El meme español del año es una maravilla de la comedia porque es la actuación de un dúo con química, una pareja improvisada que ha encontrado la armonía de las circunstancias para generar una obra maestra sin quererlo. Pasa una vez de entre un millón.
Los protagonistas dicen que es un montaje meditado para promocionar un negocio pero barrunto que un guión que firmarían los mismísimos Monty Python y una actuación robada al Actors Studio no puede acabar perdida en el canal de Youtube de Periodista Digital. No cuadra. La huida hacia adelante es solo la coartada de cuando algo se te va de las manos.
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Pero hay una cosa que llama poderosamente la atención. A pesar de esta química inviolable, la mayoría de los tweets y del cachondeo mediático en redes sociales se han centrado en Silvia Charro —consultora de la inmobiliaria Engels & Völkers—, en sus expresiones, en sus ojos, en sus gestos. El sanedrín de la ridiculez ha elegido sus mejillas enrojecidas y sus ojos saltones para hacer el humor y escarnio, cuando también tenían el traje absurdo o la mirada anestesiada de su compañero, el profesor de finanzas Simón Pérez. No parece anecdótico.
El comando tuitero ha elegido recortar más la cara de ella que la de él, hacer los Gif subrayando sus expresiones, ridiculizando sus gestos, especulando con su vida,... Twitter ha certificado la desigualdad de este escarnio contando los Tweets. Más de 40.000 publicaciones con el nombre de Silvia la han llevado a ser primera tendencia nacional. El ínclito Simón no aparece ni en los 20 primeros puestos.
El meme es un instrumento anónimo de democratización del humor que refleja muy bien el estado de una sociedad. Un meme solo funciona si existe un vector que lo propaga y da por bueno su mensaje implícito. Cuando un nicho de opinión es lo suficientemente grande para aprobar el meme, este triunfa por encima de sus censores. Es un problema estadístico que nos regala certezas como la de este viral. El consentimiento de la masa ha aprobado que Silvia Charro sea el centro del apaleamiento porque la masa es machista y tiene menos sentimiento de culpa al hacerlo que señalando a la otra parte, aunque los dos se lo merezcan.
Ella es la única que ha salido a dar explicaciones (por muy increíbles y distópicas que sean), la única que se ha atrevido a intentar dulcificar el esperpento. La que se va a llevar todos los palos por la comedia. Él sigue escondido en su cueva.
Según varios medios a Silvia Charro le han echado de su trabajo por este maravilloso hit, la agencia inmobiliaria ha decidido que el espectáculo de su analista en pruebas ha sido "bochornoso e impresentable", pero no ha pasado lo mismo con su partenaire. Simón Pérez trabaja en una Escuela de Finanzas. Es profesor y también partícipe de la imagen de su empresa. Esta ha sacado un breve comunicado lamentando el vídeo pero sin tomar otras medidas. Quizás su menor exposición mediática le ha salvado el pescuezo, quizás la sociedad machista le va a dar una segunda oportunidad que Silvia nunca tuvo.