Se acaba el verano. Quién más quién menos ha salido de viaje; ha cogido el coche para hacerse unos cuantos kilómetros para tratar de descansar. Quién más quién menos sabe perfectamente cuales son las delicias (de las que no voy a hablar) y las desventuras de viajar en coche, mejor dicho, de parar durante el viaje.
Hay tres tipos de personas a la hora de planificar un viaje en coche. Están los que salen cuando lo tienen todo preparado; su idea es salir pronto pero sin estresarse. Después están los que madrugan más que si fueran a trabajar y un paso más allá, rozando el absurdo, tenemos a los que salen de viaje a las 3 de la mañana para "ahorrarse el atasco, que los niños no molesten y aprovechar el día". De estos últimos hay que huir como de la peste negra porque son los típicos que empiezan sus vacaciones amargados, sin dormir y dejan a sus niños gritar en la playa como vándalos mientras ellos están desmayados durmiendo en la toalla.
Una vez establecido el horario de salida, hay otros tres tipos de personas según planean cómo planean el viaje.
En un primer grupo tenemos a los que trazan una ruta turística y paran en cada enclave singular en el que creen que hay algo que ver, algo que comprar o algo especial que comer. Tardan el doble o el triple en completar el viaje y llegan al destino con el coche como si hubieran atracado un supermercado en previsión de un holocausto nuclear. Desaconsejo viajar con este grupo a no ser que se tenga una paciencia inmensa, o mucho amor por esa persona.
En un segundo grupo tenemos los que te hacen subir al coche con todas tus necesidades vitales cubiertas y una sonda. Llevan al extremo la máxima de "en el viaje está la felicidad" añadiendo "pero cuanto más directo mejor". Es un viaje express. Esta completamente prohibido parar. Ni agua, ni pis... te acercan una bolsa de papel si quieres vomitar y como se te ocurra decir "oh mira, un arco romano recién descubierto ¿paramos a verlo", te lanzan una mirada que te enmudece para el resto del viaje.
En el tercer grupo estamos la gente normal. Salimos a una hora conveniente sin necesidad de tener que ser los primeros en pisar el asfalto y hacemos el viaje sin despistarnos pero parando cuando es necesario.
A la hora de parar, ¡oh sorpresa!, también tenemos tres clases de personas.
Los que a la mínima sugerencia de parar: "me hago pis", "me apetecería un café" o "parece que la reserva se va a encender dentro de media hora", pegan un volantazo, salen de la autopista en diagonal y paran en la primera gasolinera que haya.
Están los que dicen: a la próxima paro. Siendo "a la próxima", la siguiente área de servicio que cumpla una serie de requisitos más exigentes que para que te entreguen una estrella Michelin. A saber: que esté cerca de la autopista, que sea de determinada concesionaria, que tenga cafetería, bar, hotel, tienda de ultramarinos, de delicatessen, zona infantil y zona de picnic. Con estos, muchas veces, desearías haberte sondado porque "a la próxima" está más allá de la capacidad de expansión de tu vejiga.
La gente normal buscamos una gasolinera que se vea desde la carretera y para eso es muy importante diferenciar los mensajes de "área de servicio" de "zona de servicios". Área de servicio SÍ. Zona de servicio NO o sólo si quieres terminar haciendo pis en otra provincia adyacente a aquella por la que va la autopista.
La elección de la gasolinera más cercana a la autopista, no garantiza para nada que ésta vaya a ser conveniente ni mucho menos. Tenemos tres tipos de áreas de servicios.
En primer lugar hablemos de aquellas que al acercarte con el coche y ver las bolas del desierto corriendo entre los surtidores te hacen dudar de la realidad. ¿Es de verdad? ¿Un espejismo? ¿Estoy en una road movie? Como has apurado depósito o tu vejiga está a punto de convertirse en un globo aerostático, no te queda más remedio que parar. Te bajas del coche con cuidado.
- No os bajéis. Voy a preguntar.
Sintiéndote un poquito Clint Eastwood y otro poquito acojonado miras alrededor y ves venir a un tío más quemado que el palo del churrero y con cara de "mierda, un cliente".
Algunas veces el dependiente /gasolinero / personaje que te atiende es un tipo encantador y con el que dan ganas de quedarse a vivir y otras veces resulta tan aterrador que te quedas pegado al coche, con la espalda a cubierto, esperando ver aparecer una motosierra en cualquier momento.
En otro grupo están las gasolineras repugnantes. No dan miedo, pero son espantosas. Cada vez que paras en una de esas te juras a ti mismo que en el próximo viaje te acordarás de no volver a parar en ella jamás. A juzgar por la cantidad de gente que hay en ella, es obvio que ese juramento se esfuma en el espacio tiempo de la autopista. La gasolinera está petada, es un espanto, hay cola en los surtidores, en los baños te da tiempo a emparentar con gente de la cola y en la tienda sólo hay Miguelitos de la Roda y juguetes de corchopan al precio de barriles de petróleo. Normalmente siempre tienen adosado un bar en el que el Fary sigue vendiendo, tienen la televisión al volumen necesario para que se escuche desde la estación espacial internacional y hay una máquina de bolas de chicle de los años 1950 a la que tienes que hacer un marcaje férreo porque tus hijos, en el caso de tenerlos, querrán perder alguna de sus manos en ella.
Mención aparte de estas casas del terror merecen las fotos firmadas por personajes misteriosos que en algún momento de la historia de la humanidad debieron ser famosos. Sus caras son siempre de muchísimo susto, con una sonrisa congelada en un rictus de pánico al lado del que parece ser el dueño sonriente del establecimiento. El dueño siempre es gordo y lozano en las fotos y gordo, grasiento y con una mala leche de impresión mientras le pides un café con leche y un donuts petrificado. Valoras la posibilidad de firmarle una foto más que nada para que no te asesine.
En un lugar misterioso, inalcanzable y más allá del arco iris están las buenas estaciones de servicio.Son como los unicornios. Hay gente que dice que existen, muchos hemos visto algunas...pero pruebas no tenemos ninguna.
Son esas estaciones de servicio que se ven desde la carretera, están bien señalizadas, la vía de acceso no incluye esquivar cabras ni hacer maniobras en espirales infinitos. Están cerca de la autopista y no dan sensación de abandono ni de casa del terror.
Las buenas gasolineras son como Mary Poppins, se van cuando cambia el viento.
Esas gasolineras con baños limpios y ¡con papel! en las que están todas las bombillas y puedes secarte al salir. Esas gasolineras en las que el tempo del baño está pensando para que te de tiempo a hacer pis sin tener que aletear como una cigüeña porque te has quedado a oscuras. Esas gasolineras dónde puedes pedir un bocadillo sin temor a devorar goma o romperte un diente contra un ladrillo. Lugares dónde puedes sentarte sin quedarte pegado a la mesa y puedes estar en la barra sin que las migas te lleguen a las rodillas.
Las hay incluso con amables gasolineros que te echan el combustible, te limpian los mosquitos del parabrisas y te dan servilletas para limpiarte.
Esas gasolineras de las que de verdad sales descansado, que cumplen un servicio y en las que al enfilar el carril de aceleración dices: chicos, acordaos de que siempre paremos en esta estación de servicio.
Lo que no sabes, o no te acuerdas o pasas de pensar, es que según te vas alejando de ella y acercándote a tu destino, la gasolinera desaparece y se traslada a otro universo en el que otro conductor como tú, que no madruga absurdamente, hace el viaje tranquilo y merece una parada satisfactoria le está esperando.
Las buenas gasolineras son como Mary Poppins, se van cuando cambia el viento.
Ana Ribera @molinos1282
Escribo Cosas que (me) pasan. Leo con pasión, me río mucho y tengo un diente roto. Nunca es demasiado temprano para un gintonic ni demasiado tarde para una buena historia. Inspírame y moveré el mundo.