Cuba fue la última colonia española en Latinoamérica. Pero el vínculo de España con el país caribeño no se cortó en 1898, sino que se ha mantenido después y los lazos llegan hasta la actualidad. Más de 11.000 cubanos viven hoy en la 'madre patria', y a ella le piden contundencia para condenar el castrismo y pedir el cambio exigido en las protestas. Alejados de las esferas políticas que miden las palabras y evitan el calificativo, el pueblo cubano en el exilio no tiene reparo en reclamar al Gobierno español que llame al régimen por su nombre. "Es una dictadura", coinciden dos expatriados de distinta generación que residen en España.
"¡Ya es momento de decir que es vergonzoso lo que allí pasa! El pueblo cubano necesita libertad y comer... ¡Es que ni con el racionamiento te llega para alimentarte 15 días del mes!", exclama Orfe Hidalgo Espinosa a sus 90 años.
Cubana de nacimiento y residente en España desde hace más de medio siglo, es una testigo viva del proceso revolucionario que encabezaron los hermanos Castro junto a Camilo Cienfuegos o el Che Guevara, a los que conoció en otro tiempo, en otro lugar que no es la Cuba que ella recuerda ahora, en algún lugar de la provincia de Málaga.
Hija de un matrimonio de ascendencia española -padre canario y madre de Cuba pero de abuelos gallegos-, nació el 28 de septiembre de 1930 en la provincia de Santa Clara, hoy llamada Villa Clara. Allí creció. Su infancia fue "muy feliz", en una sociedad "muy abierta" y segura: "Podías estar hasta las cuatro o cinco de la mañana y no te pasaba nada". El miedo llegó más tarde. Ni siquiera con la dictadura de Batista, en la que recuerda que había "periódicos y revistas" plurales. Pese a la desigualdad, recuerda un clima de prosperidad. Y en eso llegó Fidel, como decía la canción.
Auge y hurto de la Revolución
Orfe y su familia vivieron con angustia el alzamiento de los revolucionarios. Ella. cuenta, "sabía" que se aproximaba el comunismo. Porque "había leído libros" y también porque estaba advertida. Aunque nunca militó, sí estuvo cerca de los personajes que en ese momento estaban cambiando el destino de Cuba. Por medio de una amiga que acabaría convirtiéndose en la mujer del Che, conoció al líder revolucionario. También a su camarada Camilo Cienfuegos. "Una semana después del triunfo de la revolución, ya teníamos clarísimo que no nos íbamos a integrar", relata.
El triunfo de la Revolución supuso para Orfe y su familia la pérdida de todas las posesiones
A su padre, que hizo fortuna en los años de bonanza, el régimen le arrebató todas sus posesiones: “Cuando estaba disfrutando de lo que había hecho, se lo quitaron”. El ganado, el tabaco, la caña de azúcar. Su vida. “Al año se murió de un infarto”. También a su marido, René, le incautaron las salas de cine que había abierto en la isla. Años más tarde ha sabido que "se llevaron una a una las butacas para hacer zapatos con la tela, porque no había zapatos".
Orfe y René no eran activistas ni estaban vinculados a la política. Ambos se limitaron a trabajar cuando llegó Fidel Castro al poder: ella acabó en la empresa estatal de tráfico y él como secretario en otro organismo público ligado a la FAO por su dominio de varios idiomas. Simplemente, no se integraron en un sistema que premiaba a los que participaban en el partido. "Guardábamos muy bien las formas".
Un avión de Cuba a Madrid
Esta nonagenaria no olvida el sufrimiento con el que vivió hasta que a los 39 años se marchó de Cuba. Lo hizo con su marido, su hija de seis años y su hijo de cuatro. Sus amistades tuvieron que pagarles los pasajes con rumbo a Madrid. “El Gobierno sabía que no íbamos a regresar, pero nos hicieron pagar ida y vuelta”. Su marido también tuvo que trabajar cortando caña de azúcar para poder conseguir el permiso. Lo consiguieron. El 9 de octubre 69, los cuatro embarcaron en un avión con destino a Madrid, no sin antes experimentar una última escena que nunca olvidará.
"Salimos a las 8 de la mañana de La Habana y a las 12 nos dijeron que teníamos que regresar porque uno de los motores se había parado… Entonces se subió un militar y dijo que los repatriados nos quedáramos sentados. Estábamos todos calladitos. No sabíamos quién era quién, porque también había diplomáticos, turistas... Cuando ya bajaron todos y nos quedamos 19, subió un militar y nos dijo que ya podíamos bajar. Bajamos por las escalerillas, y había dos militares con sus metralletas. Nos llevaron a una sala diferente a los demás. Nos mirábamos los unos a los otros sin saber qué iba a pasar".
Los militares armados les condujeron a una sala del aeropuerto de La Habana. Allí les ofrecieron un almuerzo y comieron "amargamente". En el silencio de quienes solo querían despegar sus pies del suelo cubano y huir hacia cualquier parte, la conversación en voz alta de los militares retumbó. Su eco llega hasta hoy:
- ¿Ya terminaron?
-Tienen un café...
-¡No me digas que también tienen café los gusanos estos!
La hija de Orfe todavía se acuerda del desayuno continental que tomaron horas más tarde durante la primera escala de aquel avión con destino a Madrid.
Dinero del exilio
Atrás dejó a sus padres y a sus ocho hermanos. No pudo estar en el entierro de ninguno. A varios les ayudó económicamente hasta su fallecimiento. Como tantas expatriadas, ha estado enviando dinero "para mantener" a sus familiares, siempre con lo que ganó fuera. "Teníamos dinero cubano, pero nos lo dejaban sacar... En el aeropuerto, hasta nos miraron el bolso para ver si había dinero o joyas". Mandaba remesas de divisas. A veces ni siquiera era suficiente "porque faltaban cosas": "Es peor que el comunismo que hubo en la Unión Soviética, porque hablo con un ucraniano y él me cuenta, y él dice que es distinto, que lo de Cuba es demasiada tiraría".
Cuba se ha mantenido porque los 'gusanos' hemos estado manteniendo a nuestros familiares desde fuera"
"Cuba se ha mantenido porque los 'gusanos' hemos estado manteniendo a nuestros familiares desde fuera", asevera: "Somos más de un millón. ¡Estamos como los judíos, en el mundo entero! Y hemos sido nosotros los que hemos mandado dinero en divisas para que nuestros familiares pudieran comprar en las tiendas especiales del Gobierno cubano".
Orfe rompe a llorar al otro lado del teléfono, en algún lugar de Málaga. "No es solamente de comer… Es muy fuerte, es más fuerte de lo que el mundo entero se puede imaginar", trata de explicar con la voz quebrada: "Muy fuerte, muy fuerte, muy fuerte…". "Aunque yo me siento de aquí… Pero es la patria de uno, están mis seres queridos allí enterrados, amistades que no han podido irse...", prosigue: "Es muy duro". Volver tampoco le ha sido fácil. Tenía que comunicar con tres meses de antelación su visita en calidad de turista -hasta 15 días- pese a mantener la nacionalidad cubana.
"Los pobres" de las protestas
El hartazgo interno y externo es evidente. Ella sabía que las protestas que el régimen cubano ha reprimido eran cuestión tiempo: "Tenían que haberse producido mucho antes". Cree que son un rayo de esperanza, aunque las observa también con cautela. "Me gustaría que se hundiera el castrismo, pero no van a llegar a nada, los pobres…", lamenta, recordando que la población se enfrenta a militares preparador durante seis décadas para evitar cualquier insurrección: "Para mí que no va a pasar nada; es una pena, una lástima… Tendrían que unirse los militares al pueblo, pero eso no va a pasar. Habrá muchos muertos, muchos presos, y los padres acabarán pidiéndole a sus hijos que no se arriesguen".
Pese a las esperanzas despertadas por las protestas en Cuba, desde el exilio se observan con prudencia por la pasividad de otros países
Lamenta la pasividad de otros estados frente a la dictadura cubana. "Estados Unidos podría haber intervenido y habría acabado con esto en cinco minutos, pero a Cuba había que dejarla ahí, como ejemplo de lo que tenía que ser América Latina... Y luego vino Venezuela, Nicaragua...". Tampoco comparte la postura de España, porque "fue la de los americanos", "incluido Franco": "Lo único que hizo fue recibirnos a los exiliados". En aquella España, el Che veía los toros desde la barrera de Las Ventas.
Las dictaduras, por su nombre
"El Gobierno debería decir las cosas como son: Cuba es una dictadura, le pese a quien le pese", coincide por su parte Alberto, nombre ficticio de un joven cubano residente en Madrid desde los 12 años. "Era muy difícil salir de Cuba, pero nosotros tuvimos la suerte de que mi tatarabuelo era italiano y conseguimos la nacionalidad", explica: "Con eso, fue mucho más fácil". Vivía en Santa Fe. "Fue muy bonita mi infancia allí... Playa, estar con los amigos en la calle... Una infancia muy sana". Como niño, no era consciente de la cuestión política ni de la situación de su familia. Con los años, ha sabido: "Mis padres lo pasaron muy mal".
"De mi generación del colegio, casi la mitad se ha ido, y los que se quedan están locos por irse", señala Alberto, al que en la misma tarde que conversa con Vozpópuli habla con su primo sobre esa frustración generacional: "Es que en Cuba, siendo joven, se te va la vida soñando con viajar, descubrir mundo, y con la impotencia de que no tienen la facilidad de hacer eso como nosotros... Por eso estoy intentando guardar dinero para sacar a mi primo, pero no es fácil...". Lo de huir en balsa ya no suele ser la opción. "En los 90, ¡puf! Estaba muy a la orden del día".
Alberto fue un niño del llamado 'periodo especial'. En 1991, cuando nació, el castrismo comenzaba a sufrir la caída del bloque soviético. La desintegración de la URSS supuso el inicio de la mayor crisis económica que ha sufrido la dictadura, a excepción de la actual: "Ahora todos coincidimos que en que las cosas están igual o peor". "Nosotros mandamos mucha comida y dinero a nuestras familiares, porque la asignación mínima no da para mucho", explica: "Hay unas páginas web que son del estado, mi madre se mete en esa tienda online, compra carne, yogures... Y el Estado se encarga de hacérselo llegar. Ahora mismo, es una de las grandes fuentes de ingresos en el país".
A mí no me gusta nada cómo están pasando las cosas en Cuba con el victimismo del bloqueo... Pero tampoco estoy de acuerdo con la oposición en Miami, que pide una intervención militar", comenta el joven cubano
"A mí no me gusta nada cómo están pasando las cosas en Cuba con el victimismo del bloqueo... Pero tampoco estoy de acuerdo con la oposición en Miami, que pide una intervención militar y apoya mucho a Donald Trump, que hizo políticas que perjudican al cubano de a pie, rompiendo los avances que había hecho Obama", recalca: "Obama abrió las relaciones y ese tendría que haber sido el punto de partida del diálogo, poco a poco a Cuba habría pasado de un comunismo cerrado a otra cosa, como China o Vietnam, porque tú no puedes estar con una ideología de los años 60. Eso no puede ser".
"Eso de 'patria o muerte' es un eslogan muy anticuado y no está acorde a la situación política actual, está obsoleto, por eso yo coincido en que se utilice el eslogan de 'patria y vida', porque al final el pueblo importa más que los ideales, y los ideales tienen que evolucionar", dice Alberto, que sí se aferra al concepto 'patria': "Es mi niñez, mi familia, mis amigos, todo muy positivo". Alberto habla también de 'libertad' sin confundirla con 'liberalismo': "La gente que grita 'libertad' lo que quiere es una vida digna y desarrollarse en Cuba".
Desde el exilio, sigue de cerca los acontecimientos. Muchos como él esperan regresar algún día a una Cuba libre, próspera y feliz, como la que les acompaña. Alberto tararea entretanto una canción de los Orishas que últimamente le ronda la cabeza. "Sé que me fui de Cuba, pero sé que Cuba no se fue de mí".