Política

La comida de Aznar y sus lugartenientes antes de arrasar en las urnas: "Ninguno esperábamos ese resultado"

Hablan para Vozpópuli: Aznar, Rajoy, Feijóo, Ana Botella, Arenas, Rato, Álvarez-Cascos, Mayor Oreja, Carlos Aragonés, Javier Zarzalejos y José Mª Michavila

  • El balcón de Génova en la noche electoral del 2.000 -

Domingo, 12 de marzo. Año cero del segundo milenio. Madrid. El recuento electoral acaba de marcar una cifra casi inverosímil y Alonso, un niño de doce años, la corea por los pasillos del palacio de la Moncloa: “Ciento ochenta y tres, ciento ochenta y tres, ciento ochenta y tres”. Es el resultado que su padre, José María Aznar, acaba de cosechar en las urnas. “Una victoria sin muros”, resume el autor de aquella gesta en declaraciones a Vozpópuli. 

“Estábamos ante un hecho histórico, era la primera mayoría absoluta del centro derecha en España”, ensalza quien dirigió la campaña electoral: Mariano Rajoy. “El éxito se basó, ante todo, en la buena gestión de los cuatro años de gobierno. Pero la campaña ayudó, porque fue ordenada y pulcra, todo estuvo siempre bajo control. Además, deliberadamente se descartó cualquier tentación triunfalista”. En ningún momento, asegura, “se dio por hecha la mayoría absoluta”. Más bien, “se mantuvo la movilización hasta el final”. 

Para Alberto Núñez Feijóo, la mayoría absoluta del 2.000 fue “uno de los momentos políticos más relevantes” tanto de la formación que encabeza como de España: “Yo estaba al frente del Insalud y no pude más que sentirme reconfortado. Supuso un vuelco electoral sin precedentes, porque la suma de voto del PP superó a la de la izquierda, una situación inédita hasta ese momento”. 

El actual presidente del primer partido de nuestro país ve en “la victoria arrolladora de Aznar el triunfo de la convivencia, de la unión frente a la división”. Los españoles, dice, “confiaron en la gestión eficaz y en un proyecto reformista de mayorías. Aznar aglutinó una mayoría social, España fue respetada en el mundo y se habló del milagro económico”. Y todo a través de una “unidad del centroderecha” que, ahora más que nunca, Feijóo trata de abanderar. “Ese espíritu nos guía en el día a día para superar esta etapa en la que se da la espalda a la mayoría y se trabaja al dictado de las minorías excluyentes”. 

Aunque la efeméride ha pasado casi por alto, esta semana, concretamente el miércoles, se cumplieron dos décadas y media desde que los españoles catapultaron al Partido Popular en unas elecciones. Un punto de inflexión en la historia del centroderecha en nuestro país. Una victoria que ni siquiera sus propios protagonistas llegaron a pronosticar. Tan solo hubo un militar, aficionado a la estadística, que pronunció a su hermano -que trabajaba con Aznar- las palabritas mágicas: “Mayoría absoluta”. 

El molino de Rato

La cifra que el pequeño Alonso corea por la residencia del jefe del Ejecutivo en la noche de los comicios es una quimera en la jornada de reflexión, cuando los lugartenientes de su padre se vuelven a reunir en el Molino de Carabaña, la casa de campo que Rodrigo Rato tiene a las afueras de la capital. Un lugar talismán.

Es el último encuentro que celebran en vísperas de unas elecciones. “Ninguno esperábamos ese resultado”, sostiene Jaime Mayor Oreja. Una afirmación que comparte un nostálgico Rato, que limpia el polvo de la estantería de los recuerdos. “Durante muchos años tuvimos una costumbre muy bonita. El día antes de las elecciones, en la jornada de reflexión, hacíamos una comida en mi casa. Teníamos buen rollo entre muchos, había un espíritu muy bonito de compañerismo, de amistad. conocíamos a nuestras familias. Teníamos la teoría de que nos daba suerte, aunque algunas veces nos daba más suerte que otras”. 

En las distintas fotos de familia que todavía se conservan de aquellos encuentros aparecen: Aznar y Ana Botella, Rajoy, Rato, Javier Arenas, Francisco Álvarez-Cascos, Loyola de Palacio –en ocasiones acompañada por su hermana Ana-, Mayor Oreja y Federico Trillo, que no siempre participó. 

Durante el almuerzo en Carabaña se palpa el optimismo. Hay ilusión. También vértigo. Hasta el rabo todo es toro. Y como dice otro de los asistentes, “vender la piel del oso antes de cazarlo da una pésima suerte”. Por tanto, no hubo brindis ni nada parecido. Se pone el sol y los convidados regresan a sus hogares con un cóctel de contradicciones: la convicción segura de que el PP no tendrá problema en alzarse con el primer puesto del podio y los miedos de quienes saben que en democracia la última palabra la tiene el pueblo soberano. El CIS del 4 de marzo ha otorgado una horquilla de entre 163 y 168 diputados. 

A la mañana siguiente, José María Aznar y Ana Botella acuden a votar al colegio Nuestra Señora del Buen Consejo. La suerte está echada. A mediodía, minutos antes de empezar a comer en la Moncloa, suena el teléfono. Es Javier Zarzalejos. La primera persona que confirma lo que está a punto de suceder. Lo narra Ana Botella: “En las elecciones, siempre, a la hora de comer, a las dos, te llaman para decirte cómo van las encuestas de las salidas de los colegios, y ahí ya nos dijeron que estábamos en la mayoría absoluta”. 

La querella del PSOE 

Cerrrados los colegios electorales, Mayor Oreja, ministro del Interior, se encuentra en el centro de coordinación de datos, la fragua donde se calienta, mesa a mesa, el resultado final. Salen a la luz las israelitas y el ministro recibe una llamada de Ciprià Císcar, número dos del PSOE. “Me dijo: ‘Oye, estáis danto unos resultados… yo quiero decirte que suena a manipulación los datos que estáis citando y estamos pensando presentarte una querella criminal mañana por la mañana’”. Mayor Oreja hace oídos sordos y responde: “Pues el escrutinio de las primeras mesas nos da que vamos a tener más de 180 diputados”. 

A esa misma hora, Aznar ya está en Génova. Ha llegado después de las ocho y sigue el conteo de votos en su despacho, un lugar “muy anárquico, que no era muy formal, no había un protocolo férreo” -describe uno de los allí presentes-, por el que entran y salen sus principales colaboradores, ministros, familiares y amigos, como el empresario y coleccionista de arte Juan Abelló. Cuando el marcador apunta a los 183 diputados, la imagen es la siguiente: Aznar, de carácter más bien serio, no deja de sonreír. Está sentado, se recuesta sobre el respaldo de la silla, pone los pies en lo alto de un cajón, y se fuma un puro. Con satisfacción. 

Es la primera y única que vez que un partido en el gobierno pasa de una mayoría simple -de 154 diputados- a una mayoría absoluta incontestable. 183. Un salto que consolida al PP de forma definitiva. Su número dos por Madrid, Rato, contempla la escena: “Le recuerdo muy contento, los años de Felipe fueron muy duros, era un competidor bueno y cabrón, todo mezclado. Aznar tuvo que aguantar mucho, fue difícil. Entonces, los cuatro años en minoría se los curró, aquella noche fue un reconocimiento de que el votante le daba una confianza total”.

El bullicio de las miles de personas que rodean el número 13 de la calle Génova se percibe hasta en la planta noble, la séptima. El éxtasis hace tiempo que se ha apoderado de la multitud. En la primera planta, esta vez sí, se ha montado un balcón en condiciones. Cuando el reloj marca las diez de la noche, irrumpe Aznar con su mujer, que viste de blanco. “Fue de los momentos más impresionantes, con la gente abajo, realmente maravilloso”, recuerda Ana Botella. 

Al instante, aparecen Rajoy, Rato y Arenas. Toma la palabra Aznar. “¡Buenas noches!”. La multitud reacciona, enardecida. “Os pido, por favor, unos minutos de atención. Quiero que mis primeras palabras en esta noche, que es una noche de alegría, y mi primer pensamiento es para todos los españoles para…”, corta el griterío, ‘oeeeee’. Prosigue Aznar: “Para todos los españoles, los que más han contribuido a que nuestra democracia sea mejor. Y han contribuido y han hecho posible una gran fiesta democrática en España”. El público enloquece. Grita ‘torero, torero, torero’. Después, la celebración se prolonga hasta la madrugada en un hotel en la Plaza de Castilla. 

Los ingredientes de la mayoría absoluta 

Hasta el 12 de marzo se llega después de cuatro años de gobierno. La mayoría absoluta como consecuencia última de un “proceso” de transformación que, según Javier Zarzalejos, secretario general de Presidencia, es “un proyecto de modernización de la derecha absolutamente inédito en España”. 

Para quien hoy es eurodiputado y dirige Faes, la fundación que preside Aznar, lo sucedido en el año 2.000 se explica de la siguiente manera: “Había un proyecto para España y el gran cambio que se produce es que el centro se hace el gran espacio político, todo converge en el centro”. Además: “El PP se consolida como proyecto político, de gestión y como proyecto de proyección internacional. Hay una estrechísima relación con Clinton, y un papel en la Unión Europea que si no entramos en el euro no hubiésemos pintado nada”. Por otro lado, se aplica “un programa de reforma económica, liberalización de la economía y despliegue de las potencialidades de la economía española”. 

Comparte el análisis Javier Arenas, ministro de Trabajo hasta 1999, cuando pasó a ocupar la secretaría general del PP: “No se puede hablar de una clave, hay varias. La primera, alguna gente, algunas personas, o muchas, opinan que el Gobierno del presidente Aznar del 96 fue el mejor de la democracia. Tenía un nivel de calidad bastante alta. Luego, una política económica muy eficaz, con un diálogo social permanente. En total, alcanzamos once acuerdos con sindicatos y empresarios, incluidas una reforma laboral y de pensiones”. Y, por encima de todo, “el liderazgo de Aznar”

Otros factores que destacan las principales personas que rodearon a Aznar en su transitar hacia la mayoría absoluta: la lucha antiterrorista y… el declive del PSOE de Joaquín Almunia, que apostó por una alianza con Izquierda Unida que desconcertó a su electorado. 

“Tanto como el voto económico, fue clave que no hubiese a la izquierda un rival atractivo electoral, sólo administradores de transición en el cartel socialista y en el comunista para movilizar a los rojos contra el feo de Aznar, que había demostrado que no se comía a nadie, salvo a ETA”, apunta Carlos Aragonés Mendiguchía, guionista de los ocho años de Aznar en la Moncloa como jefe de gabinete. 

Días antes de las elecciones, la banda terrorista asesinó al socialista Fernando Buesa. Antes, hizo lo propio con otros nombres propios del PP: Alberto y Ascen Jiménez Becerril, Miguel Ángel Blanco, Gregorio Ordóñez. Hasta lo intentó con Aznar. “Fue muy reconocida esa manera de luchar contra ETA, que es la única y no se había ensayado del todo en democracia. La ley, sólo la ley y nada más que la ley”, apostilla Mayor Oreja.  

A juicio de Francisco Álvarez-Cascos, vicepresidente y antaño secretario general, hay otro elemento que determina la victoria: el papel del Parlamento –por contra de lo que hoy pueda parecer, a tenor del relato que escribe la izquierda-. Para poder gobernar en minoría, se sellaron acuerdos con Coalición Canaria, el PNV y CiU. Rajoy se encargó del primero, Mayor Oreja del segundo y Rato del tercero. Cascos, que portaba la cartera de Presidencia, llevó la interlocución con todos los grupos.

Años más tarde, el Gobierno de Pedro Sánchez se parapeta en las alianzas de Aznar para justificar sus cesiones interminables al independentismo. Cascos matiza: “Eran acuerdos para construir. Estábamos haciendo una política de Estado compatible con un diálogo con fuerzas de naturaleza distinta. La diferencia es que hacíamos una política de construcción del Estado, ellos hacen una política de destrucción del Estado”. 

José María Michavila, secretario de Estado de Relaciones con las Cortes, luego ministro de Justicia y uno de los colaboradores más próximos a Aznar, añade: “El contraste es que Aznar se preparó para gobernar bien, diseñó un proyecto, política con proyecto, con ideas y con equipos potentes. Se rodeó de los mejores. Benefició a España en todo su conjunto, por eso el PP tuvo buenísimos resultados en todos los territorios”. Fue su hermano, un comandante de Artillería llamado Narciso, que empezaba a hacer sus pinitos en el campo de la demoscopia, el único que pronosticó la mayoría absoluta. 

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