El misterio se resolvió a las 21,33 horas de un luminoso 25 de abril de 1994, una hora después de lo previsto. El Banco Santander se adjudicaba el histórico Banco Español de Crédito (Banesto) que había sido expropiado a Mario Conde unos meses antes, el 28 de diciembre de 1993. Emilio Botín ofreció 762 pesetas por acción, hasta un total de 313.476 millones, muy por encima de las 667 pesetas ofertadas por Emilio Ybarra (BBV) y las 566 de Francisco Luzón (Argentaria). El Santander de Botín, un pequeño banco de provincias acostumbrado a cerrar la clasificación de “los siete grandes”, se encaramaba de pronto a lo más alto del ranking bancario español, escalando al puesto 22 del europeo y al 45 mundial por volumen de activos. Con la ayuda de Alfredo Sáenz, vicepresidente del BBV pasado al “enemigo”, el banquero cántabro jugó fuerte y ganó. El escándalo, sin embargo, no tardó en saltar: resultó que la plica ganadora no llevaba la firma del patrón. “Imagínense mi sorpresa cuando después de la apertura de los sobres me dicen que la mejor oferta estaba sin firma”, contaría tiempo después en el Congreso un cínicamente contrito Luis Ángel Rojo, gobernador del Banco de España (BdE). Ni BBV ni Argentaria pleitearon, y tiempo después Botín premiaba a Rojo con un sillón en el Consejo del Santander.
Los tres protagonistas de aquella comedia están hoy fuera de juego. Uno ha fallecido y los otros dos transitan aquejados por graves problemas de salud. El ejecutivo que en abril de 1994 presentó en el BdE la plica del Santander sin firma se llamaba, se llama, Matías Rodríguez Inciarte, un histórico del banco cántabro. El pasado 28 de noviembre, Ana Patricia Botín, la heredera, lo sacó del Consejo de Administración junto a Isabel Tocino, ex ministra en el primer Gobierno de José María Aznar. Si bien incomparables en lo que a importancia se refiere en la historia del banco, ambos dos representan a la perfección la vieja colusión entre poder político y poder financiero que ha caracterizado la España de la Transición. Ambos han sido barridos por el viento del cambio que ha supuesto la llegada al frente del BS de una Ana Botín dispuesta a seguir liquidando de forma inmisericorde hasta el último vestigio dejado por su padre al frente de la entidad.
Fue el abuelo, Emilio Botín Sanz de Sautuola, quien en 1984 fichó a un Rodríguez Inciarte que con 33 años había sido ya secretario de Estado adjunto al presidente y ministro de la presidencia bajo el Gobierno de Calvo Sotelo. Nunca tuvo el perfil del típico alto ejecutivo del Santander, mirada fiera, cuchillo en boca y disposición total a rebañar la última peseta en cualquier liza. Tipo leído, culto, muy inteligente, de alguna forma ha sido siempre una rara avis en el salvaje oeste de un banco y un banquero dispuestos solo a rendirle pleitesía al puro y duro beneficio. ¿Qué hace un hombre como tú en un banco como éste? Pues suavizar los perfiles de un sujeto tan bravío como Botín III y oficiar como auténtico ministro de Exteriores del Santander, embajador plenipotenciario de un banco con muchos frentes abiertos. Un hombre en cada frente de batalla, un experto para cada ocasión: Si había que arreglar un asunto mediático, ahí estaba la mano izquierda de Manolo Cendoya; si el problema era de jueces y fiscales, salía a escena Ignacio Benjumea; si había que afrontar algún envite político con Moncloa, el encargado era Matías; si de hablar con algún presidente latinoamericano se trataba, saltaba al ruedo Paco Luzón; si el drama afectaba a la familia, si, por ejemplo, el niño metía la pata hasta el corvejón con Bernard Madoff, entonces Rodrigo Echenique cogía el avión privado y se plantaba un domingo por la tarde en el apartamento del estafador en pleno Manhattan; y si la cosa, en fin, iba de banca minorista, en ese río nadaba el amigo García-Candelas.
Dueño de casi todos los secretos de la casa, Matías no deja el banco, claro está, que se reubica, a sugerencia de Echenique, presidente de Santander España y Popular, mano que ahora mece la cuna donde descansa Ana"
Un extraño en la corte de Botín III
Un extraño en la corte del emperador. También un hombre templado, con un extraordinario sentido común. Dice la tradición que los altos ejecutivos del BS disparan primero y después preguntan si han hecho daño; Matías, por el contrario, apunta primero, coloca su objetivo en el centro de la diana, y si cree que puede cobrar la presa sin apretar el gatillo, no dispara. Por eso don Emilio le encargó negociar la fusión del Santander con el BCH, primer gran salto adelante del banco cántabro, con Ángel Corcóstegui, entonces vicepresidente a las órdenes de José María Amusátegui, un encargo hasta cierto punto sorprendente tratándose de un político más que un alto ejecutivo bancario, un componedor de lujo, un fontanero de alto standing, ilustrado desde luego, también profundamente cínico, que nunca pierde los papeles –al contrario que su hermano Juan, también ex alto cargo del BS-, que no se enfada con nadie, que no tiene enemigos –al revés que su hermano Juan-, que no tiene grandes fincas en Extremadura –al contrario que su hermano Juan-, siempre dispuesto a decirle al prójimo lo que el prójimo desea escuchar. Características todas que han llevado a este falso diplomático (Técnico Comercial del Estado) a presidir la Fundación Príncipe de Asturias, al servicio de la Corona, un cargo que nunca hubiera aceptado en vida de Emilio y que permite calibrar un cierto desapego a la figura de Ana Botín.
Dueño de casi todos los secretos de la casa, Matías no deja el banco, claro está, que se reubica, a sugerencia de Echenique, presidente de Santander España y Popular, mano que ahora mece la cuna donde descansa Ana, al frente de Santander Universidades, el gran empeño de la nueva presidenta muy influida por la cultura anglosajona en la materia. El mismo estatus de salario –estratosférico-, chóferes, secretarias y demás cabotaje. No será por dinero, cierto, porque Emilio Botín ha tocado los cojones a dos manos a sus altos ejecutivos a cualquier hora del día y de la noche, incluso en plena Nochebuena, pero los ha hecho inmensamente ricos, con salarios, bónuses, acciones e incluso cierta tolerancia para los negocios paralelos, a veces con cobertura del propio banco, aunque, eso sí, siempre bajo control, bajo el patronazgo de la casa matriz y la obediencia debida a don Emilio, el ojo que todo lo veía en su vasto imperio.
Muy distinta ha sido la remoción de Isabel Tocino, una mujer cuya presencia en el Consejo nunca nadie entendió como no fuera por el capricho de un Emilio a quien hacía gracia dar cobijo a una mujer cántabra, a una política cántabra y a una ministra cántabra, todo en una pieza, puesto que su capacidad para influir en el PP quedó muy marcada desde que en Perbes perdiera la batalla por la sucesión de Fraga, su protector. Cuentan que Tocino, sin oficio ni beneficio, queda en una posición delicada al frente de un banco, el Pastor, convertido en una mera ficha bancaria. Tras estas salidas, en el Consejo quedan otros apellidos cuya continuidad sigue provocando todo tipo de especulaciones. La de Villar Mir, por ejemplo, el amo de OHL, un hombre sostenido por la relación de Ana Patricia con su yerno Javier López Madrid, un beautiful enganchado por partida doble o triple en procelosas aguas judiciales. O la del mencionado Benjumea, ex secretario general, imputado en un caso de blanqueo (lista Falciani), como el propio Ramiro Mato, ex presidente de BNP Paribas España, recién llegado al Consejo y enredado en el mismo lío.
Los Botín y la Justicia
Lidiar con la Justicia se ha convertido en un problema capital para la familia Botín. Lo fue para su padre (las cesiones de crédito -la gran cagada de Echenique-, la “doctrina Botín”) y lo va a seguir siendo para Ana. El suave Inciarte templaba gaitas, advertía, reconvenía, y hasta obligaba a echar el freno cuando el patrón se perdía en alabanzas desmesuradas hacia el zopenco Zapatero. Ana ya ha cosechado sus primeros reveses con el intento de colocar a su amigo Javier Monzón en la presidencia de Prisa. Ahora no se ha atrevido a meterlo en el Consejo. ¿Quién ocupará el perfil de Inciarte en la nueva corte de la reina Ana? ¿Quién será su embajador plenipotenciario? La dama ha llegado aureolada de una cierta fama de falta de compromiso con España y su unidad. Falso de toda falsedad, como ha demostrado el envite catalán, algo que hay que agradecerle sin ambages. Algunas otras decisiones, además de la de Villar y Benjumea, tendrá que tomar, como ver qué hace con un tipo también de otra época como Guillermo de la Dehesa, socialista exquisito y banal, que ha tendido muchos puentes con el PSOE desde los tiempos de Felipe hasta los más tiernos de Miguel Sebastián. La gran tarea de Ana Botín, con todo, debería consistir en encabezar un cierto y ejemplarizante rearme moral de las elites económico-financieras españolas, como imprescindible paso para abordar la regeneración de nuestras instituciones. Además de seguir haciendo del Santander un banco rentable, que no es poco.