Advierte una nueva campaña de la web Change.org de la monstruosidad que supone vender a los niños bolsas de Conguitos, pues la presencia de un negrito chocolateado en su anverso puede llevar a perpetuar los más horribles estereotipos racistas. Dice la impulsora de la protesta: “Tanto el propio término “Conguitos” como la ilustración caricaturesca de un hombre negro con grandes labios rojos convierten a este snack en un producto estigmatizador para la población negra”.
A lo que se puede añadir: ¿nadie ha pensado en que la forma marrón y dulce de esta golosina puede llevar a pensar a sus más jóvenes consumidores que todos los objetos de ese color pueden resultar comestibles? Imagínese.
Son seis milenios los que han transcurrido desde que un tipo de Mesopotamia tuvo la brillante idea de realizar la primera anotación. Sin embargo, podría decirse que todavía estamos en pañales, dado que la forma de escribir que practicamos es xenófoba, heteropatriarcal y contaminante. El papel requiere sacrificar un árbol y la pantalla, prender la mecha de una central térmica, lo que constituye un daño al planeta que no debería permitirse.
Hay quien, a estas alturas, todavía no ha asumido que la lengua española es machista y se niega a emplear términos y expresiones que resulten inclusivas, como “personas consumidoras” (Bibiana Medialdea dixit) en lugar de “consumidores”; criaturas en vez de “niños”; y “cigarros” en lugar de “cigarras”. Esto último es muy importante, dado que resulta injusto asociar la vagancia del insecto a la figura femenina. Por tanto, culpemos al varón.
Mil años de esclavitud
El movimiento 'Black Lives Matter' ha permitido abrir los ojos a la población sobre sus actitudes xenófobas, hasta el punto de que, en el mundo de la informática, ha comenzado a cuestionarse la expresión 'lista negra' (black list) para referirse a la acción de bloquear el acceso a determinadas personas a los servicios de una compañía. Lo mismo ocurre con el vocablo inglés 'master', que será próximamente sustituido por hacer una alusión indirecta a la relación entre el amo y el esclavo. Pero no la del dormitorio, sino la de toda la vida.
La cosa va del color negro, pero también podría extenderse a otras tonalidades que resultan manifiestamente racistas. Porque la expresión 'tiro al blanco' bien podría sustituirse por 'tiro al objeto no racializado'. Y la 'fiebre amarilla' podría denominarse a partir de ahora como 'fiebre decolorada'. Recuerden que algún buen ciudadano emprendió una campaña contra la Selección Española de Baloncesto antes de los Juegos Olímpicos de Pekín después de que los jugadores se hicieran una fotografía estirando la piel de sus párpados desde un lateral. Porque afirmar que los chinos tienen los ojos rasgados es un acto xenófobo, no lo dude usted. Por alguna razón, a un calvo le puede señalar la evidencia que reina en su azotea, pero a un asiático no, pues no es polite.
La polémica se ha vuelto a desatar -no es la primera vez- por el negrito de las bolsas de Conguitos (Chocolates Lacasa), como antes también ocurrió con la canción del Cola-Cao. Esto último llevó a sus dueños a impulsar una versión de ese tema totalmente inclusiva y pacífica.
Hace unos años, todas estas referencias resultaban simpáticas y no se observaba malicia en sus promotores. Al moro del barrio se le caricaturizaba con una alfombra al hombro; al vietnamita con un gorrito cónico y al español con castañuelas y montera. Podría parecer que hemos perdido el sentido del humor y nos hemos vuelto imbéciles, pero nada de eso. Recuerde que hubo un tiempo en que se vio como algo normal la exhibición de la momia de un bosquimano en Bañolas. De hecho, incluso los independentistas tomaron al pobre negrito como uno de los símbolos de la resistencia contra el nacionalismo español. Afortunadamente, hoy se recuerda con vergüenza ese episodio, al igual que pronto se apreciarán los Conguitos como una auténtica obscenidad.
Habrá que luchar a partir de ahora contra quienes desconfíen de las buenas intenciones de los ciudadanos que abanderan este tipo de causas para lograr un mundo mejor. Porque habrá quien piense este tipo de movimientos podrían llegar a utilizarse para reventar la reputación de una determinada persona, odiosa, o de una empresa, competidora. Y eso nunca ha pasado ni pasará. Todo esto es exclusivamente por el bien de la humanidad. O, mejor dicho, de las criaturas humanas.