No se entona un Réquiem, pero tampoco resuena el Ave María. Sí, la plaza de San Pedro respira una especie de caos calmo tras las palabras vertidas por los médicos de Papa Francesco, quien lleva más de una semana ingresado en el hospital Gemelli por una pulmonía bilateral. “De momento, su vida no corre peligro, pero hay riesgo que las bacterias pasen a la sangre haciendo que la infección se expanda a todo el organismo”.
La edad, 88 años, no es precisamente un atenuante. Sí el carácter de hierro, la ilusión, el entusiasmo, incluso el sentido del humor que siempre mostró en estos casos el Sumo Pontífice. “Es el cuarto ingreso. Cuatro veces han querido darme la extremaunción”, llegó a pronunciar hace días, entre amarga ironía y un dulce sarcasmo. Desgraciadamente, su irrenunciable voluntad no le alcanzó para celebrar el domingo la misa jubilar de los diáconos, un tema a cuore al que le dedicó numerosas reflexiones desde que inició el proceso sinodal en la iglesia hace cuatro años.
Una cosa es cierta: pese a que en Roma anida un dicho popular revestido de supervivencia, soberbia, indolencia, desaire y superficialidad (Morto un Papa se ne fà un’altro), no hay indiferencia cuando se habla del Santo Padre. En ningún hábito. Esto aumenta en un mundo hiper globalizado donde las redes sociales, por vez primera en la historia, se han convertido en los principales y más inmediatos canales-altavoces de su salud. Lejos de la realidad, lo que ha provocado es una colisión total con la pléyade que circunda Francesco, y que le ha creado una burbuja hermética e impenetrable, llena de opacidad y misterio, algo que ha acrecentado todo tipo de rumores y suspicacias, exageraciones, noticias falsas o medias verdades.
La antítesis, en definitiva, de los tiempos en que Joaquín Navarro Valls, el histórico portavoz de la Santa Sede, era el cordón umbilical directo entre el entonces Juan Pablo II y la gente, su gente (de la Guardia Suiza a la Gendarmería, del Colegio Cardenalicio a la RAI, presente y fiel con sus ediciones especiales).
Ese tiempo suponía halo de luz más transparente. No privaba la llegada de cocodrilos, cuervos o buitres carroñeros, pero de alguna manera les desacreditaba, les minimizaba, les restaba poder. El caleidoscopio era mejor, más sencillo. Hoy no es así. Hay arenas movedizas, luego el paisaje se sitúa en las antípodas, y eso -pese a que al parecer el Papa rehúsa dimitir al menos durante este año santo (2025)- aumenta las especulaciones.
Aparecen, en definitiva, nuevos escenarios que podrían sacudir los cimientos de las murallas Leoninas al otro lado del Tíber. “Con Francesco se ha recuperado la raíz del Concilio Vaticano II, reunificando las almas. Ha rescatado un espíritu, una línea evangélica. Él, como obispo de Roma, lo ha conseguido. Teniendo en cuenta esto, es normal lo que está sucediendo ahora con este sistema de comunicación global via social. La hostilidad, en gran parte, viene del episcopado estadounidense, muy conservador. Apoya a Trump; son los que desean que muera y haya un cónclave en la Capilla Sixtina”, argumenta Emanuela Prinzivalli, profesora de la Università Sapienza de Roma y experta en cristianismo.
En tono recatado, rehusando giros altisonantes que cobraron mucho peso tras la reciente entrevista del cardenal Ravasi al Corriere della Sera (“No hay que descartar una dimisión”), Prinzivalli se apresura a recordar que Bergoglio firmó una carta de dimisión preventiva al inicio de su pontificado (se la entregó a Tarcisio Bertone -entonces secretario de Estado- en 2013). Repitió lo que en su día hizo Paolo VI. “Dijo que lo haría cuando fuera incapaz de razonar. Hay que tener cautela aún. Sí, la oposición le quiere fuera, pero… De momento está ahí. Además, siguiendo la estela de Giovanni XXIII, mejora el conflicto de la iglesia católica con la modernidad. Con menos juicio y más misericordia. Invirtiendo órdenes: antes el evangelio, siempre plural; después los valores, que no los impone”.
Hipotético cónclave
Al hilo de la vertiginosidad con que un ramillete de noticias ha circulado en torno al soberano de Città Vaticano durante los últimos diez días… Hipótesis que se movían pendularmente del cielo al infierno con pequeñas escalas en el purgatorio, es menester rescatar lo que recoge el derecho canónico respecto a la privacidad. Lo puntualiza el cardenal Gerhard Mueller -íntimo de Ratzinger- en Il Messaggero: “Desde el punto de vista teológico, cuando un Papa es elegido por el Espíritu Santo, y él acepta el mandato… Sí, se convierte en símbolo de la iglesia entera, el Vicario de Cristo en la tierra, la guía espiritual y moral para billones de personas en el mundo”. En resumidas cuentas, su salud no puede ser inescrutable.
No ha sido así. La praxis ha estado desalineada, hasta ahora, con el código de derecho eclesiástico. Eso ha traído las ya consabidas oscuras mazmorras en el ámbito comunicativo, donde no sólo se habla de un prematuro cónclave -bien sea por muerte o renuncia al cargo-, sino que algunos se han atrevido a lanzar elencos de favoritos para ocupar la cátedra de Pedro. Ahí emergen nombres que van desde el progresista Matteo Maria Zuppi o Pietro Parolin, pasando por Luis Antonio Tagle, Leo Burke (estadounidense ultraconservador) o Peter Turkson, un cardenal ghanés -moderado- con un perfil muy disruptivo respecto a la Iglesia que ha trazado durante los últimos doce años el ex arzobispo de Buenos Aires.
“Ya sabemos que quien entra Papa en la Sixtina sale cardenal. El cónclave es un colegio electoral con un número cerrado. 120 cardenales que nombran un Papa, y que tienen esta potestad legislativa hasta que cumplen 80 años. Es decir, uno puede ser elegido incluso rebasando esa edad, que sin embargo supone un límite para nombrarlo. Lo fijó así Paolo VI para primar y tutelar la lucidez. Francesco ha celebrado, en total, diez consistorios. Ha elegido nuevos cardenales con potestad legislativa -actualmente, con 130, hay surplus-”. Las palabras son de Piero Chiavazzi, vaticanista de Limes y Huffington Post. También docente de geopolítica Vaticana en la Universidad Link de Roma. Una eminencia en un sector complejo y maniqueo.
Como gran conocedor del estado-nación más pequeño del mundo, el profesor proclama también cautela y deroga cualquier conjetura, aunque se presta a diseccionar las complicadas aristas a seguir para, si es menester, llamar en causa un sucesor al jesuita argentino, ahora bajo la égida de dios y los doctores. “Funciona así: cuando un Papa anuncia su dimisión, ésta es efectiva y ejecutiva quince días después. En caso de muerte, pasa una semana y enseguida comienza el periodo Novendiale, que viene del latín y describe los nueve días que dura el funeral. Una ceremonia celebrativa que precede al cónclave.
Con Francesco, por ejemplo, estuvieron en la Sixtina dos días votando. ¿Sabes a qué sirven las Noveindiale? Principalmente para que los cardenales lleguen a Roma, se conozcan y se consulten. Cada uno viene de ciudades, países, continentes diferentes. Son necesarias para dar celeridad al consenso posterior. Ya en intimidad, y antes de la votación final ante el Juicio Universal, se congregan para compartir qué perfil tienen en mente para el nuevo Papa. Efectivamente, todo es una especie de campaña electoral. Una asamblea general litúrgica, a puerta cerrada. Luego, en algunos casos, el contenido trasciende si lo consideran oportuno los protagonistas. De ahí vino la mítica frase de Bergoglio: quiero una iglesia que salga de sí misma”, explica.
Precedente Ratzinger
Con el Papa en el hospital, los versos carecen de rima. Sin embargo, hay directrices claras que sostienen el entramado del catolicismo en la ciudad eterna. Un manual de instrucciones para cada posible vaivén. El ejemplo más próximo fue con Joseph Ratzinger, quien dio el famoso discorso di commiato antes de coger el helicóptero y marchar a Castel Gandolfo. Desde ese momento, “la iglesia no tuvo Papa. Era como si hubiera muerto. Por lo tanto, tuvieron que comenzar nuevamente los Noveindiale, los rezos, las congregaciones, las asambleas generales… Lo ya descrito. ¿Lo entiendes bien?”. Todas las migas de pan que llevaban a los meandros de la Capilla que mandó decorar Julio II, y que Miguel Ángel no pintó con sus manos sino con su mente.
Las palabras del vaticanista describen perfectamente el minucioso y articulado preámbulo de la ansiada Fumata Bianca, momento crucial en que se alcanza hipotéticamente el quorum (se necesitan dos tercios de electores). Es entonces, con todo coagulado, cuando el nuevo Santo Padre se asoma al balcón central para dar el primer discurso. “Ahí ya es Papa. Lo es en el momento que acepta el cargo en la Sixtina, bajo los frescos de Miguel Ángel. ¡Piensa que tiene la opción de rechazarlo si quiere!”, asevera tajantemente antes de subrayar la buena nueva del final. Sí, la que puede alterar todo. Ponerlo patas arriba.
Porque sí. Efectivamente, hay un fenómeno ultramoderno que, por vez primera, se ha colado en esta historia secular. Como si la piedra se hubiera llenado de cables o el retrete fuera una obra de arte, un ready made al estilo Duchamp. “Esas listas de futuros Papas (aparecen también Ludwig Müller, Peter Erdo, Robert Sarah o Willem Eijk) … ¿Sabes? Con los tres Pontífices precedentes no han acertado. La última vez todos daban favorito al cardenal Angelo Scola, de Milán.
El proverbio es cierto. Quien entra Papa, sale cardinal. Sí, Parolin y Zuppi tienen opciones. Fueron nombrados por Bergoglio”, aclara no sin antes advertir y destacar lo prematuro del asunto. Por eso declama cautela, pausa… Porque, desde su punto de vista, nos encontramos ante algo insólito y novedoso desde el punto de vista mediático. “La preponderancia comunicativa de las redes sociales en esta situación es algo nunca visto. Antes prevalecía la tele, la radio y los periódicos. Hoy ellas son las más resonantes e inmediatas. Respecto al cónclave, cuando sea, será diferente a todos. El primero de la globalización. Antes de Francesco el corte era eurocéntrico y occidental. Él ha redistribuido entre continentes las sillas cardenalicias como nadie hizo jamás”, espeta.
Así pues, entre piedras con cables, la partida de ajedrez queda así. Si hoy se votara, lo harían el cardenal de Irán, de Marruecos y Argelia. Por no hablar del extremo Oriente, donde participaría el de Myanmar (Birmania, donde el catolicismo representa el 0,5% de la población), Mongolia, Nueva Guinea, Cabo verde, el archipiélago di Tonga, Camboya, Bangladesh… “Antes, los Papas elegían un cardenal exótico. Francesco le ha dado la vuelta a todo. El edredón son 120 con potestad electiva. Si tiro para un lado, debo dejar al descubierto otra parte del mundo, de la cama, porque no es infinita la manta. Lógicamente, ya no hay tantos en Occidente, en Europa, en EE.UU. Irlanda y Austria, dos países católicos, no entrarían en el cónclave. Tampoco Eslovenia y Eslovaquia serían protagonistas de esta asamblea púrpura. Ha cambiado el colegio electoral. No se conocen entre ellos, muchos no han estudiado en Roma y ni siquiera hablan el italiano”.
La nueva composición solamente aclara una cosa. Es imprudente ser prematuro, sobre todo cuando se habla de un lugar en el mundo llamado Vaticano. Eso y que siempre quedará el latín. Al fin y al cabo, esta fue la lengua elegida por Benedicto XVI para anunciar que abandonaba el cargo.
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lepanto2012
23/02/2025 22:31
No sabiamos que El Papa era cosa italiana, si duda parece que debe serlo sirmpre los ha sido nunca fue cosa española