María Jesús Montero será, previsiblemente, la quinta ministra del Gobierno que tomará las riendas de una sucursal autonómica del PSOE. Fuentes socialistas consultadas por este diario reconocen que el desembarco de la vicepresidenta primera y número dos de Ferraz en Andalucía ha sumido a buena parte del partido en el desconcierto, porque el mensaje político que emite Moncloa es contradictorio. Estas mismas fuentes dudan de que Montero sea capaz de sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado, por mucho que su entorno asegure que va a por todas. Es más, algunas de estas fuentes señalan que tendrá imposible seguir negociando con los grupos independentistas y seguir cediendo para conseguir dar luz verde a unas cuentas, puesto que el electorado andaluz es terriblemente sensible al agravio que sienten con cada logro secesionista. En las filas del partido se extiende una bruma que impide ver con claridad el futuro. "No sabemos qué va a pasar con la Legislatura", concede un cargo del partido.
Algunos socialistas, además, dudan de la viabilidad de la operación orquestada por el presidente del Gobierno de llevar a las principales federaciones socialistas del país a sus primeros espadas en el Consejo de Ministros, porque la ven plagada de riesgos. Tras el estrepitoso golpe de las elecciones municipales y autonómicas de 2023, Sánchez cortó de raiz cualquier debate interno sobre los motivos de aquella sangría que costó siete ejecutivos autonómicos. El PSOE solo retuvo (y con dificultad) Castilla-La Mancha, Asturias y Navarra. Pero el adelanto de las elecciones generales del 23 de julio movilizó al partido en torno al líder, que logró resistir mejor de lo previsto gracias a la alerta ultra que lanzó desde el mismo momento en que anunció la llamada a las urnas, tan solo 24 después del golpe de las municipales.
Sánchez ganó así su particular partida de ajedrez contra algunas federaciones socialistas, como la aragonesa, capitaneada aún por Javier Lambán. El líder socialista sabe mejor que nadie que los barones de su partido constituyen un fuerte contrapeso político. Por eso, tras la masacre de mayo de 2023, el secretario general solo ha tenido que esperar para hacer y deshacer a su antojo. Ahora bien, si sus apuestas pierden, Sánchez quedará marcado y se podrá hacer la lectura de un rechazo de los ciudadanos a él y a sus políticas, sobre todo en las comunidades autónomas en las que la agenda nacional tiene más peso, como Madrid, las dos Castillas, Aragón y Extremadura.
Y es que no se entiende el funcionamiento interno del PSOE sin sus federaciones. Pedro Sánchez ha ejercido en estos años desde su llegada al poder un liderazgo vertical que ha conseguido contrarrestar la influencia de las sucursales socialistas de España. Pero el pacto fiscal suscrito entre el Gobierno y ERC para Cataluña las removió. Es más, las aterrorizó por sus consecuencias. Montero, que presentó este jueves su candidatura a la secretaría general del PSOE andaluz, quiere aprobar los Presupuestos antes de dedicarse por completo a su tierra. Su idea es emplearse a fondo en este trimestre, pero sabe que lo tiene muy difícil porque la situación política está polarizada a un nivel sin apenas precedentes. En cualquier caso, Montero no descarta retrasarse más allá de marzo. Pero consciente de que irse más lejos de ese mes será la tumba de las cuentas de 2025 y de su capital político.
En verdad, el enfado de los militantes y cargos intermedios del socialismo andaluz con el pacto y con su exconsejera de Hacienda es monumental. El propio Juan Espadas, obligado a no criticarlo abiertamente, ya fue tibio al conocerse cuando advirtió que los andaluces no deben ser menos. Aunque poco después le dio un voto de confianza a la espera de las explicaciones de la cúpula federal de su partido. Estas no llegaron, y se resolvieron en el Congreso Federal en una declaración tan ambigua que todas las sensibilidades sobre la financiación autonómica tenían cabida. Ahora, Montero blande la bandera verdiblanca y defiende un modelo de financiación singular para Andalucía, su carta de presentación para templar a un partido sumido en la desazón por la política de Moncloa. La lógica tras eso es que lo que sirve para Cataluña también sirve para Andalucía. Y espera que le sirva.
En Ferraz hace tiempo que se agarraron al "cambio sociológico" para explicar por qué Andalucía ha conectado con el azul del PP. "No son los mismos andaluces los de ahora que los de hace 20 años", reflexionan en la ejecutiva federal del partido. El problema que tiene el PSOE es que no es capaz de precisar cómo recuperará esa masa de votantes que hoy saluda a Juan Manuel Moreno con devoción. Es más, venden el derrumbe de Ciudadanos de hace tres años, que perdió sus 21 escaños, como la constatación de que lo que ha hecho el PP ha sido volver a aglutinar a la derecha "en su casa común".
María Jesús Montero es la todopoderosa mano derecha de Pedro Sánchez. La titular de Hacienda ha aglutinado un gran poder en los últimos años. No solo lidera el ministerio que reparte los fondos para todos los demás, sino que es vicepresidenta primera (lo que significa que preside el Consejo de Ministros cuando falta el presidente). Además es la número dos del PSOE. El líder socialista ha hecho de ella lo que Felipe González hizo de Alfonso Guerra. Y su condición para cruzar Despeñaperros es no ceder ni un ápice de su enorme poder institucional y político en partido. Sánchez pescó a la ministra de Hacienda en 2018. Entonces llevaba cinco años trabajando en la Consejería de Hacienda a las órdenes de la expresidente (y actual senadora Susana Díaz). Pero ya estuvo en los gabinetes de José Antonio Griñán y Manuel Chaves, a quienes reivindicó este jueves. Montero, como la mayoría de los miembros de la federación andaluza en aquellos tiempos, era 'susanista'. Pero no tenía apenas peso orgánico. En estos años, Montero se ha ganado la confianza del secretario general del PSOE a base de negociaciones exitosas con un parlamento fragmentado.
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