Aunque en Europa se está produciendo un retroceso de los productos transgénicos, España sigue la tendencia contraria. Desde hace años, nuestros país es líder en este tipo de cultivos, que en 2013 han marcado un récord de producción al superar de largo las 130.000 hectáreas.
Según los últimos datos, publicados esta semana por la Fundación Antama, los cultivos transgénicos han aumentado un 18% en nuestro país en el último año, al pasar de las 116.306 hectáreas de 2012 a 136.962 este año. Desde que este tipo de cultivos llegaron a España, en 1998, han aumentado un 83%.
Hasta la fecha, la Unión Europea sólo autoriza el cultivo de la patata Amflora, que ya no se cultiva por falta de demanda, y del maíz MON810, destinado a la fabricación de piensos para ganado. Según los datos de la Fundación Antama, este maíz modificado genéticamente para resistir a la plaga del taladro ya representan el 32% respecto a la producción total de maíz en nuestro país.
Para Antama, “el aumento sostenido de cultivo de maíz modificado genéticamente confirma un año más la confianza de los agricultores españoles en estas variedades”. Como principal ventaja, sostiene que “permiten incrementar la producción del cultivo de forma sostenible reduciendo el consumo de recursos” y que “hacen la actividad agrícola más rentable y competitiva”.
“Se estima que si los agricultores europeos pudieran cultivar las variedades modificadas genéticamente aprobadas en los países competidores podrían tener un ingreso adicional de entre 443 y 929 millones de euros al año”, sostiene la Fundación.
España, la excepción en Europa
En los cultivos transgénicos, como en otros aspectos, España va a contracorriente de la Unión Europea. A mediados de julio, Monsanto anunció la retirada de todas las peticiones en la UE ante el rechazo hacia este tipo de productos. La compañía se quejaba entonces de las trabas legales y de la falta de apoyo político.
Ocho estados de la UE han dicho no al cultivo de transgénicos (Bélgica, Gran Bretaña, Bulgaria, Francia, Alemania, Irlanda, Polonia y Eslovaquia). Un enorme contraste con el aumento que han experimentado en España que, además acoge el 85% de los cultivos del maíz transgénico MON810 producido en el entorno comunitario, según datos de 2011 (los últimos disponibles) proporcionados a Vozpópuli por Amigos de la Tierra Europa. Greenpeace, que maneja datos más actuales, sitúa este porcentaje en el 90%.
¿Por qué tiene tanto peso España en el total europeo? La primera razón es que “en España el taladro es una plaga importante por el clima”, explican a Vozpópuli desde Amigos de la Tierra, lo que hace que sea un mercado más fácil para introducir este producto. El segundo motivo es que hay “una posición claramente en favor de la industria biotecnológica”, ya que la legislación no es tan dura al respecto como en otros países.
Un ejemplo de la “dejadez” con que se está tratando en España este tema es que la autorización para cultivar el MON810 en nuestro país expiró en 2008, pero desde entonces ha aumentado casi un 73%. Greenpeace ya interpuso una denuncia ante la Comisión Europea por esta irregularidad, aunque aún no se ha emitido ninguna resolución. “La autorización europea para la variedad que se siembra en España acabó hace cinco años, por lo que estamos sembrando una variedad que se autorizó por una normativa europea que ya no está vigente”, apuntan desde Ecologistas en Acción. “La denuncia de Greenpeace es un paso importante”, indican desde Amigos de la Tierra, organización que considera que “España no traspone la normativa europea adecuadamente”.
Falta de transparencia
Tanto Amigos de la Tierra como Ecologistas en Acción coinciden en que hay una “falta de transparencia” con los transgénicos en España, empezando por los datos. “Las estimaciones del Ministerio de Agricultura sobre estos cultivos se basan en datos de venta de semillas proporcionados por la propia industria”, indican a Vozpópuli fuentes de Ecologistas en Acción, y añaden que “los datos que da el Ministerio no concuerdan mucho con los de las comunidades autónomas”. “Tenemos reservas sobre los datos, porque sospechamos que son menores”, indican desde Amigos de la Tierra.
Estas organizaciones tampoco confían en los datos que proporciona la Comisión Europea, procedentes del informe anual de la compañía Monsanto, y que el último año sólo estaba disponible en descarga de pago. “Las empresas que venden estas variedades están obligadas a hacer un seguimiento, que no está disponible aunque el Ministerio de Agricultura dice que son públicos”, denuncia Ecologistas en Acción.
La normativa europea también obliga a crear un registro de los campos en los que se cultiva el maíz modificado genéticamente, punto que tampoco se cumple en nuestro país. No obstante, sí que existe un registro de los campos experimentales, ya que una sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea obliga a publicar esta información. “España es el paraíso europeo de la experimentación transgénica al aire libre con el 67%”, indica Amigos de la Tierra.
Otro caballo de batalla de las organizaciones ecologistas contra los productos transgénicos es el etiquetado. La normativa obliga a indicar si un alimento contiene transgénicos cuando estos superan el 1% de la composición. No obstante, como el MON810 se destina a pienso para ganado, estrictamente no forma parte de la composición de los productos que consumimos, aunque sí llegan a los supermercados carne, lácteos o huevos de animales alimentados con este pienso. “El pienso se etiqueta pero los animales que los han comido no”, señalan las fuentes consultadas por Vozpópuli.
“Estamos ante un problema anunciado. Cuando siembras a gran escala una variedad de insecticida, los insectos adquieren inmunidad. En algunos países los insectos ya son resistentes a los cultivos transgénicos”, apuntan desde Ecologistas en Acción, que califican la experimentación con especies cada vez más agresivas contra las plagas como una “huida hacia adelante”.