Cuando Giorgia Meloni y Mark Rutte (secretario general de la OTAN) se reunieron hace días en Palazzo Chigi para fortalecer una alianza que podría verse sensiblemente dañada con la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump, la 'premier' italiana ya había reactivado el plan de deportaciones hacia las costas balcánicas.
Sí, tras superar una serie de controversias legales, desoyendo a su vez la sentencia del Tribunal de Luxemburgo, el buque Libia volvió hacia Albania, donde continuarán ininterrumpidamente arribando migrantes procedentes de Bangladesh, Túnez y Egipto (suponen el 40% del flujo en el Mediterráneo central). Son los países catalogados como seguros en la lista recién aprobada por Italia.
La película se antoja arduo complicada. Con Europa mirando, este nudo supone el más duro por deshacer de un ejecutivo que arranca su tercer año de mandato, y que deberá afrontar ingentes críticas por un proyecto -cuya eficiencia es una incógnita- que le costará a las arcas estatales nueve millones de euros anuales, agravando aún más la deuda pública: según Bankitalia, fijada en casi tres mil billones.
"Cuando llegó al poder, todos alertaron con esa sombra del fascismo que volvía. Al final no fue así, porque Meloni manda armas a Ucrania y forma parte del consenso europeo. Sin embargo, es el típico comportamiento político de Alianza Nacional (fundado por Gianfranco Fini en 1994). En los últimos años ya vimos esta praxis de la derecha italiana en temas de derecho, autoritarismo y amenazas a los jueces. También con Berlusconi (centrista)", afirma el historiador inglés David Broder, experto en comunismo italiano y pluma de la revista Jacobin.
"Quieren cambiar la constitución porque creo que no se sienten del todo bien con la República. Su política migratoria, además, es vergonzosa. Por no hablar de la económica, donde no sorprende su neoliberalismo, ya que Fini habló en su día de globalización", espeta sin filtros.
Ha sacado a relucir su cínica ambigüedad, la filosofía clásica del euroinomano. Está con Bruselas, pero también coquetea si es necesario con Washington, sobre todo gracias a su gran relación con Elon Musk, el hombre-artefacto que ha reinventado Donald Trump.
Lo cierto es que Giorgia, tomando distancia de los clichés naifs que la ponían en vestes negras, aboga por un continuismo europeo estilo Draghi... Y si en Italia muchos medios de izquierda han tildado sus medidas inclinadas a la autocracia (frenos migratorios y cancelación de subsidios), lo cierto es que según el Istat la tasa de paro (6,1% en septiembre) es la más baja de los últimos años.
Más allá de Los Alpes, sin embargo, ha sacado a relucir su cínica ambigüedad, la filosofía clásica del euroinomano. Está con Bruselas, pero también coquetea si es necesario con Washington, sobre todo gracias a su gran relación con Elon Musk, el hombre-artefacto que ha reinventado Donald Trump.
Decodificar la alianza
El diario conservador romano 'Il Tempo', amaneció el jueves 7 de noviembre con un artículo escrito por Riccardo Mazzoni donde explicaba la posición privilegiada de Meloni respecto al nuevo-viejo inquilino en The White House, definido así: "Un soberanista cuya política consiste en que USA ya no debe guiar el mundo, sino evitar que salga damnificada con la globalización. De ahí la intención de establecer aranceles para proteger el comercio interno".
Así lo ve, para Vozpópuli, Fabrizio Maronta, un experto de geopolítica que trabaja para la revista 'Limes'. "En realidad, la afiliación Trump-Meloni es personal y no laboral. Va más allá de la política, y eso puede ser un arma de doble filo. El americano es ciclotímico, inconstante e instintivo. De eso se puede beneficiar nuestra primera ministra, pero el problema es que la relación se tuerza, ocasionando así represalias importantes en el ámbito político".
IMAGEN: La primera ministra italiana, Giorgia Meloni. EFE
Porque es obvio que el tycoon ha sido elegido para ejecutar una orden del pueblo americano: nacionalismo político puro y duro. Repeler, por ende, vínculos externos. "Teniendo en cuenta esa premisa, las simpatías entre ambos o con el propio Musk puede que no valgan para nada. Habrá que ver si Italia, finalmente, se alinea al quehacer estadounidense respecto a los aranceles a las exportaciones chinas. Por no hablar del instrumento militar europeo… En este caso, América quiere que Europa se dote de él, que gaste más en Defensa (el acuerdo fijado equivale al 2% del PIB), eximiendo a Washington del peso militar y la responsabilidad de proteger el Viejo Continente", comenta uno de los grandes expertos del tablero geopolítico que azuza el mundo con el regreso de 'The Donald'.
Salvini y Tajani
La partida ha comenzado. Ya agitan los euroescépticos y se tejen relaciones bilaterales. Mientras, prosigue el hielo entre EEUU y Rusia, con en medio una Italia que no tiene intención de abandonar Ucrania y, contemporamente, pretende erigirse -una vez más- en la espía de América, ahora ya con poco badget armamentístico para Zelenski. La línea tricolore, en definitiva, proseguiría con la máxima perversa del otrora siete veces primer ministro, Giulio Andreotti. "Me gusta tanto Alemania, que casi prefiero dos". Una era su mujer; la otra era la amante.
Siempre ha sido ambigua Italia, sí. No menos ahora, con el tripartito que gobierna esta administración. Pide la vez Salvini (ministro de infraestructuras), quien ha recibido al neo presidente con emoción a la vez que -según 'laRepubblica'- no vería con malos ojos pactar de nuevo con el M5S de Giuseppe Conte para exorcizar a Meloni. Al otro lado de la Lega, está la Forza Italia de Antonio Tajani (ministro de Exteriores), dispuesto a ejercer ya el importante papel de interlocutor con la otra orilla del Atlántico.
La disyuntiva existe. En una pieza del diario 'Corriere della Sera' se recogen unas declaraciones interesantes que, en realidad, situarían el halo de su figura más bien al lado emocional opuesto.
Habrá que ver cómo Giorgia y su partido Fratelli d’Italia -hasta hace poco partner euro-atlantista leal a Biden- se comporta tras el batacazo de Kamala. Será curioso comprobar a qué asidero, a cuál subterfugio recurre para evitar caer en la parodia amarga y sarcástica de Groucho Marx. "Si no te gustan mis principios, tengo otros". Lo único seguro es que para gozar de su confianza tendrá que alejarse, en cierta manera, de Alemania y Francia.
Serán esas economías las primeras en sufrir la guillotina Maganomics en forma de impuestos que frenen la libre circulación. De momento, según Il Fatto quotidiano, la líder de FDI se muestra cauta y preocupada, precisamente "porque en privado decía que hubiera preferido la victoria de Harris".
La disyuntiva existe. En una pieza del diario 'Corriere della Sera' se recogen unas declaraciones interesantes que, en realidad, situarían el halo de su figura más bien al lado emocional opuesto. Provienen del púlpito de Palazzo Chigi, de sus entrañas, donde opera Giovanbattista Fazzolari, estratega de los movimientos geopolíticos de un gobierno que no solo sale airoso, sino mucho más reforzado con lo acontecido en USA: "El modelo UE franco-alemán ha fracasado. La Italia conservadora es objetivamente más fuerte". Tocará ver si tenía o no razón Il Divo, la caja negra de un país sin verdad.
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