Ocurre que el ser humano tiene ciertas limitaciones que le convierten en imperfecto y abiertamente cabrón. No debería preocupar en exceso que la condición humana presente máculas, pero lo cierto es que los sacerdotes de la corrección política han aprovechado esta situación para generar en el personal un enorme sentimiento de culpa. Hace no mucho, un grupo de especialistas del Gobierno de Navarra tuvo la fantástica idea de elaborar una lista de canciones que promovían los estereotipos sexistas e inclinaban a la violencia de género. En ella, aparecía el tema Sin ti no soy nada, del grupo Amaral. Que básicamente habla del vacío que deja en el alma de una mujer el fin de su relación sentimental.
Llegados al punto en el que una fémina no puede expresar su pesadumbre por haber perdido a un hombre, por el riesgo de que las 'guardianas del género' le monten un auto de fe, se puede esperar cualquier cosa. Quizá hoy Billy Wilder se enfrentaría a un juicio popular por osar a comparar el alma de Shirley McLaine con un espejo roto en El Apartamento. Incluso podrían llegar a llamarle racista por no incluir una cuota afroamericana en el reparto, algo que, por ejemplo, suele hacer Netflix, que en su infumable versión de Troya no tuvo muy en cuenta aquello de los atractivos cabellos rizados de Aquiles y adjudicó el personaje a un tipo negro y calvo. Ante todo, que nadie se sienta ofendido ni infrarepresentado. Ni los africanos ni los alopécicos, entiéndase.
El último episodio cuestionable, en este sentido, se ha producido en la capital del Reino, donde se ha cancelado el concierto que el grupo Def con Dos iba a ofrecer este viernes porque su cantante, César Strawberry, fue condenado por enaltecimiento del terrorismo hace un tiempo. No piense usted que realizó un acto en favor de un grupo armado, sino que, en realidad, publicó seis mensajes en Twitter, a cual más patético e insultante. Pero sólo eso.
Sinrazón legal
En España se han multiplicado por cuatro estas condenas por este delito desde que los sanguinarios de ETA dejaron de matar, lo que es un sinsentido y deja claro que la cosa se ha ido de las manos. Porque considerar que el tuit “a Ortega Lara habría que secuestrarle ahora” enaltece a una banda armada es ofensivo para la inteligencia. Convengamos en que es el exabrupto de un tipo que busca aceptación entre la izquierda más troglodita con humor negro sin gracia, pero eso no le convierte en propagandista de un grupo terrorista. Lo que hizo tiene otro nombre.
La sentencia del Tribunal Supremo que condenó a Strawberry incide en que "la libertad de expresión no pueden ofrecer cobijo a la exteriorización de expresiones que encierran un injustificable desprecio hacia las víctimas del terrorismo, hasta conllevar su humillación”. Y la jurisprudencia española deja claro que el insulto no puede identificarse como un ejercicio de este derecho constitucional. Ahora bien, resulta difícil de concebir que la ofensa fácil a personajes públicos y la idiocia literaria merezcan una condena de cárcel. Es sarcasmo simple y estúpido, pero no debería considerarse como un delito.
Llegados al punto en el que una fémina no puede expresar su pesadumbre por haber perdido a un hombre, por el riesgo de que las 'guardianas del género' le monten un auto de fe, se puede esperar cualquier cosa.
En cualquier caso, lo que ha ocurrido en el Ayuntamiento de Madrid tiene un ingrediente adicional, y es el político, que habitualmente incluye una carga considerable de oportunismo. El Consistorio aprobó la celebración del concierto el pasado 5 de junio por acuerdo de todos los grupos con representación en el Pleno, incluidos el PP y Ciudadanos. El día 18, sin embargo, la concejal del distrito de Tetuán pidió el cartel de fiestas, vio el nombre de Def con Dos y alertó sobre el pasado del tal Strawberry.
Sobra decir que las canciones del grupo no tienen nada que ver con los citados tuits de su líder, más allá de que alguien pueda llegar a considerar desafortunado u ofensivo que en una de ellas se desee la muerte a los 'tunos', que en otra se arremeta contra Yoko Ono; y en unas cuantas se despotrique contra el Estado con la profundidad y el ingenio de los que podría hacer gala una ameba. En cualquier caso, lo lógico si alguien siente vulnerado alguno de sus derechos al escuchar el concierto de ese grupo es que denuncie. Lo absurdo es proscribir a quien lo canta, cuando ni por componer ni por cantar ha cometido ningún delito.
Pero aquí no importa nada de eso. Aquí lo que prima es el oportunismo. En este caso, el de un alcalde que criticaba el populismo de Ahora Madrid -con razón en muchos casos-, pero no duda en plantarse en el acto de retirada de unas jardineras, en una calle que recientemente se ha despeatonalizado, para demostrar poder. O en acudir a borrar pintadas para anunciar que quiere una ciudad limpia, pero olvida llevar disolvente. O que, como en este caso, en suspender un concierto para llenar de carnaza el muladar donde abrevan unos cuantos trasnochados. La gestión del mayor Ayuntamiento de España debería implicar cierta seriedad y coherencia. No propagandismo barato como el que exhibía la predecesora de Martínez-Almeida y como el que ha demostrado el nuevo alcalde con estas acciones.
La maldita corrección
Detrás de la decisión de suspender el concierto emana un nuevo intento de pastorear a los ciudadanos hacia el terreno de la corrección, lo cual resulta insoportable. Eso sí, llama la atención que quienes critican los intentos del feminismo y de otros lobbies de la izquierda para erigirse como institutrices de la moral colectiva, callen ahora, ante este nuevo episodio de censura. Pero ya se sabe que la defensa de la libertad está más justificada cuando los 'incorrectos' están en mi bando que en el de enfrente.
Conviene prestar atención, pues quizá quienes consideran que el hecho de que una mujer despechada cante “sin ti no soy nada” o que Shakira diga que “vivir la vida sin ti es tanto como morir” incita a la violencia de género, quizá pronto etiqueten a Peter Brueghel como sádico por pintar a un perro olisqueando el cadáver de un niño; o proscriban el estudio de Aristíteles en los colegios por su concepción de la libertad de la mujer. Quizá incluso lleguen a hacer olvidar que los indeseables no necesitan acicates para cometer sus fechorías. Cuesta encontrar maldad en las letras del White Album, de The Beatles -algunas, bobaliconas-, pero inspiraron a Charles Manson para perpetrar sus conocidos crímenes.