1. Un desayuno con sushi en la mayor lonja del mundo
Antes de convertirse en sashimi o en sushi, la mayor parte del pescado y el marisco de Tokio pasa por la Lonja de Tsukiji, un gigantesco núcleo gastronómico en el que el ritmo es frenético. Hay que llegar muy pronto para asistir a las subastas de atún y después, quedarse para disfrutar del mejor desayuno de sushi. Después hay que darse una vuelta por las callejuelas de los alrededores, donde venden utensilios de cocina, cubertería, alimentos envasados. Es una de las zonas más visitadas de la ciudad, todo un espectáculo. Si se visita el área de subastas es obligado comportarse con mucha educación, observar desde el fondo y en silencio, no hacer fotos con flash y lo principal: no tocar nunca el pescado.
2. Ir de copas por los callejones del Golden Gai
Para tomarse una copa en Tokio, no hay otra zona como el Golden Gai, unas angostas calles que resisten a la sombra de los rascacielos. Está llena de pequeñísimos bares, a cada cual más excéntricos, en una especie de laberinto que nos permite pensar por un momento que estamos en otra ciudad. Cuando los viejos propietarios se jubilan, toman el relevo otros más jóvenes que van proponiendo nuevos estilos. Entre las direcciones: el Bar Plastic Model o el mítico La Jetée, dirigido por un aficionado al cine francés. Algunos no ven con buenos ojos la entrada de extranjeros o clientes no habituales, pero merece la pena intentarlo. Muy cerca, en el barrio de Nichôme, hay locales para clientela gay y lesbiana muy interesantes.
3. Darse un baño de arte en Roppongi
En Japón, igual que en Madrid, hay un “Triángulo del Arte” y está en Roppongi, una especie de miniciudad incrustada en el centro de la capital a la que muchos se acercan atraídos por sus instalaciones artísticas y exposiciones, pero también por sus modernas tiendas. El primer vértice del triángulo es el Museo de Arte Mori, el segundo el Museo Suntory y el tercero, el Centro Nacional de Arte de Tokio. Si empezamos por este último, encontraremos un curioso exterior ondulado de vidrio que por sí solo merece la visita. Continuaremos por el Museo Suntory con amplias galerías en las que disfrutaremos de exposiciones de antigüedades japonesas o artesanía tradicional. Y dejaremos para el final el Museo Mori que tiene una magnífica vista nocturna desde el llamado Mirador de Tokio en la planta 53. Se puede disfrutar de sus exposiciones temporales, que van desde arte africano contemporáneo hasta instalaciones de última vanguardia. Para los que piensan en visitar varios museos, compensa sacarse el Pase Grutt, con el que se ahorra bastante dinero. Se adquiere en el Centro de Información Turística de Tokio y tiene validez de dos meses a partir del primer uso. También se vende en los museos participantes en el programa.
4. Una inmersión ‘geek’ en Akihabara, la ciudad electrónica
Es uno de los mercados callejeros más activos y trepidantes del mundo. Bueno, en realidad no es un mercado callejero sino todo un barrio especializado en vender todo lo que se pueda imaginar uno en electrónica. La agobiante Akihabaraes conocida también como Akiba o la “ciudad electrónica”, y aquí no sabremos elegir si comprarnos el último video, la cámara que soñamos o el mejor ordenador del mundo. Las grandes tiendas de Shinjuku e Ikebukuro le hacen cada vez más la competencia y Akiba va especializándose cada vez más en juegos y en manga (incluida la sección porno). Sin duda, podremos desarrollar nuestro lado más ‘geek‘ entre las muchas tiendas de la zona. Otra propuesta es la de jugar en las máquinas expendedoras de gachapon (bolas de plástico) para ganar cosas como llaveros, figuritas para montar o personajes de manga. Una de esas aficiones extrañas que sólo los japoneses desarrollan (y a veces exportan). Algunas direcciones para comprar electrónica: Yodobashi Ariba, con nueve plantas y enormes descuentos; Sofmap, con más de una docena de sucursales en el barrio, descuentos increíbles y vendedores que asesoran muy bien, o Laox, una cadena con muchos establecimientos y buenos asesores que hablan varios idiomas.
5. Disfrutar de un poco de serenidad en Meiji-Jingú
Los tokiotas no son especialmente religiosos salvo en momentos especiales de la vida (o sea, más o menos como nosotros), pero los principios religiosos tanto del budismo como del sintoísmo (las dos mayores regiones de Japón) sí que han calado hondo en la cultura japonesa. Entre los santuarios sintoístas de Tokio destaca el grandioso Meiji-jingu. Está en Harajuku y sus puertas (torii) dan acceso a unos silenciosos y magníficos jardines que fueron el regalo del emperador Meiji (1920) a la emperatriz Shoken. Bajo su mandato, Japón dejó de ser una nación aislada del exterior. Como casi toda la ciudad, fue destruido en gran parte en la Segunda Guerra Mundial, pero en 1958 volvieron a levantarlo, una réplica casi idéntica. Los fines de semana pueden verse muchas ceremonias de boda con parejas vestidas con kimonos, pero el mejor momento para pasearse por aquí es la primavera, con todos los cerezos en flor. Quienes lo visiten en Año Nuevo, se encontrarán con millones de personas que se reúnen aquí para celebrar la fecha al más puro estilo shinto.
6. El imprescindible paseo entre multitudes por Shibuya
La imagen más típica de Tokio es la de un cruce de calles en medio de rascacielos y cubiertos de neones de colores. Es el cruce de Shibuya. Ningún viajero deja de pasar por aquí: es el centro de la cultura joven, donde las chicas gyaru (muy bronceadas, maquilladas y con peinados exagerados) se pasean por los grandes almacenes. Se llega en metro y es una experiencia no apta para quienes tengan horror a las multitudes. Aquí confluyen seis calles y si escogemos las de Bunkamura-dori y Jingu-dori, encontraremos decenas de centro comerciales donde encontrar lo último de lo último de lo último. Hay tiendas de discos, de ropa, complementos... y si lo que buscamos son clubes, bares y los famosos hoteles del amor, tendremos que ir por las calles entre Bunkamura-dori y Dogenzaka.
7. De picoteo en los ‘Depachika’
Cada vez son más los amantes de la cocina japonesa. A los que quieran aprovechar la visita a Tokio para comprar los mejores alimentos nipones, les recomendamos visitar los grandes almacenes de la ciudad (Matsuya, Mitsukoshi o Tarashimaya son los más famosos), y en particular sus ‘Depachika’ (secciones de alimentación), que suelen ocupar las plantas subterráneas. Parecen tiendas de delicatesen y aquí es posible encontrar de todo. El precio está a la altura y las sandías pueden convertirse en un regalo de auténtico lujo. Hay por ejemplo té de la primera cosecha o trufas al estilo belga, y por supuesto mostradores donde comer en el momento la mejor tempura o comprar cualquier picoteo japonés para hacer picnic en el parque. Todo está impecable. Casi no parecen tiendas de comida, de puro aséptico.
8. ¿Onsen o Sento? Un baño de placer
Los baños públicos japoneses (sento) son toda una tradición y no solo para lavarse sino también para cotillear un poco. Como lo son también los onsen (baños termales). Para los japoneses son un lugar de socialización y aunque por supuesto, todo el mundo tiene baño en casa, suelen acudir habitualmente a estos lugares, muy a menudo, con amigos o familiares. No es tan fácil diferenciar entre sento y onsen. Básicamente, en los onsen el agua tiene que provenir de un manantial que en Tokio proceden de las corrientes ricas en minerales que pasan por debajo de la bahía de Tokio. El funcionamiento es similar a la de cualquier baño público del mundo, con diversas piscinas de agua fría y caliente, sauna y otras salas especiales. Entre los mejores onsen del barrio podemos elegir el pequeño y encantador Jakotsu-yu, en un callejón de Asakusa o el histórico y tradicional Asakusa Kannon. Más kitsch es el Oedo Onsen Monogatari, ambientado como un pueblo del periodo Edo y un poco cursi.
9. Escapada futurista a Odaiba 154
En un país tan poblado como Japón no es extraño que encontremos algunas islas artificiales. En la misma bahía de Tokio está la isla artificial de Odaiba a la que se puede llegar en el monorraíl sin conductor desde la estación de Shimbashi, en el centro de la ciudad. Lo más agradable allí es una vista estupenda de Tokio y la bahía pero además encontraremos un barrio muy original, lleno de lugares para el ocio, como el parque temático de tecnología Tokio Joypolis, o la noria más grande del mundo además de otros muchos museos. La arquitectura también es diferente y muy futurista, pero no faltan los detalles kitsch como la réplica de la estatua de la libertad. Un autobús lanzadera gratuito hace el circuito alrededor de la isla, con una frecuencia de 15 minutos y paran en los lugares más interesantes: el centro de emisiones de Fuji TV con un peculiar edificio diseñado por Kenzo Range, el Museo Nacional de Ciencias Emergentes e Innovación (perfecto para ir con niños, que disfrutarán de las demostraciones de robots y miles de exposiciones sobre el espacio o el medio ambiente,) , el Museo de Ciencias Marítimas (uno de los mejores de Tokio) o el Aqua City.
10. Un viaje por el ‘anime’ y el ‘manga’
Ir a Tokio y no adentrarse en el mundo del ‘manga’ es casi impensable. La subcultura otaku (frikis del manga) japonesa y el anime (dibujos animados japoneses) es una atracción más de la ciudad que podremos descubrir por ejemplo curioseando en las tiendas de la cadena Mandarake (la sucursal principal está en Nakano, pero también hay sucursales en Akihabara, el barrio del manga por excelencia). Hay de todo: manga infantil como el gato-robot Doraemon, comics independientes (dojinshi) o manga pornográfico (hentai). La cadena de librerías Book Off compra y vende manga de segunda mano a precios casi irrisorios. Tras el manga, ha florecido la cultura otaku femenina que puede encontrarse sobre todo en Ikebukuru. Hay lugares especiales de reunión otaku en Akihabara y Otome Rd y museos dedicados a este tema: el Museo Ghibli, el Museo Yayoy y el Museo Yumeji Takehisa estos últimos dedicados a las ilustraciones populares y los precursores de la tradición manga.
Más información sobre Tokio: Guía Tokio de Cerca, de Lonely Planet, y web del Turismo de Tokio.