La erupción del volcán de Cumbre Vieja y la colada de lava que se dirige hacia la costa oeste de La Palma ha encendido varios fuegos a su paso, lo que ayuda a reconstruir su recorrido.
El mapa que se muestra abajo, elaborado con el programa Copernicus de la Unión Europea, muestra el trazado que ha seguido la lava desde la erupción del pasado domingo. De momento, ya ha cubierto al menos 153 hectáreas de terreno y arrasado 185 edificaciones. Cada punto rojo es un edificio destruido o dañado según la clasificación de esta fuente.
A medida que pasan los días la situación en las zonas aledañas al volcán se hace más difícil, sobre todo para las 5.700 personas evacuadas hasta el momento.
Otro de los grandes problemas que conlleva la erupción es la gran cantidad de ceniza y de humo que hace que cada día se estén emitiendo a la atmósfera entre 6.140 y 11.500 toneladas de dióxido de azufre (SO2), según las mediciones realizadas por el Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan). El dióxido de azufre es un gas irritante y tóxico cuya concentración durante cortos periodos de tiempo resulta muy perjudicial para los ecosistemas y para la salud, ya que puede irritar el tracto respiratorio, causar bronquitis, reacciones asmáticas, espasmos reflejos, parada respiratoria y congestionar los conductos bronquiales de los asmáticos.
Mientras tanto, siguen tratando de averiguar el tiempo que tardará el volcán en dejar de estar en erupción. De momento, creen que podría seguir expulsando lava al menos hasta noviembre o incluso llegar a diciembre.
El comité científico que asesora al gabinete de crisis ha calculado en 200 metros por hora la velocidad con la que avanza la lava en su camino hacia el mar y además estima que la deformación del suelo en la zona próxima a la erupción asciende a los 28 centímetros.
Respecto al dispositivo que trabaja por turnos en las labores de ayuda, está formado por 743 efectivos de seguridad y emergencias de las distintas administraciones.
A ellos se suman decenas de científicos y expertos que a diario toman de muestras de ceniza, lava y gases y realizan inspecciones de campo y observaciones mediante drones para comprobar la evolución de la actividad del volcán y tratar de averiguar cuanto tiempo se prolongará esta catástrofe.