España

Diego de Polanco, el primer divulgador de los afamados quesos de Canarias en la Península

En 1553 el empresario burgalés inició el camino de las complejidades comerciales de un Atlántico en permanente transformación

  • Zona urbana de Gáldar, Gran Canaria -

Historiadores y otros expertos europeos y americanos no se ponen de acuerdo sobre el carácter de enclave estratégico fundamental para las potencias que tuvo Canarias en siglos pasados y las repercusiones de ese negocio en el desarrollo económico y social a uno y otro lado del Atlántico. Los afamados quesos de Canarias ya figuran en la lista de la compra de Cristóbal Colón cuando fue al Nuevo Mundo en septiembre de 1492 ubicado un punto de la tierra fértil de Gáldar, en Gran Canaria. Pero, ¿y a la Península? Se sabe que fue en 1553 por un dato financiero: la mercancía iba asegurada en caso de echarse a perder. Este 2024 los quesos canarios han obtenido un total de 49 premios en el World Cheese Awards, el certamen internacional más prestigioso del sector, en el que las producciones del archipiélago han cosechado dos super oros, tres oros, 19 platas y 25 bronces entre 4.786 quesos. Gran Canaria resultó ser la más premiada con un total de 17 medallas, seguida con 11 por Lanzarote y Tenerife con 13 metales. Cinco medallas fueron para los quesos de Fuerteventura, dos para los de La Palma y una medalla para una producción de El Hierro.

El burgalés Diego de Polanco, destacado comerciante de su tiempo, mantuvo una relación especialmente estrecha con las islas Canarias, desempeñando un papel clave en el comercio atlántico de mediados del siglo XVI. Una de sus primeras actividades documentadas tuvo lugar en febrero de 1553, cuando fletó la carabela Santo Antonio, cuyo maestre, el tinerfeño Esteban Pérez, se comprometió a transportar ropas y mercancías desde Sevilla hasta Gran Canaria. Este mismo Pérez, poco después, debía entregar 177 reales a Juan de Polanco, presumiblemente hermano de Diego, y a Lesmes de Miranda, un influyente mercader judeoconverso de origen burgalés. Las conexiones de Polanco con Miranda y otros comerciantes se reflejan en transacciones como la venta de 273 quesos de Canarias al frutero gaditano Juan de Zafra, evidenciando la dinámica comercial con las islas. Entre sus asociados también figuraban figuras como Juan Codina, mercader catalán residente en La Palma, con quien gestionó importaciones de azúcar y cueros canarios.

Además de estas relaciones mercantiles, Diego de Polanco también tuvo vínculos con figuras prominentes del archipiélago. En mayo de 1553, Rodrigo Manrique de Acuña, gobernador de Gran Canaria, lo apoderó para gestionar la recepción de artillería y materiales bélicos enviados por Hernando de la Fuente Velluga. Este envío, posiblemente parte del botín de guerra capturado en enfrentamientos contra los franceses, subraya la participación de Polanco en operaciones de gran envergadura, ampliando su esfera de influencia más allá del comercio convencional, señala Rafael M. Girón Pascual, profesor de la Universidad de Córdoba.

Entre 1556 y 1559, Polanco también recibió significativas cantidades de azúcar canario de la compañía formada por Francisco Manrique y Antonio Montesa, factores del influyente mercader burgalés Jerónimo de Salamanca, lo que sugiere su posible rol como representante de este último en la región. El profesor Manuel Lobo recuerda que los burgaleses "de igual manera se interesaron por los negocios y tratos comerciales que ponían a Canarias en contacto con Europa, a través del azúcar, negociando tanto el producto en los puertos andaluces de Cádiz y Sevilla como en los europeos de Amberes y Ruán". Estos comerciantes colocaron los productos de las islas Canarias en plazas como Cádiz, Sevilla, Francia y Flandes por personas de apellidos ilustres como los Ruiz, los Salamanca, Espinosa, Antonio de Pesquera, Pedro de la Hoz y Gaspar de Sandovalo  Miguel de Salamanca.

En el ámbito personal, Polanco contrajo matrimonio con Leonor de Ribas, viuda de Pedro de Cairasco, miembro de una prominente familia de comerciantes asentados en Gran Canaria. Aunque el matrimonio no dejó descendencia, fortaleció los vínculos de Polanco con la notable red mercantil de los Cairasco. Por ejemplo, en 1554, el regidor Constantín Cairasco recurrió a Polanco como intermediario para gestionar pagos en Cádiz relacionados con la adquisición de felpa y servicios de un trapero y un sastre. Estos matrimonios estratégicos, habituales entre mercaderes, servían para consolidar relaciones comerciales preexistentes, transformando alianzas empresariales en lazos familiares que facilitaban la expansión de las redes de negocios. En conjunto, la trayectoria de Polanco ilustra la complejidad y el alcance del comercio atlántico en el siglo XVI, donde las islas Canarias desempeñaron un papel central como puente entre continentes.

En 1565, Diego de Polanco se convierte en una figura central del comercio transatlántico al ser nombrado apoderado del influyente burgalés Pedro de Tamayo, contino de Su Majestad. Su labor lo conecta de inmediato con destacados actores del ámbito canario, como Gaspar Fonte de Ferrara y Francisco de Rojas, escribano del cabildo de Tenerife, además de los palmeros Luis Martínez de Miranda y Cristóbal de Espinosa. Sin embargo, Polanco no se detiene allí: con rapidez y audacia, otorga poder a Fonte y Rojas para gestionar una operación crucial, el cobro de lo obtenido por Juan de Alcalá, comerciante tinerfeño encargado de vender ciertas mercancías en las Indias.

La estrategia de Polanco brilla al reforzar esta operación con nuevos apoderados, incluyendo al arcediano don Juan Salvago y a Baltasar de Armas, prominentes residentes de Gran Canaria. Este movimiento demuestra no solo su capacidad de diversificar contactos estratégicos, sino también de construir redes sólidas que conectan las islas Canarias con los principales núcleos del comercio atlántico. La última hazaña documentada de este astuto mercader en las islas es digna de su trayectoria: en 1566 asegura un cargamento de azúcares, propiedad de los baezanos Luis de Quesada y Juan de Molina, para el trayecto entre Gran Canaria y Cádiz. Este acto no solo subraya la importancia del azúcar canario en las rutas comerciales del siglo XVI, sino también el protagonismo de Polanco como gestor de riesgos y arquitecto de intercambios que conectaron las economías isleñas con el resto del mundo. Su legado es el de un visionario que supo navegar las complejidades de un Atlántico en plena transformación.

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