Si Winston Churchill vivió su "instante más oscuro" durante la Segunda Guerra Mundial, Boris Johnson lo está sufriendo en estos momentos a consecuencia del Partygate. El premier intentará salvar los muebles para quedarse como inquilino del número 10 de Downing Street, pero lo tiene complicado: la presión es fuerte y su reputación está por los suelos. Pese a ello, quemará sus últimas naves en forma de medidas drásticas y destituciones, tal y como publica este domingo 'The Sunday Times'.
El medio británico desvela que Johnson prohibirá el alcohol dentro de la histórica sede presidencial y que despedirá a Martin Reynolds, secretario personal del Primer Ministro y el encargado de convocar a los invitados para celebrar fiestas clandestinas (o más bien botellones -"traed vuestra propia botella"-) durante la época más dura del covid. Dan Rosenfield, jefe de personal de Downing Street y que negó la mayor cuando se puso el foco sobre su jefe Boris, también hará el papel de cabeza de turco. El motivo, en ambos casos, es no saber cómo impedir que las filtraciones llegasen a la prensa.
No serán los únicos sacrificios, tal y como cuenta el diario inglés: varios miembros de su gabinete de comunicación y prensa serán despedidos, así como Shelley Williams, que hizo las funciones de DJ en la fiesta celebrada el día antes del funeral de Felipe de Edimburgo, marido de la Reina Isabel II. El propio Boris Johnson tuvo audiencia con la monarca para pedirle disculpas por su comportamiento, algo que también repitió en la Cámara de los Comunes. Un perdón de cara a la galería, tal y como señalan los medios británicos, dado que está dispuesto a sacrificar a todo su equipo con tal de mantenerse en el poder.
El "vino de los viernes" que instauró David Cameron ha pasado a convertirse en auténticas bacanales regadas por un alcohol que llegaba a Downing Street escondido en un frigorífico con capacidad para 34 botellas.
El presidente del Partido Conservador, Oliver Dowden, reconoció este domingo que "debe abordarse la cultura" imperante en la sede del Ejecutivo. Esa cultura que ha hecho que el ya tradicional "vino de los viernes" que instauró David Cameron haya pasado a convertirse en auténticas bacanales regadas por un alcohol que llegaba a Downing Street escondido en un frigorífico con capacidad para 34 botellas.
Habrá otras medidas que impondrá el ejecutivo de Boris Johnson con tal de borrar de la memoria de los británicos toda referencia al 'Partygate'. Destaca la congelación de la tasa que se cobra a los ciudadanos para financiar la BBC -tasa que desaparecerá en 2027-, poner al ejército al frente de la lucha contra la inmigración irregular en el canal de la Mancha; agilizar los atascos en la sanidad pública; y levantar las restricciones contra la covid el 26 de enero. Todo con tal de no hacer las maletas y marcharse de la sede presidencial.
Estos cambios servirán de poco si el informe que está preparando Sue Gray, alta funcionaria del Estado, cuenta detalles reveladores. Se trata de una investigación interna en relación a las fiestas celebradas en Downing Street de manera regular. Este informe es la gran esperanza de Boris Johnson. Tal y como afirma EFE, Gray tiene fama de ser una investigadora dura e insobornable, pero cualquier conclusión que no apunte con el dedo al primer ministro podría servirle para difuminar responsabilidades.
Las medidas para frenar la caída de la reputación de Johnson son variadas: congelar la tasa de la BBC, agilizar la Sanidad Pública o eliminar las restricciones anticovid, así como poner al ejército a vigilar la inmigración ilegal
La Policía ha dicho que tampoco indagará si se han cometido delitos hasta que no tenga el resultado de esa investigación, aunque la oposición no tiene dudas de que se ha violado la ley. Entre ellos, destaca el líder laborista, el exfiscal Keir Starmer, que mantiene que "las fiestas a escala industrial" de Johnson infringieron las normas vigentes para luchar contra la pandemia. "Creo que el primer ministro infringió la ley y después mintió sobre lo que había sucedido" señaló a la BBC.
Los ataques a Johnson no solo llegan desde la oposición: su propio partido cuestiona el liderazgo del actual premier. Precisamente los 'tories' se preguntan ahora si el líder Boris es el sacrificio a realizar para que el partido no pierda reputación.
Según apunta EFE, el llamado Comité 1922, que agrupa a los diputados conservadores sin cartera, puede lanzar una moción de censura contra Johnson si recibe 54 cartas en las que éstos manifiesten la decisión de retirar la confianza a Johnson. Hasta el momento se desconoce cuántas misivas ha recibido el presidente de ese comité, Graham Brady -el 'Times' especula que podrían ser hasta 35-, aunque solo seis parlamentarios han pedido públicamente su renuncia.