Ada Colau fue una alcaldesa muy criticada pero con una línea de actuación reconocible. Salvo, tal vez, con respecto al 'procés', que primero respaldó para ir distanciándose paulatinamente ante su declive. Sin embargo, el actual regidor, el socialista Jaume Collboni, mantiene en algunos aspectos de su gestión un rumbo errático que le ha valido reproches transversales. Es el caso, por ejemplo, de su política lingüística, que, deudora del nacionalismo, ha sido criticada tanto por el constitucionalismo —por vetar el castellano en la Administración— como por el secesionismo —por su supuesta tibieza en la imposición del catalán—.
Esta capacidad para granjearse el rechazo de distintos actores ideológicos ha vuelto a ponerse de manifiesto esta semana. La Comunidad de Palestina de Cataluña ha anunciado que no aceptará la Medalla de Honor de Barcelona si es Collboni quien se la entrega —pero sí lo hará de manos de cualquier otro concejal—. Y es que el colectivo sostiene que no está dispuesto a fotografiarse "junto a un alcalde que no ha trabajado por los valores que dice defender con este reconocimiento". En este sentido, le reprochan el hermanamiento de la ciudad con Tel-Aviv o no haber aprovechado la Copa América para denunciar ante el mundo el "genocidio en Gaza".
La respuesta resulta llamativa si se tiene en cuenta que fue el Ejecutivo socialista el que aprobó este reconocimiento el pasado mes de julio. El PSC y sus socios adujeron que el "compromiso con los derechos humanos" de la comunidad palestina había contribuido a la construcción de una Barcelona "abierta, solidaria y fraterna". Pero, como se ha visto, el galardón no ha bastado para que dicha entidad se congracie con el líder socialista. A este distanciamiento se le suma, además, al que mantiene con Israel desde que éste lanzó su ofensiva militar en Gaza tras los atentados de Hamás del 7-O.
Un hermanamiento de ida y vuelta
Pero los bandazos de Collboni sobre la cuestión se remontan a la época en la que se encontraba en la oposición. En febrero de 2023, el Ejecutivo de Colau suspendió el hermanamiento de la Ciudad Condal con Tel Aviv por su "violación sistemática de los derechos humanos" contra la población palestina, resolución que contó con los votos del PSC. No obstante, hace un año, y tan solo dos meses después de haber accedido a la alcaldía, Collboni promulgó un decreto para retomar dicho hermanamiento. El gobierno municipal lo justificó argumentado que la ciudad representaba "lo mejor de los valores progresistas de Israel" al tiempo que subrayaba su compromiso con el sufrimiento palestino.
Con ello, el Ejecutivo marcaba perfil centrista frente a su predecesora y trataba de restablecer la imagen institucional del consistorio. Pero ésta no duro mucho. Tras la masacre perpetrada por Hamás y la dura respuesta israelí, Collboni manifestó en X que resultaba compatible condenar con la "misma claridad y contundencia" ambos hechos. Equidistancia que tensó la relación con su homólogo en Tel Aviv Ron Huldai, que le reprochó que no había margen de comparación entre las "horribles masacres" cometidas por una organización terrorista como Hamás y la "autodefensa" llevada a cabo por una democracia como Israel.
La relación se truncó en noviembre de ese año, cuando PSC, comunes y Esquerra Republicana votaron interrumpir la comunicación con el Gobierno de Israel hasta que no se produjese en Gaza un "alto el fuego definitivo". Y la declaración institucional realizada por el consistorio el pasado abril en reconocimiento de un Estado Palestino —en consonancia con la postura adoptada por Pedro Sánchez— terminó de volar los puentes con Tel-Aviv. Sin olvidar a la comunidad judía en Barcelona (CIB), que le recriminó entonces a Collboni discriminarla en favor de la palestina. Eso sí, el CIB mostró su despiste al alegar que Israel estaba destinada a entenderse con Cataluña porque ambos defendían el "derecho a la autodeterminación".