Me he dedicado no pocos años al humor, concretamente a la sátira política. Tres años en 'La Bisagra' con Sardá, seis con Del Olmo escribiendo e imitando en mi añorado

En su día, el tráiler promocional presentaba al Dr. House como “el antihéroe más complejo de nuestro tiempo”. Una década después es tan sólo un hereje.

La característica más alarmante de la cultura terapéutica que progresa en los países desarrollados es la convicción de que el estado emocional de un individuo no es un asunto de carácter privado sino público.

«Libertad, igualdad, fraternidad» son valores profundos, generales… universales. Necesitan, por tanto, ser entendidos y aplicados de igual manera. Nunca como particularismos. Menos aún como valores facultativos que la clase dirigente administra a conveniencia, según soplen los vientos de la corrección política.

Más allá de la política doméstica, donde también han patinado clamorosamente, los científicos sociales han sido incapaces, no ya de intuir, sino siquiera explicar convincentemente el triunfo de Donald Trump o el resultado del referéndum sobre el Brexit. De un día para otro, todo era margen de error; todo, voto oculto; todo, materia oscura.

Una sociedad acostumbrada a exigir derechos pero refractaria a asumir deberes, estaba ya madura para el siguiente paso: librar por ley a los menores de cualquier deber, aunque fuera escolar.

Si en vez de contemplar nuestro dedo observamos la Luna, descubriremos que la política se ha vuelto increíblemente compleja y enrevesada, imposible de abarcar para la gente corriente.