La Transición democrática, a finales de los setenta del siglo XX, fue una oportunidad de oro para revertir dos siglos de decadencia, pero no. Seguimos anclados en el círculo vicioso del deterioro: los principios y valores de la vigente Constitución van cayendo en picado. Pese a tantos esfuerzos no salimos del pozo autodestructivo, sino que seguimos cavando más hondo. Nuestra historia contemporánea nos enseña el dañino efecto de la división, corrupción y falsedad: revoluciones, golpes de Estado, dictaduras, guerras civiles, separatismos, fracasos constitucionales… España se fue encogiendo para regocijo de sus enemigos internos y externos. Lejos queda cuando España fue referente mundial y su moneda, el dólar español, divisa de curso internacional.
No remontaremos hasta volver a lo básico: verdad, unidad, honestidad, laboriosidad, responsabilidad por los propios actos. Estos valores afectan por igual a los poderes públicos y a los ciudadanos. La salud social tiene que ver con la extensión y grado de estos valores en amplios sectores sociales y políticos. No es otra cosa objetiva que la calidad del capital humano como principal activo social. Nutre los tres engranajes del desarrollo: político, económico y cultural, en situación de grave avería como podemos ver.
En España, la degradación política está a la vista de todos: un gobierno corrupto del PSOE (caso Sánchez-Koldo-Ábalos-Armengol-Aldama-Gómez...con autorías distintas) en minoría sustentado por la suma de los enemigos de la Nación -comunistas y separatistas, como en los funestos años 30 del siglo XX- sin más legalidad que la inicial de la investidura forzada, condicionada hasta lo que dure por el chantaje permanente de minorías extractivas. Así, Sánchez no tiene condiciones de legitimidad para el ejercicio del poder democrático, pues no es suficiente la legitimidad inicial. Sólo tiene la personal voluntad de poder sin justificación sociopolítica, pues no sirve ni puede servir, aunque quiera, a los intereses generales. El perfil del personaje Sánchez, pese a la imagen atildada y la propaganda, está al descubierto, ya no cuela. The Economist lo define así: “estratega astuto (wily) y despiadado (ruthless) al alto coste para la calidad de la democracia española y sus instituciones”.
Sobrevive a esta irresponsabilidad estructural con manejos oportunistas y la mentira sistemática vendida como verdad por la factoría presidencial a través de sus voceros habituales: Pilar Alegría-Bolaños-Puente y periodistas a sueldo.
Seamos conscientes: España está gobernada por un poder ilegítimo. Algunos autores lo denominan pseudo democracia; otros, tiranía. Transmite a la sociedad que la voluntad de poder prevalece sobre la honestidad. Cuando arrecian los hechos de corrupción que le implican activa el cortafuegos de Ábalos como chivo expiatorio para derivar la culpa. Ahora es carnaza de la propaganda monclovita y sus terminales mediáticas. Visto en perspectiva, conocido el perfil de Sánchez, la función de Ábalos fue desde el principio la de servir al “1” en los albañales del poder. Ahora que la putrefacción emerge, pese a los desvelos por ocultarla, es expulsado a las tinieblas exteriores. Pero el cortafuegos ¿incluirá salvar al soldado Ábalos de sí mismo? (bajo mano se le ofrecerán garantías para que no comprometa con su testimonio al número 1, pues sabe mucho, aunque su peso valdrá lo que pueda probar, ¿habrá sido tan listo como para proteger sus espaldas?).
Pérdidas de empresas
El deterioro de la economía es incuestionable, pese a la propaganda con el crecimiento del PIB, gracias al turismo y a los recursos europeos. De hecho, somos el último país de la UE en crecimiento de la renta per cápita en el periodo 2017-2021, con un ínfimo crecimiento de 490 €, y entre 2004 y 2023 hemos retrocedido un 25% con relación a Alemania y un 40% con EE. UU. La tasa de productividad laboral por hora trabajada está situada en 16,5 puntos por debajo de la media de la eurozona. Las ratios de déficit público y deuda respecto al PIB de los más altos. España ha perdido, entre 2022 y 2023, 197.000 empresas (El Economista, 15.07.2024). Los impuestos altos y la inseguridad jurídica alejan a los inversores…
La comprensión global de estos hechos pone en evidencia el empobrecimiento social: se agudiza la distancia entre el crecimiento de los costes reales de los bienes y la insuficiente renta disponible de la mayoría de los ciudadanos. Esta realidad se traduce en dependencias que obligan a vivir de crédito para llegar a fin de mes, incapacidad para independizarse de los jóvenes, adquirir una vivienda o incluso pagar un alquiler.
España acabó el año 2023 con un porcentaje del 20,2% de su población en riesgo de pobreza (9.567.000 personas) con especial impacto entre los jóvenes. Una sociedad dependiente y empobrecida, ese es el modelo socioeconómico del progresismo militante.
Se impone romper el círculo vicioso que nos atenaza. La cuestión es ¿subsiste todavía suficiente músculo sociocultural, esto es, calidad ciudadana para revertirlo?
El desgaste de la calidad sociocultural afecta al tercer engranaje del desarrollo social. Es especialmente relevante, pues es causa y efecto de los otros dos. Guarda relación con los valores familiares, las altas expectativas de desarrollo personal para la construcción del proyecto vital a través del esfuerzo, la laboriosidad y competencia económica, la educación excelente, la civilidad responsable, el profesionalismo (mérito y capacidad) en todas las áreas de la actividad ciudadana, la unión nacional, la cultura política anclada en el Estado de derecho, el control institucional del poder, la responsabilidad por acciones y omisiones frente a privilegios e impunidad, la comunicación veraz… Todas estas variables están en jaque continuo en el devenir social; su evolución da cuenta de cómo es el capital humano de una sociedad y su influencia en la vida personal, social y productiva.
Eso significa ser causa y efecto, es decir, una sociedad con altas expectativas y responsabilidad cívica no permitiría la degradación política y económica a la que estamos sometidos, cuyo efecto negativo va degradando las condiciones de vida de los ciudadanos; nos hace peores. Crece el tejido social de dependencias e identidades sectarias, de liderazgos tóxicos, la impunidad medra, la falsedad es moneda corriente, la criminalidad crece: agresiones sexuales, 11,6%; lesiones y riñas tumultuarias, 9,8%; cibercrímenes, 13,5% (Ministerio del Interior. Evolución primer trimestre 2024 comparado con el de 2023).
Independencia real de la Justicia
En consecuencia, los tres engranajes del desarrollo de la sociedad están gripados. Se impone romper el círculo vicioso que nos atenaza. La cuestión es ¿subsiste todavía suficiente músculo sociocultural, esto es, calidad ciudadana para revertirlo? No se trata sólo de cambiar este Gobierno lo antes posible. Urge un poder político con base social sin tregua para los valores de calidad sociocultural citados y desarrollo socioeconómico (libertad, unidad del sistema económico, seguridad jurídica). Un gobierno realmente democrático que restaure el orden constituido con cambios constitucionales y legales. Apunto tres: cerrar con sentido de Estado el centrifugador sistema autonómico que da combustible a los separatistas, independencia real de la justicia y la fiscalía, condición sine qua non del Estado de derecho y separar los poderes legislativo y ejecutivo. Y añado un cuarto: suprimir el politizado Tribunal Constitucional; su función garantista del orden constituido lo debe hacer una sala constitucional del Tribunal Supremo según principios de mérito, profesionalismo e independencia. Estos cambios pueden hacerse por la vía ordinaria de Reforma constitucional del art. 167 CE.
Pueden ser impulsados desde un gobierno de izquierda socialdemócrata o de derecha liberal, pero en cualquier caso se requiere una mayoría amplia que sume lo mejor de la derecha con lo mejor de la izquierda ¿seremos capaces? Otras naciones lo han hecho porque se requiere un esfuerzo adicional mayor para vencer la inercia se seguir el declive de la degradación al que nos han condenado los últimos gobiernos.