Análisis

Chequia, Eslovaquia y el corralito catalán

    

  • El presidente de la Generalitat, Artur Mas, en el Parlament.

“Enero de 1993. Todo fue demasiado rápido, demasiado brusco, casi por sorpresa. Aquel fue un divorcio amigable, en el que no hubo sangre y casi ni siquiera gritos. Es verdad que había muy poca historia compartida, que aquel matrimonio tenía pocas cosas en común, porque los dos países sólo habían estado unidos desde 1918, como una de las consecuencias del final de la I Guerra Mundial, pero la separación entre Chequia y Eslovaquia me produjo una gran tristeza. Sigo teniendo muchos amigos eslovacos, vienen a Praga, voy a Bratislava, hablo eslovaco, leo su literatura, me gusta su música, pero tengo la sensación de haber perdido algo, algo que amaba, algo que me completaba. En realidad me siento empobrecida…” Quien así se manifiesta es la embajadora de la República Checa, Katerina Lukesova, respondiendo a la pregunta de uno de los asistentes al desayuno informativo organizado este martes por Vozpópuli en el Hotel Palace de Madrid.

“Me siento empobrecida”. Lo curioso del caso es que fue la parte más pobre, Eslovaquia, la que reclamó la separación de la rica Chequia. “Todas estas rupturas suelen ser desastrosas en términos económicos, sociales, emocionales… Todas tienen un alto coste”. Las circunstancias que condujeron a la desaparición de la antigua Checoslovaquia tienen poco o nada que ver con el problema que hoy enfrenta España a cuenta de las tensiones independentistas que sacuden Cataluña, una región que ha sido parte muy importante de España durante los últimos 500 años al menos, con los catalanes como protagonistas activos de esos siglos de Historia compartida, y con el resto de España contribuyendo decisivamente al bienestar y progreso de una de las regiones más ricas del país. Todo eso parece a punto de romperse por la traición al principio de legalidad consagrado en la Constitución del 78 protagonizada por el partido de la derecha burguesa catalana, carro al que se ha subido una extrema izquierda marxista desnortada dispuesta a protagonizar una especie de Movimiento Nacional transversal de tinte étnico y xenófobo, sobre cuyo apogeo, permitido por la irresponsabilidad de los Gobiernos centrales, han corrido ya ríos de tinta.

Junqueras representa a un partido que solo ha aportado conflicto a las relaciones entre Cataluña y el resto de España

Es precisamente la distancia que separa al caso español del checoslovaco lo que hace incomprensible hasta el absurdo ese debate que se anuncia para hoy entre el ministro de Asuntos Exteriores de España, ojo al parche, de Asuntos Exteriores, y el jefe de una de las facciones coaligadas en la lista de “Juntos por el Sí”, el señor Junqueras, representante de un partido que históricamente solo ha aportado conflicto a las relaciones entre Cataluña y el resto de España, además de sangre y lágrimas en la particular historia catalana. Lo alucinante, por eso, es que el ministro Margallo manifieste estos días en todo tipo de entornos que ha sido su presidente e íntimo amigo, Mariano Rajoy, quien ha autorizado e incluso alentado la celebración de un debate en el que ni el Gobierno, ni el Partido Popular, ni los millones de españoles para quienes la unidad de España significa algo, tienen nada que ganar, porque el simple hecho de su celebración es ya una aberración difícilmente entendible para cualquier cabeza medianamente amueblada. Gran verdad aquello de que los dioses ciegan a quienes quieren perder.            

Se pierde, de entrada, la batalla de la imagen, un capítulo en el que el millón y pico de independentistas catalanes llevan enorme ventaja a esos millones de españoles silentes partidarios de la defensa del orden constitucional. La batalla de la imagen y también la del lenguaje, otro capítulo donde la movilización nacionalista, acostumbrada a jugar el partido sin equipo contrario sobre el césped, lleva años por delante. Llevan años marcando goles a puerta vacía, por simple incomparecencia del contrario. Es lo que tiene la reciente avalancha de declaraciones desde los cuatro puntos cardinales, el aluvión de advertencias y admoniciones de los Cameron, Merkel, Obama y demás: que además de reforzar el espíritu de “fortaleza sitiada” del independentismo, desnaturaliza hasta pervertirlo la naturaleza del prusés, transformando, para contento de las huestes de Arturo Mas y su capitán Romeva, en un “conflicto entre Estados” lo que no pasa de ser un desafío a la legalidad vigente por parte del representante de ese Estado en Cataluña, incluso un intento de golpe incruento por la vía de los hechos consumados.

Se acaba la fiesta

Que ello es así percibido por el secesionismo se manifiesta en el tono de creciente desafío que caracteriza estos días las manifestaciones de los amotinados. Desafío y esperpento. Ridículo y vergüenza ajena. La señora Carme Forcadell, mascarón de la ANC, promete que en la Cataluña independiente los yayos no tendrán que cuidar de sus nietos, y la gran Karmele Merchante, la musa de la revolución catalana en el exilio de Madrid, imagina una Cataluña independiente sin prostitutas, mientras don Arturo, en pleno subidón, amenaza con no pagar la deuda de la supuesta Cataluña libre endiñándosela… A España, naturalmente, y el señor Mas-Colell, una de las celebrities locales que iba para Nobel de Economía, dice que España tendrá que pagar las pensiones de los jubilados de la Cataluña independiente, al tiempo que un ramillete de “científicos” echa su cuarto a espadas apoyando el cuadro de esa Arcadia feliz que será la Cataluña liberada envidia de Dinamarca y otras marcas no menos prósperas y rumbosas. El Proceso de Kafka y su lógica cotidiana tendente a la locura era algo bastante más cuerdo que el estado de enajenación al que quieren conducirnos estos sinvergüenzas.

El Proceso de Kafka y su lógica cotidiana tendente a la locura era algo bastante más cuerdo que el estado de enajenación al que quieren conducirnos estos sinvergüenzas

Es lo que tiene la música contemplativa marianista, el canto gregoriano de no hacer nada, la filosofía gallega del “verlas venir, dejarlas pasar y si te mean encima decir que llueve”. Se acaba la fiesta. “Estoy seguro de que lo de Cataluña acabará mal a poco bien que vaya”. La frase pertenece al catalán Xavier Corberó, un escultor de talla mundial con obra en los mejores museos del mundo, en entrevista aparecida en el blog de El Español. “Cuando uno es muy nacionalista, es que quiere robar más y no quiere que le robe otro y por eso aquí dicen que todo es culpa de Madrid. Todo lo que se ha robado en la época de Pujol no es culpa de Madrid (…) Es triste que sea todo tan feo, porque siempre pierden y continuarán perdiendo. Pero estoy seguro de que lo de Cataluña acabará mal a poco bien que vaya. Si empieza mal, acabará menos mal. Pero si empieza bien, acabará muy mal. Y además es raro: ¡España es un sitio tan bonito! (…) Con Franco yo me sentía muy catalán. Mi madre se murió cuando yo era niño y me acuerdo sólo de una de sus frases: “Sé un buen español y un buen catalán”. Es curioso porque yo pensé: qué tontería, ¿no? Buen español y buen catalán. Me parecía un poco cursi la frase, pero ahora la entiendo”.

Tal vez lo del independentismo tenga que ir muy bien, alcanzar su clímax el 27-S, para que empiece a ir mal, muy mal. Porque se acerca la hora de la verdad. Somos millones los españoles que, sin sentirnos nacionalistas sino simplemente ciudadanos preocupados por la paz y la prosperidad de todos, queremos ver cómo el señor Mas y sus valientes tropas, acostumbradas a ofender durante años, a despreciar todo lo “español”, enfrentan la realidad de un Estado obligado a hacer cumplir la Ley. ¿Porque usted, señor Rajoy, va a hacer cumplir la ley en Cataluña, no es así? ¿Usted no tiene previsto dejar ninguna puerta abierta a espurio pacto alguno con el futuro presidente de la Generalitat, el señor Junqueras, mediante el dislate de ese cara a cara que se anuncia para hoy? Y cumplir la ley es cumplir la ley, don Mariano. Sin subterfugios. Con todas sus consecuencias. Y a ver entonces cómo responde la jeta ensoberbecida del señor Mas, cómo mueve esa majestuosa mandíbula acostumbrada al desafío gratis total durante años, cómo se comporta el conducator del nacionalismo catalán, el pequeño führer de cartón piedra, empeñado en contar con corralito propio donde no haya juez capaz de sentarlo un día en un banquillo. A ver con qué dignidad se conduce entonces este infame sembrador de discordias.     

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