España ha decidido dar la espalda al coche eléctrico. O al menos, no recibirlo con los brazos tan abiertos como se esperaba. En ninguna región española su penetración supera el 1% del mercado y la Comunidad de Madrid, que es la comunidad con mejor porcentaje, tiene peores datos que la peor región de Portugal. Así lo reflejan datos de Eurostat, que no cuenta la 'cara b' del mercado español: existe un problema demográfico que complica su implantación.
España es el segundo país de la Unión Europea donde más personas viven en pisos (64,6%), solo por detrás de Letonia. Podría ser un tema baladí, pero no es así: en las viviendas unifamiliares es mucho más sencillo instalar un punto de carga, ya que no se comparte contadores con los vecinos y no es necesario realizar un aviso. Además, en casas o chalets no suele complicarse la instalación por la arquitectura del edificio, un problema que en los bloques si se encuentran los instaladores: imposibilita la instalación o la hace demasiado costosa. Esto provoca que muchos aspirantes a pasarse a 'lo eléctrico' decidan quedarse en la clásica combustión o apostar por algo intermedio: un híbrido.
A ello se suma que cada vez son más las personas que viven de alquiler en España. Según Fotocasa Research, el 24% de los españoles vive de alquiler, seis puntos más que hace seis años. Esto complica también la situación: los arrendatarios no quieren poner puntos de carga en una vivienda que se presume temporal y los propietarios no quieren realizar una inversión que no van a utilizar. De esta manera, también se complica en este aspecto la implantación del vehículo eléctrico.
Esta situación contrasta con países como Países Bajos: es el país con más personas viviendo en viviendas unifamiliares y también una de las naciones que están a la cabeza del vehículo "a pilas". Si a ello se suma un mayor porcentaje de propietarios y una mayor renta per cápita, el resultado es una sociedad electrificada.
A estas cuestiones se une el número de vehículos que duermen en la calle: un 70%. Tan solo tres de cada diez vehículos podrían tener acceso a un punto de carga por pasar las noches en un garaje privado. La falta de soluciones para electrificar la vía pública y permitir la carga de coches a aquellos que no poseen plaza complica también la implantación del coche eléctrico. A ello se suma el precio de las cargas en puntos públicos colocados por empresas privadas, que oscilan entre los 0,25 y los 0,35 céntimos el kWh, unos precios interesantes para momentos concretos -viajes en carretera- pero no para cargar a diario por su elevado coste -se aproxima al diésel o gasolina y pierde esa ventaja competitiva-. En los hogares, el precio del kWh está entre dos y tres céntimos, por hacer la comparativa.
De esta forma, salvo que el Estado decida crear su propia red de cargadores y permitir la carga a precio de coste, será muy difícil que veamos un parque móvil en España con una fuerte influencia eléctrica.
Los coches en España cada vez son más viejos
España tiene un problema con la edad de los coches: cada vez son más viejos y el camino hacia esa vejez parece irreversible. Este 2024, España superó la barrera de los 14 años de media en su parque móvil. Desde que Pedro Sánchez entró a La Moncloa, el envejecimiento se ha disparado, según cifras de ANFAC: en 2019, cuando llegó al poder, la edad media de los turismos en España era de 12,7 años. En cinco años, el parque móvil ha envejecido tanto como en el tramo 2012-2019.
Además, la venta de vehículos nuevos está de capa caída. En estos momentos, por cada coche nuevo que se vende en España se venden dos de ocasión (1.940.488 unidades vendidas en 2023). A lo que hay que sumar que los vehículos de segunda mano que se venden son cada vez más antiguos. Según una entrevista realizada por la patronal GANVAM al director de 'Cars&Cars', el 40% de las ventas en segunda mano pertenecen a vehículos con más de quince años.