Análisis

Acuerdo en el mundo del dinero: “Lo de Rajoy no tiene remedio”

Para un país en el momento histórico por el que atraviesa España, necesitado de liderazgos capaces de empuñar el timón del cambio, la presencia en Moncloa de un conservador de provincias sin el menor carisma es sencillamente una desgracia. Es la paradoja española: la gran empresa quiere el cambio porque sabe que hay que insuflar aire fresco al sistema moribundo; quien no parece quererlo es la clase política.

  • El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy.

“Tuve, como supongo que otra mucha gente, algunas reuniones con él al principio de la legislatura, en las que le di mi opinión sobre las medidas económicas a tomar tanto en materia de ajuste como de reforma del sistema financiero. Yo le conté cómo veía las cosas, aporté mi punto de vista y me atreví a sugerirle algunas iniciativas. Y cuando nos despedíamos me iba contento, entraba en mi casa pensando que me había hecho caso, este hombre escucha… Pero luego pasaba el tiempo y me fui dando cuenta de que de lo dicho nada de nada, nunca hacía lo que habíamos hablado, lo cual me llevó a recapitular y a concluir, maldita sea, pues claro, él nunca me dijo que fuera a hacer tal o cual cosa, nunca se comprometió, nunca me dijo “sí” a nada: sencillamente se limitaba a escucharme y asentir…” La frase pertenece a un banquero conocido, tal vez uno de los pocos que en los duros años de la travesía por el desierto de la oposición dio carrete a Mariano Rajoy, no le negó respuesta cuando sonaba el teléfono. Hoy es un hombre que se siente tan decepcionado como millones de españoles.

En efecto, no sólo en el PP andan desconcertados con Rajoy y su manera de gestionar los asuntos de España S.A., su forma de dilapidar la mayoría absoluta que los ciudadanos le dieron en noviembre de 2011 para que mejorara la situación financiera del Reino y, más importante aún, abriera un proceso de regeneración democrática capaz de insuflar vigor nuevo a un sistema que estaba dando sus últimas boqueadas. Del clima de desmoralización que invade a la tropa pepera en vísperas de unas elecciones en las que el partido puede dejarse gran parte de su poder municipal y autonómico, poco hay que decir. Mucho menos conocido es que los mismos o parecidos sentimientos, con el ingrediente añadido de una indignación que se pueden permitir quienes no dependen de su voluntad o capricho, son compartidos por la mayor parte de nuestra clase empresarial y financiera, harta del nihilismo, del tancredismo de un hombre que parece vivir en un mundo aparte, ajeno a las presiones y, lo que es peor, a la alarma que una derrota electoral de la derecha en las generales de finales de año y una eventual entrada de Podemos en un Gobierno PSOE provocan en muchos consejos de administración.

Entre la gente educada en el marxismo, los Gobiernos del mundo no son sino meros testaferros o espantajos sometidos al capital

Entre la gente educada en los postulados del marxismo, según los cuales la política es gregaria del dinero y los Gobiernos del mundo no son sino meros testaferros o espantajos sometidos a las fuerzas ocultas del capital, se suele identificar al Gobierno Rajoy y a los patronos del IBEX como un bloque monolítico de intereses cuyo objetivo común consiste, vuelta la burra marxista al trigo, en alargar ad infinitum la agonía del régimen impidiendo con uñas y dientes cualquier cambio por magro que sea. Nada más lejos de la realidad. Quizá porque empresarios y banqueros están mucho mejor informados de lo que ocurre en la calle que Moncloa, quizá porque están acostumbrados a rodearse de gente a la que pagan para que les diga la verdad, lejos de esa hornacina de silencio que rodea al presidente, la opinión de la elite del dinero respecto a la crisis política que atraviesa España depara al interlocutor poco avisado no pocas sorpresas.   

“Es verdad que se han hecho cosas mal o, mejor dicho, se han dejado a medio hacer o sencillamente no se han hecho, como una verdadera reforma de la Administración, pero, con todo, creo que el gran lastre de este Gobierno ha sido la corrupción”, asegura el capo de una de las mayores empresas del Ibex. “Yo me vi con él en el punto álgido del escándalo Bárcenas, cuando los famosos sms le colocaron en una situación imposible, y en aquella ocasión le dije sin tapujos que tenía que reaccionar, es el momento de que seas contundente, le insistí, porque si no lo haces este episodio lastrará toda la legislatura. Pero no es fácil hablar con Rajoy. Es un hombre afable que escucha, pero nunca sabes si está de acuerdo contigo o discrepa. Recuerdo que aludí a los dos grandes responsables de la corrupción que a nivel de sistema ha tenido España, que en mi opinión no son otros que el rey Juan Carlos y el difunto Emilio Botín, el uno componiendo la figura del egipcio durante toda su vida y el otro comprando voluntades tanto en la prensa como en la judicatura, pero él se limita a sonreír; él se calla y lo más que llega a decir es que éste es un país muy difícil…”

Empresarios a favor del cambio tranquilo

Pocos españoles saben es que ese poderoso lobby que se agrupa en el Consejo Empresarial de la Competitividad (CEC) y que lidera César Alierta con la eficaz ayuda, hasta su fallecimiento, de Emilio Botín como primus inter pares, se ha convertido no solo en impulsor de la marca España, algo público y notorio, sino en un protagonista activo, si bien en la sombra, a la hora de promover los cambios que el agotamiento del sistema de la Transición ha puesto en evidencia. “Algún día se conocerán los contactos, las conversaciones, las llamadas de empresarios de postín con Rajoy animándole a abordar sin miedo los cambios pertinentes para dinamizar el sistema, incluso abriendo la Constitución del 78”, asegura una fuente plenamente solvente que prefiere el anonimato, “como se conocerán las gestiones que han hecho en asuntos tales como el problema catalán, por ejemplo, supliendo la inacción del propio Gobierno central”. Es obvio que las reformas que pueda pretender un gran empresario parecerán nimias desde el punto de vista de la izquierda radical, pero también lo es que ese empresariado no solo no se ha mostrado refractario a los cambios que hoy demandan tantos españoles, sino que, muy al contrario, se ha manifestado como un agente activo a favor de los mismos, por mucho que ello pueda sorprender a los fieles de la ortodoxia marxista. Es la paradoja española: la gran empresa quiere el cambio, evidentemente un cambio controlado, un cambio tranquilo, porque sabe que es imprescindible insuflar aire fresco al sistema moribundo; quien no parece quererlo es la clase política.

Injusto sería no valorar el desapego de Rajoy a las pompas y vanidades de las grandes fortunas y a las oportunidades con que el gran dinero tienta a quien gobierna

Curioso Rajoy, un personaje alejado de los estereotipos que sus enemigos más recalcitrantes han pretendido dibujar de él. Seguramente el gallego sería un presidente idóneo para un país desarrollado, con unas instituciones sólidas y prestigiadas, una sociedad civil fuerte y una población mayoritariamente culta y con tradición democrática. El país ideal entendido como “delicado fruto de una civilización madura”. Injusto sería no valorar su desapego a las pompas y vanidades de las grandes fortunas y a las oportunidades con que el gran dinero sabe tentar a quien gobierna. También su desdén para pasar olímpicamente de los predicadores mediáticos que reclaman un lugar de privilegio en el balcón de la política nacional como asesores áulicos. Por el contrario, para un país en el momento histórico por el que atraviesa España, con un sistema político que ha llegado exhausto al momento de la mayor crisis económica de su reciente historia, un país necesitado de liderazgos capaces de empuñar con determinación el timón del cambio, la presencia en Moncloa de un conservador de provincias sin el menor carisma es sencillamente una desgracia. Lo dijo Andrew Jackson, presidente que fue de los USA: “Un hombre con coraje constituye una mayoría”.

Pero Mariano es el jefe del Casino Provincial de Pontevedra (vale la frase de Ortega a Julián Marías: “Desengáñese Julián; el problema de España es que nadie está en el sitio que le corresponde”) que detesta los sobresaltos, un claro partidario de procrastinar las decisiones y dejarlas madurar hasta pudrirse en el sumidero del tiempo. Un político de vuelo rasante, incapaz de elevarse sobre las miserias del día a día con un discurso de altura susceptible de embarcar a tirios y troyanos en un proyecto de futuro ilusionante. Se vio este lunes, durante la reunión del Comité Ejecutivo nacional, relato plano de las miserias del día que no mereció siquiera una sola intervención de las 600 estatuas presentes a la hora del “ruegos y preguntas”. Un hombre complejo, empero, que detesta las presiones. “Las relaciones de ese lobby empresarial con el presidente nunca han sido fáciles precisamente por eso, porque Rajoy es muy difícilmente influenciable. ¿Qué pasa? Que cuando alguno se pone particularmente pesado, Mariano deja de ponérsele al teléfono durante un mes o más, lo que haga falta”.

Un nuevo relator de la labor del Ejecutivo

Hoy la inmensa mayoría del Ibex está convencida de que “lo de Mariano no tiene remedio” y solo un milagro podría hacer posible que el país siguiera contando con un Gobierno estable a partir de diciembre, la clave del arco que ha permitido a España superar el trance del rescate. “Y la verdad es que, dentro del cúmulo de desgracias que hemos padecido, la situación objetivamente no es tan mala como parece”, sostiene un empresario eléctrico. “Si hace dos años alguien nos hubiera dicho que España iba a estar creciendo en abril de 2015 al tres y pico por ciento [0,9% durante este primer trimestre] y creando empleo no nos lo hubiéramos creído, pero así es. Ocurre que este Gobierno es un desastre comunicando, aunque aún es posible acotar daños siempre y cuando proceda sin dilación a un cambio en la comunicación de la labor del Ejecutivo, confiando la tarea –que no puede recaer en la vicepresidenta y sus ruedas de prensa de los viernes- a una persona capaz. Se lo hemos dicho y ha respondido que sí, que lo va a hacer. Naturalmente eso lleva dos problemas aparejados: atreverse con ello y acertar con la persona. Veremos. Si lo hace, aún podría minimizar el descalabro que tantos le auguran en noviembre y hacer posible un Gobierno de coalición con Ciudadanos tras las generales”.

Vuelve el banquero aludido al principio de esta pieza: “Una coalición entre el PSOE y Podemos a partir de diciembre supondría un retroceso muy importante para España. Significaría echar por la borda los sacrificios del ajuste y volver a los tiempos de Zapatero o aún peor”. La providencia castiga los pecados nacionales con calamidades nacionales. Todas las miradas pendientes en las municipales y autonómicas del 24 de mayo, porque los resultados de las mismas marcarán de manera indefectible el signo de las próximas generales y la suerte futura de este país atribulado llamado España.      

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