¿Una colleja? Normalmente, el titular de Exteriores no está presente en este tipo de encuentros, manifestaron desde Moncloa. Así es. Unas veces está y otras, no. Este jueves, no tocaba. Tampoco hubo rueda de prensa tras el almuerzo entre ambos mandatarios. Un comunicado oficial, escueto y aséptico, recordaba los intereses compartidos entre ambos países, tanto económicos, como diplomáticos, y, por supuesto, se hacía referencia a la política que seguirá Londres en su proceloso recorrido hacia el ‘Brexit’.
Margallo no estuvo allí. El ministro de Exteriores español atraviesa por momentos muy delicados. Hace unos días se enzarzó en una disputa de escaso nivel diplomático con el ministro principal de Gibraltar. “No pondrá la mano en el Peñón”, dijo Picardo, con su habitual chulería tabernaria. “Pondré la bandera y antes de cuatro años”, respondió Margallo.
Le cuentan al Buscón que este rifirrafe no le agradó demasiado al jefe del Ejecutivo español. No es mediante broncas disputas con el gibraltareño como ha de resolverse este asunto. Hay iniciativas diplomáticas en marcha en Naciones Unidas y en la UE. Y, además, semejante agarrada en vísperas de la visita de la señora May. Una inoportunidad, un patinazo. No hay que atribuir la ausencia de Margallo en el encuentro hispano-británico a un castigo o reprimenda. Al cabo, Theresa May viajaba sin su ministro de Exteriores, Boris Johnson, otro arquetipo de la sutileza diplomática.
Uno de los peores momentos
Margallo está nervioso, dicen en su entorno. No atraviesa por sus mejores momentos. Pretende permanecer en un posible nuevo gobierno de Rajoy, pese a que aparece prácticamente finiquitado en casi todas las quinielas periodísticas. “Juego sucio, hay una campaña”, comenta el aludido. Sáenz de Santamaría, su más estrecha enemiga, gana puntos o, al menos, se mantiene en su sitio. A Margallo le pasa como a su colega de Interior, Jorge Fernández Díaz: todo el mundo le da por finiquitado. Ambos, íntimos amigos del presidente, impulsores del G-5, luego G-8, el contubernio de ministral contra la ‘vice’ son ahora dos figuras en declive. “Hay una campaña”·, insisten. Margallo apenas tiene respaldos en los medios, dada su natural petulancia y su escasa mano izquierda. “Se equivoca hasta a la hora de elegir a sus periodistas de cámara”, comentan en su entorno.
No se sabe si Rajoy sacó el tema de Gibraltar ante la ilustre invitada británica. Quien no lo pudo sacar, desde luego, fue Margallo. El ministro no estaba ahí. Ni siquiera le invitaron al café.