Durante la Guerra de Conquista de Gran Canaria (1478-1483), los aborígenes canarios resistieron ferozmente el avance de las tropas castellanas, refugiándose en la escarpada Caldera de Tejeda, la misma que Miguel de Unamuno describió en un viaje que hizo en burro en 1910 como "tempestad petrificada". En 1482, Pedro de Vera, gobernador de la isla, organizó una gran ofensiva para someter a los últimos focos de resistencia, contando con refuerzos de la Corona de Castilla, entre ellos un contingente de ballesteros vascos liderados por Juan de Muxica.
Los antiguos canarios se llevaron por delante a 300 ballesteros a los que la puntería de sus flechas no les sirvió de nada. Las crónicas de Abreu Galindo da detalles del refuerzo militar enviado a Gran Canaria para doblegar a los canarios: "Dos compañías de jinetes una de ballesteros, además de los 200 que había reclutado Muxica, de las que venían con Esteban de Junqueras, con 150 ballesteros y el capitán Pedro de Santiesteban con 30 jinetes y el capitán Cristóbal de Medina con 25 jinetes, los cuales embarcaron en San Lucas de Barrameda en cinco navíos".
El arqueólogo canario Julio Cuenca Sanabria ha pedido al Gobierno vasco, ante la carencia fondos que tiene en la isla, recuperar la historia y estudiar los restos mortales que encuentran en Ajodar, un espacio que es Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco y, por tanto, sin carga política "sino para estudiar, sin ánimo revanchista, en absoluto, es arqueología, saber de su tecnología, hasta la calidad del agua que bebían, que hoy se puede saber, identificar el espacio, y señalar para su cuidado, no extraer nada, sería sumamente interesante máxime cuando se cuenta con la protección de la Unesco, pero a mi petición de que colaboren no han respondido nunca".
El PNV, que está hermanado con Coalición Canaria, y EH Bildu, que forma parte de una alianza de partidos de izquierdas con Nueva Canarias, no responden por una razón: no quieren admitir que hubo vascos con Castilla en la Conquista de Canarias. En ese territorio insular las tropas castellanas procedentes de Vizcaya estaban en desventaja y subestimaron a los isleños. Al ser una tierra escabrosa, caracterizada por profundos barrancos y grandes montañas y roques inaccesibles, cubiertos además por espesos bosques, "ni la caballería podía actuar, ni tampoco la infantería, que fueron presa fácil de los canarios, conocedores del territorio y de técnicas de guerrilla que resultaron letales para los intentos de Pedro de Vera, por acabar cuanto antes con la conquista de esta isla", señala a Vozpópuli Julio Cuenca.
Plano de la zona donde están ubicados los restos de 300 vizcaínos que perdieron la vida en una emboscada guanche en la Conquista de Canarias
¿Qué quiere estudiar Cuenca? "Lo primero sería intentar localizar el escenario de la matanza, donde la tropa de Miguel de Muxica cayó en la trampa que le tendieron los canarios. Las crónicas repiten que el ejército castellano, una vez al pie de la montaña-fortaleza, se dividió en dos cuerpos, uno al mando de Miguel de Muxica, formado íntegramente por ballesteros, que iban en la vanguardia para defenderles la vista de los que iban subiendo". La otra parte del ejército formado por el Tercio Viejo, se situó donde había un sendero por donde pensaban podrían huir los canarios. Miguel de Muxica cayó en la trampa de los canarios y subió por el empinado sendero que asciende a la fortaleza, "en persecución de los canarios, que hacían como si estuvieran huyendo, cuando en realidad los llevaban a un lugar sin retorno".
Muxica, un experimentado capitán vasco, fue enviado con sus tropas vizcaínas a las montañas con la misión de capturar a los canarios que aún resistían. Sin embargo, la expedición terminó en desastre. Fueron también desplazados a Canaria Alonso de Navarrete, Gracia de Vergara, Juan Pérez de Aguirre, Juan Martin Arteaga, Panucio de Bilbao, Alonso de San Juan, los Lezcano, los Bachicaos de los que los Reyes Católicos supieron de su estancia en Canarias estando en Vitoria en 1483. Miguel de Múxica y su primo Juan Siverio de Múxica eran naturales de Villafranca, en Guipúzcoa. Siverio fue uno de los regidores del primitivo Cabildo de Gran Canaria. Acostumbrados a la guerra en campo abierto, los ballesteros vascos fueron emboscados en los barrancos y bosques de la Caldera de Tejeda, donde "su destreza con la ballesta se volvió inútil frente a las tácticas de guerrilla" de los isleños. "Los canarios, conocedores del terreno, atacaron desde las alturas y desataron una matanza. Muxica y la mayoría de sus hombres fueron aniquilados en lo que se convirtió en una de las peores derrotas castellanas de la campaña", señala Cuenca.
Este revés obligó a Pedro de Vera, gobernador a instancias de los Reyes Católicos hasta que fue cesado por hacer una matanza de guanches en La Gomera y esclavizar a mujeres y niños canarios ya bautizados en la Península, a replantear su estrategia. Aunque la victoria canaria en Ajodar retrasó la conquista, la superioridad numérica y logística de los castellanos terminó imponiéndose. Con el asedio y rendición de la fortaleza del Bentayga en 1483, la resistencia isleña fue finalmente sofocada.
El arqueólogo Julio Cuenca Sanabria señala que a historia está para conocerse pero no para negarla. A su juicio, en Canarias, las investigaciones arqueológicas relacionadas con conflictos armados, son escasas, siendo una salvedad las intervenciones realizadas él y su equipo en la Fortaleza de Las Isletas y El Baluarte de Mata, en la ciudad de Las Palmas, a principios de este siglo XXI.
Durante la Guerra de conquista de Gran Canaria (1478-1484), sucedieron muchos hechos de armas, "que se resolvieron con distinta suerte tanto para el ejercito invasor como para los canarios, aunque debido a la larga guerra, poco a poco los canarios fueron perdiendo terreno, sobre todo en las tierras bajas de la isla, y no les quedó otra opción que organizar la resistencia en el corazón de las tierras altas, en el centro montañoso de Gran Canaria, en la mítica Caldera de Tejeda, cuyo nombre original se ha perdido y de la que habían oído hablar los castellanos pero donde no habían entrado nunca".
Del sangriento otoño de 1482, las crónicas de la Conquista de Gran Canaria narran que en la Caldera de Tejeda tuvieron lugar los últimos enfrentamientos decisivos de una guerra que había asolado la isla durante cinco años. Este conflicto, liderado por un poderoso contingente militar enviado por la Corona de Castilla en 1478, "tenía como objetivo incorporar Gran Canaria a su Reino mediante el uso de la fuerza". Aunque muchos otros habían intentado conquistar la isla en el pasado, "siempre fueron derrotados y expulsados por los canarios", apunta. Sin embargo, el ferviente interés del creciente Castilla por dominar estas islas del Atlántico Medio "proporcionó recursos casi ilimitados" para la guerra, incluyendo tropas de refuerzo, armas, alimentos y financiación, que llegaban constantemente al campamento de Las Palmas y al Fuerte de Agaete.
Por contra, los canarios tuvieron que soportar años de carestías y privaciones, racionalizando los recursos alimenticios, teniendo que abandonar, tras los primeros embates, las tierras más productivas de las zonas medias y bajas de Gran Canaria, porque allí no estaban seguros. Además no podían reponer las bajas humanas de la contienda, y solo les quedó la opción de refugiarse en el interior montañoso de la isla". Cuenca destaca que "parte de los canarios se sabía que la guerra estaba ya perdida" y que "después de cinco años ya no había más capacidad de resistencia". Por ello, en 1482 los canarios sólo conservaban los territorios de 'la Trasierra' y algunos valles altos de la vertiente Nor-noreste de la isla. Además habían abandonado, casi desde el principio de la guerra, todo el borde del litoral, "a no ser algunas playas y desembocaduras de barrancos en la vertiente Sur-Suroeste y Oeste de la isla", señala Cuenca.
Para Julio Cuenca, "de momento tenemos localizadas áreas de enterramientos en cuevas y otras con estructuras de superficie, acumulaciones de piedras que forman túmulos, que podrían contener los restos que buscamos". "Aquí la excavación arqueológica será la única forma de saber si estamos en presencia de los enterramientos de los ballesteros Vizcaínos a los que se dio sepultura cumpliendo las órdenes que Pedro de Vera le dio antes de huir de aquella maldita fortaleza, a la que nunca más volvió".
HUNTER
16/03/2025 15:28
Bueno, algo aprendieron los valientes gudaris cuando 450 años después se entregaron a las tropas italianas en Santoña sin disparar un tiro traicionando así a la República. Lo llevan en la sangre.