Hay quien lleva tanto tiempo mirándose al ombligo que todavía no ha caído en la cuenta de que 'lo suyo' importa un pimiento en el contexto global. El problema de concentrarse tanto en uno mismo -bien sea para admirarse o bien para lamentarse- es que se pierde las transformaciones del mundo mientras observa ese pedazo de carne que tiene debajo de las costillas, que atestigua que ahí hubo un cordón umbilical. Entonces, mientras el Gobierno se centra en las reclamaciones para proteger el catalán en Netflix, no se ha dado cuenta de que ha perdido la batalla del español.
Recordaba el coronel Pedro Baños -experto en geopolítica- que la propaganda es actualmente una de las principales vías de agresión del enemigo dentro del panorama global. La industria audiovisual siempre ha sido utilizada por las grandes potencias para difundir sus argumentos más allá de sus fronteras. Esa estrategia también la han desarrollado algunos países de dudosos valores democráticos, como la Turquía de Erdogán. Por eso, mientras ERC pelea porque en la aldea gala independentista se vean contenidos de Netflix en catalán, cientos de miles de españoles devoran culebrones manufacturados en Estambul y Ankara. En los cuales, claro, no se hace referencia al recorte de libertades de la población de ese país.
Las medidas que se han tomado en España para tratar de expandir su 'marca' han sido inefectivas y una culpa de este fenómeno la tiene el eterno conflicto con los nacionalistas por sus reclamaciones lingüísticas. El problema no sólo afecta de cara al exterior, sino que también es interno y hay una historia que así lo demuestra. Sucedió pocos meses después de que Pedro Sánchez llegara a la Moncloa, es decir, cuando todavía humeaba el incendio desatado en octubre de 2017 en Cataluña.
Dado que TV3 se había posicionado claramente del lado de los independentistas, en Moncloa se tuvo la idea de potenciar la programación en catalán en TVE y se preparó una partida de varios millones de euros para cuadruplicar las horas de emisión en esa lengua. Se habló de 30 millones de euros, una cantidad que palidecía frente a los casi 300 millones de euros de los que dispone cada año la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales (CCMA). El proyecto, por cierto, se fue al traste.
Proteccionismo con el cine
Un directivo de una televisión privada -su postura es interesada, claro- asegura que una de las causas que explican la falta de proyección internacional de los productos españoles se encuentra en la Ley Audiovisual, que es 'demasiado restrictiva' con las empresas españolas y que además establece varios requisitos que dificultan las inversiones en sus propios productos.
Pone como ejemplo, en este sentido, lo que ocurre con el cine español, donde impera un modelo ineficiente que condiciona la competitividad de las televisiones -obligadas a financiar cine europeo, por mandato de la UE, con el 5% de sus ingresos-, pero que no atrae espectadores a las salas de exhibición de películas.
Las estadísticas del Ministerio de Cultura detallan que en 2020 se estrenaron 292 filmes en España, de los que 210 no alcanzaron los 1.000 espectadores. Las ocho películas más taquilleras contaron con el apoyo de Atresmedia y Mediaset, pero ninguna obtuvo relevancia internacional.
¿Mantendrían su apuesta por el cine estas empresas si no estuvieran obligadas por ley? A tenor de la realidad del mercado audiovisual internacional, en la que las series copan las plataformas, y a tenor de que ambas cuentan con las OTTs Mitele Plus y Atresplayer Premium, cuesta mucho pensar que lo harían.
Por cierto, es verdad que 2020 no fue un año que se pueda tomar como referencia para prácticamente nada, pero el éxito de la mayoría de los estrenos cinematográficos de 2019 no fue mucho mayor: 187 de las 304 películas ni siquiera fueron vistas por un millar de personas.
La negociación entre ERC y el Gobierno para aprobar la nueva Ley Audiovisual también incluye un punto de difícil digestión, pues obligará a RTVE a producir un 15% de sus contenidos en lenguas co-oficiales. Desde luego, esto no contribuirá a vaciar sus anaqueles donde, hace cinco años, se acumulaban películas españolas, que nunca se estrenaron, por valor de 15,5 millones de euros, según los datos de la Intervención General de la Administración del Estado (IGAE).
Batalla perdida en Latinoamérica
Mientras compañías estadounidenses como Netflix, HBO o Amazon cuentan sus clientes por millones en España, y mientras el capital francés inunda las empresas de producción audiovisual, España pierde el tiempo mirándose el ombligo y atendiendo a las reclamaciones de quienes piensan que lenguas con 750.000 hablantes merecen un blindaje que se niega al español, que utilizan 600 millones de personas.
Lo más llamativo es que no se observan posibilidades de negocio más allá de la refriega política y, claro, eso hace que gigantes hispanoamericanos como Televisa duermen relajados. Y majors como HBO -u otros gigantes- se expanden por territorio sudamericano hasta la punta de Patagonia Es decir, desde 'tierra madre' se renuncia a la hegemonía sobre su propia lengua. Y en sus televisiones... Culebrones turcos.
Mientras en la BBC vieron el potencial de extender sus contenidos por todo el mundo y crean contenidos en más de 30 idiomas, en Radiotelevisión Española se ha optado por la dejadez del Canal Internacional, con poco presupuesto y con una parrilla de programación que demuestra el estado de coma que afecta a los moradores de la planta noble de Prado del Rey desde hace mucho tiempo.
Existe un proyecto -en pañales- dentro de la corporación, que ha puesto en marcha su nuevo presidente, para crear un servicio de noticias y entretenimiento que permita a RTVE ganar músculo de cara al exterior. En paralelo, la Agencia EFE mantiene delegaciones en las principales capitales del mundo, aunque, claro, condicionadas por el escaso presupuesto que tiene la empresa de la SEPI. Por cierto, también sometida a los caprichos de la política. De hecho, a Fernando Garea le despidieron como presidente un año y medio después de llegar a su puesto, pues Pedro Sánchez consideraba que había demostrado muy poca sensibilidad con el Gobierno. Le citó Miguel ángel Oliver un sábado por la tarde, en un Restaurante Rodilla, y le informó de su cese.
Todos estos factores perjudican al español y empequeñecen todavía más la posición de España en el mundo. En un momento en el que la propaganda tiene tanto peso y la digitalización permite trasladar tantos mensajes, de una forma tan rápida, y a cualquier lugar del mundo, una buena estrategia audiovisual podría compensar la falta de inversión militar. Pero claro, para eso haría falta la elaboración de una estrategia como país y eso aquí no existe. Ni existirá.