La calle Núñez de Balboa de Madrid albergó este viernes de San Isidro su sexto día de protestas contra el Gobierno. A diferencia de la jornada anterior, se redujeron las aglomeraciones. La cacerolada se consolida en el barrio de Salamanca, pero ha mutado a una concentración móvil ante el despliegue policial.
Esta vez no hubo grupúsculos parados en las intersecciones de la calle. Tampoco personas subidas en bancos o jardineras. La convocatoria mostró una puesta en escena más organizada parecida a la de las manifestaciones americanas en las que la gente reivindica su causa dando círculos con sus pancartas.
En este caso eran banderas de España, otras con la cruz de Borgoña, y sonido de utensilios de cocina, en la calle y los balcones. La gente recorría las aceras en varias filas. Los que subían, se mezclaban con los que bajaban a ‘paso museo’. Durante muchos minutos no se respetó la distancia de seguridad aunque el contacto fue más espaciado que en la previa.
Empleo a fondo de los antidisturbios
El despliegue policial -incluido el helicóptero- fue similar al del jueves, aunque los antidistubios esta vez se emplearon a fondo para evitar que las personas que agolpasen o se parasen. Eso evitó, sobre todo, que la convocatoria se concentrase especialmente en el cruce entre las calles de Núñez de Balboa y Ayala. También provocó que la gente se desplegase a lo largo de la vía.
El momento álgido fue entre las 20.40 y las 21.15 horas, cuando empezó a llover sobre el centro de la capital. Los gritos pedían, una vez más, la dimisión del Gobierno y “libertad”. Un hombre que con su megáfono se ha erigido estos días en líder de la protesta sí se subió durante unos segundos en un banco ante la presencia policial y dio un discurso que sirvió de pistoletazo de salida oficioso a la marcha de protesta.
Minutos después, repartía mascarillas a los presentes. Pedía manifestarse respetando la distancia. “Si la separación no se cumple, la Policía hace bien en disolver”, comentaba.
“¿Pero qué normas?, si estamos gobernados por personas que no saben hacer la 'o' con un canuto, lógico que pidamos la dimisión de este Gobierno”, le trataba de explicar una señora mayor a un policía.
Un hombre llamado Joaquín es otro de los habituales cada día a la misma hora. Dice que no cree en el sistema democrático, “ni en la Constitución ni en los borbones”. “Yo soy franquista, y como yo, mucha gente”, comenta.
La multitud se mantuvo en número al de fechas anteriores aunque algunos vecinos advierten de la llegada de personas que no son del barrio. “Me he encontrado a unas amigas que no viven aquí”, decía una mujer que vive en la calle Ayala.