Inglaterra era considerada hace cuatro o cinco décadas como un santuario liberal, que acogía mejor que nadie el humor extremo, los discursos excéntricos y la libertad de cátedra. Contra todo pronóstico, hoy da muestras de haber mutado en justo lo contrario: otra víctima de la corrección política y de la ideología woke, incompatible con un debate público saludable. El último ejemplo ha ocurrido en la universidad de Nottinhgam: gracias a una investigación del suplemento dominicial del diario Daily Mail, los gestores del centro educativo descubrieron que los profesores advierten a sus alumnos de que el clásico de Geoffery Chaucer (1343-1400) contiene “violencia”, “enfermedad mental” y “expresiones de fe cristiana”.
Los Cuentos de Canterbury, escritos entre 1387 y 1400, es un relato que narra la historia de un grupo de peregrinos que viajan desde Londres al santuario de Santo Tomás Becket, situado en Canterbury. Es una historia hecha de veinticuatro historias: cada uno de los peregrinos hace un turno como narrador, con un banquete prometido a quien cuente la mejor historia. Los asuntos más frecuentes que se tratan son el amor, el matrimonio, el orgullo y la muerte. Frank Furedi, profesor emérito de Sociología de la Universidad de Kent, dijo que “advertir a los estudiantes sobre las expresiones cristianas de fe en Chaucer es extraño, dado que todos los personajes de las historias están inmersos en una experiencia cristiana, es inevitable que haya muchas expresiones de fe. El problema no son los estudiantes que quieren leer a Chaucer, sino los académicos ignorantes que solo buscan aparentar superioridad moral”, lamenta Furedi.
Los cuentos de Canterbury se hicieron populares siglos antes de su publicación, hacia 1476; hay más copias de este manuscrito que de cualquier otra obra medieval completa
Un portavoz de la universidad dijo al periódico que el centro “promueve la diversidad”, argumentando que incluso los cristianos practicantes podrían tener dificultades con “aspectos de la cosmovisión tardomedieval”, que pueden resultar “alienantes y extraños”. ¿Quizá son más propensos a la enfermedad mental los lectores de Chaucer? En realidad, estamos ante el último episodio de una larga gripe woke, que también ha hecho que la universidad de Chester avisase en 2022 de que los libros de Harry Potter podían desembocar en “conversaciones incómodas sobre género y raza”. O que un profesor de Derecho de Oxford destapase en 2016 de que los docentes advertían a los alumnos cuando un caso penal era demasiado escabroso y además debían permitirles abandonar el aula.
El manuscrito más copiado
Aparte de su valor poético, los Cuentos de Canterbury son material de primera para los sociólogos interesados en la Edad Media. Chaucer era un miembro de la alta sociedad con una intensa curiosidad por las clases populares, lo que hacen que sus relatos sean un fresco completo de la sociedad británica de la época. El autor hijo de un rico comerciante de vinos de Londres, recibió una buena educación en las escuelas locales y entró al servicio de la corte real alrededor de los 13 años, en 1356. Sirvió bajo tres reyes ingleses, el rey Eduardo III (que reinó de 1327 a 1377), Ricardo II (que reinó de 1377 a 1399) y Enrique IV (también conocido como Enrique Bolingbroke, que reinó de 1399 a 1413) en puestos que iban desde paje a soldado, mensajero, ayuda de cámara y escudero, controlador de la aduana del puerto de Londres, miembro del parlamento y secretario de la corte y poeta, entre otras funciones.
Los Cuentos de Canterbury se hicieron populares siglos antes de su publicación, hacia 1476. Hay más copias de este manuscrito que de cualquier otra obra medieval completa, excepto el poema The Prick of Conscience, también del siglo XIV, que solo se copió con tanta frecuencia debido a su uso por la Iglesia.
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