Análisis

Boda con tintes murcianos en el corazón de la Cataluña independentista

        

  • Banderas esteladas cuelgan sobre las medievales calles de Besalú, Girona

Mas Murtra es un gran complejo rural situado en medio de la montaña en Sant Gregori. A tan sólo 5 kilómetros de Girona, goza de un entorno privilegiado desde el que puede divisarse la capital, pero también algún que otro animal en libertad que, como el jabalí, aún se mueve por estos parajes del prepirineo. Se trata de un lugar habitual de todo tipo de celebraciones y fue el escenario, este pasado fin de semana, de una gran boda catalana a la que asistí junto a mi familia murciana. Fueron días de sol espléndido en un paraje maravilloso, con comida, bebida y música abundante, pero, sobre todo, con la unión de una gran familia, dos ramas de un mismo tronco, reunida en torno a una celebración y una mesa como sólo sucede en ocasiones muy especiales. Y de amigos que, con el tiempo y el roce, hemos ido creando en Barcelona.

La tensión política se palpa en el ambiente desde el instante en que uno se apea del AVE y pone pie en la ciudad. Al salir de la estación, cojo un taxi conducido por un cuarentón que viste sudadera del Atlético de Madrid.

- A la plaza de la Independencia, por favor.

- Joder, como odio esta palabra. ¡Qué asco le tengo!

- Bueno, ¡es la independencia de los franceses, a principios del siglo XIX! Yo también soy del Atleti. Mierda de partido con el Barça el otro día, ¿eh?

- Sí, aunque más mierda es la situación que tenemos aquí. Soy de Madrid y vivo aquí desde los 16 años. Me tienen harto. Creo que se va a liar porque la presión es insoportable. Y como no van a conseguir sus objetivos este domingo, seguirán y seguirán presionando.

- No pareces muy integrado. ¿Alguna vez has hablado catalán?

- Nunca. Me niego. Sólo si hay alguna persona mayor que no se maneja bien en castellano, por educación. Prefiero hablar en inglés. A veces pienso en irme de aquí, pero llevo toda la vida viviendo en Gerona, ¿dónde me voy ahora?

Aunque Girona es pleno epicentro independentista, entre los invitados a la boda de Mas Murtra hay de todo. Casi todos proceden de Barcelona y su cinturón, muchos de ellos hijos de emigrantes y algunos otros de estirpe catalana 'de toda la vida'. El castellano se escucha de forma mayoritaria, pero el catalán también está presente. No es solamente una boda 'charnega', pese a que ambos novios son hijos de inmigrantes que llevan toda la vida o gran parte de ella en Cataluña. Al saber que vivo en Madrid y que soy periodista, muchas personas se acercan a mí durante los dos días de estancia en el 'mas' (además del apellido del president de la Generalitat, la palabra significa 'masía') para preguntarme qué opino del tema y para darme su opinión. Otros, como la novia, que es familia directa, evitan hablar de política como han hecho siempre. No es que no les importe, pero creen mejor ser discretos y rehuir el conflicto. 

Algunas personas, muchos catalanoparlantes, sienten que no se les quiere ni aprecia, que su cultura no se respeta

Entre quienes manifiestan opinión, que son muchos, dos posturas enfrentadas. Algunos se sienten incomprendidos y maltratados por el Estado. Piensan que no se les quiere ni aprecia, y sienten que su cultura no se respeta. Suelen ser catalanoparlantes, personas que han asimilado como propia una cultura de la que se sienten orgullosos. El idioma catalán no solo ha pervivido, sino que goza de buena salud, aunque es verdad que en algunos momentos lo tuvo muy crudo. Es un ejemplo de aguante, resultado de la determinación de una gente que nunca aceptó tener que dejar de hablarlo, al contrario de lo ocurrido con tantos idiomas hoy muertos. Muchas de estas personas hace tiempo que desconectaron del Estado español. Sus sentimientos van hoy en otra dirección, aunque quieran ser independientes no implica odio, al menos aparente, hacia mí como murciano. Al contrario, se esfuerzan por ser buenos anfitriones y valoran que en ese momento esté visitando su país, su autonomía, su región, lo que sea.

Por otro lado, están lo que yo llamo 'insurrectos'. Muchos más de lo que parece, personas que, por primera vez en mucho tiempo, se manifiestan abiertamente contra lo que está sucediendo en Cataluña. Dos jóvenes me dicen que votarán a Unió, porque son "muy de derechas" y su padre siempre dijo que con Franco las cosas no iban tan mal. Son profesionales liberales, gente moderna, con un amplio bagaje cultural. Los hay también de claro perfil trabajador, lo que antaño se llamaría 'obrero', procedentes de barrios de clase media baja como El Carmelo. Curtidos en mil batallas y en una vida de escasez a veces, no saben a quién van a votar ni si votarán aunque tienen muy claro que ellos son del Real Madrid. Según dicen los sociólogos, este grupo, integrado por varios cientos de miles de personas despolitizadas, está llamado a decidir este domingo con su voto el futuro de Cataluña, y tal vez el de España, con su participación o abstención. Nunca antes cargaron con tamaña responsabilidad, aunque quizá no lo sepan o, en el fondo les dé igual.

Los medios de comunicación tendrán una gran responsabilidad si algún día este país se rompe tras estar unido durante más de 500 años

Todos viven, ríen, se divierten y beben en sana camaradería. El recibimiento a mi familia, venida de cuatro ciudades y dos países distintos para el encuentro del 'clan', es cálido. Algún primo de Cartagena, que comenzó el fin de semana renegando de Cataluña, abandona Mas Murtra el domingo con cara de tristeza, agradeciendo a todos la experiencia. El pequeño chispazo de Cataluña que ha visto le ha cautivado. Prácticamente era la primera vez que visitaba este trozo de España, y su maleta venía cargada de prejuicios edificados sobre lo leído en los medios de comunicación. Los medios, que a menudo presentan una realidad distorsionada, y ponen a muchos catalanes en contra de España y viceversa. Medios que habrán adquirido una gran responsabilidad si algún día este país acabara rompiéndose tras estar unido durante más de 500 años.

Por mi parte, espero que eso nunca ocurra, aunque tampoco veo las ventajas de vivir siempre enfrentados. Si alguna vez he de cruzar una frontera para visitar la Barcelona donde nací, lo haré con tristeza, pero lo haré. Mientras tanto, que vivan los novios, que siempre ocuparán un lugar preferente en mi corazón.

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