Los datos de noviembre volvieron a ser preocupantes para la televisión convencional. Este medio de comunicación es todavía el que mayor audiencia e inversión publicitaria acapara, pero su consumo se ha resentido en los últimos tiempos, entre otras cosas, por el auge de productos audiovisuales alternativos, como son los Netflix, YouTube y compañía. En tan sólo un año, el visionado medio diario por persona ha caído en 37 minutos. Y el ritmo de caída parece aumentar.
Los números -recopilados por Kantar Media- se entienden mejor en términos absolutos. Mientras en noviembre de 2020 contactaron con la televisión, de media, 32,9 millones de españoles, un año después lo hicieron 30,7. Es decir, 2,2 millones menos.
El mes pasado, el consumo medio de televisión fue de 3 horas y 32 minutos por día, mientras que en el mismo mes de 2020, fue 37 minutos superior. En noviembre de 2019, de 3 horas y 56 minutos.
Los que más tiempo dedican al día a ver la televisión son, por sexo, las mujeres (3 horas y 51 minutos de promedio diario) y, por franjas de edad, los mayores de 64 años (con 6 horas y 19 minutos de media por persona al día). Esta última, menos atractiva para los anunciantes que la de los jóvenes, que cada vez pasan menos tiempo delante del televisor.
En concreto, el consumo de contenidos entre los niños de 4 y 12 años ha descendido el 24%, frente a la caída del 22% entre los que tienen entre 13 y 24 años; y del 24% entre los que se encuentran entre los 25 y los 44 años.
Eso sí, en términos numéricos, el sector de población en el que más ha caído el visionado de la televisión es el que comprende a los ciudadanos entre los 45 y los 64 años, que en noviembre invirtieron 48 minutos menos en esta actividad, de media, que el año pasado.
Netflix y la televisión convencional
Este descenso coincide con el auge de los servicios audiovisuales bajo demanda (OTTs), que en casos como Netflix, HBO o Amazon Prime Video cuentan sus clientes por millones en España. De hecho, según los datos de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), más del 50% de los hogares con acceso a internet poseen suscripciones a alguna de estas plataformas.
Resulta significativo, en este sentido, el hecho relevante que se difundió la semana pasada, por el que el grupo audiovisual Squirrel Capital compraba por 18 millones de euros las acciones que Vocento conservaba en la sociedad Net TV y el 100% de la empresa Veralia.
Por el 20% restante, que es de Disney, ofrecía 4,36 millones de euros. Ése es el precio actual de las licencias de TDT, las que fueron objeto de dura pugna entre los interesados en el pasado. Fuentes del sector audiovisual inciden en que tras la salida de esta major -que explota Disney + en España- es muy probable que se produzca la de otros grupos extranjeros que han dejado de ver rentabilidad en la televisión en abierto.
Una nueva ley determinará el régimen jurídico de los operadores de comunicación audiovisual a partir de su aprobación. En este grupo se encuentran tanto las televisiones convencionales como las OTTs. Estas últimas, en el foco de la polémica durante las últimas semanas por la pretensión de ERC de que incluyan en su catálogo el 6% de obras en catalán; o subtituladas en este idioma.
Las televisiones privadas están en contra de que el borrador de la nueva normativa mantenga las franjas de protección al menor en la TDT, pero no obligue a lo mismo a Netflix o a YouTube.
También critican que el borrador de la ley aumente del 0,9 al 3,5% el porcentaje de producción independiente que deben incluir las televisiones en su catálogo, que -consideran- beneficia a las productoras multinacionales francesas. Lo dicen por empresas como Banijay, pero sus palabras resultan significativas en un momento en el que Vivendi -gala- amenaza con hacerse con el control de Prisa.
Sea como sea, sus quejas se producen en un momento en el que empresas como Atresmedia y Mediaset destinan una parte de sus ingresos anuales al desarrollo de sus propias plataformas de contenidos en internet, ante el auge de los nuevos modelos de negocio, que, junto a los cambios regulatorios y a la inestabilidad del espectro radioeléctrico, suponen una amenaza para sus empresas a medio plazo.