Análisis

Del nivel en ‘Supervivientes’, el rechazo a Leticia Sabater y el final de ‘Masterchef’

Una concursante del 'reality' no sabe quién es Vargas Llosa pero sí conoce a Preylser. Albert Rivera huye de esa mujer inigualable. La victoria de Carlos estaba cantada desde el primer día…

  • Albert Rivera acudió a 'El Hormiguero' el pasado lunes.

Por su dilatada y exitosa carrera como escritor y, sobre todo, por su actual romance con Isabel Preysler, en la civilización occidental solo debe haber entre tres o cuatro personas que no saben quién es Mario Vargas Llosa. Uno de esos seres ignorantes ha concursado en Supervivientes. Se trata de Lola Ortiz, que se hizo famosa en su momento por su participación como tronista de ese engendro llamado Mujeres y hombres y viceversa. Este jueves dicha individua acudió al plató del reality tras ser expulsada de la isla hondureña.

Allí, cuando la estaban viendo más de tres millones de personas, nada menos, esta mujer que hacía gala de sus curvas de aspecto quirúrgico se sorprendió cuando le preguntaron sobre la pareja del momento. "Conozco a Isabel Preysler, sí, pero no sé quién es Vargas Llosa". Este es el nivel. Poco puede añadirse. Un servidor, como cualquier televidente con buen gusto, estaba viendo el último capítulo de Vis a vis (Antena 3). Pero los ecos de Supervivientes siempre llegan, poderosos y narcotizantes. 

Para soportar el mercadeo de 'Mujeres y hombres y viceversa' hay que tener un estómago construido con mil y un visionados de 'La matanza de Texas'

Antes que torturarse analizando este bodrio y para no tener que recurrir al Prozac, es preferible, aunque tampoco demasiado sano, recordar quién es esta Lola que no conoce al Nobel que esculpió Conversación en la catedral. Resulta que, como ya se ha dicho, esta fémina oriunda de Canarias llegó a la vida pública por su participación en el mercadeo de la carne que Telecinco ofrece a mediodía. Para soportarlo hay que tener un estómago construido con mil y un visionados de La matanza de Texas. Carnaza sanguinolenta, ya saben. Una mujer, en este caso nuestra Lola, se sienta en un trono y una recua de machos salidos del gimnasio intentan seducirla con todo tipo de artes amatorias que sin duda aprendieron leyendo a Ovidio. Todo es nefando y fangoso, claro, pero aquí tienen, para su deleite, un ejemplo revelador: el momento en que Lola eligió maromo. 

Si todavía no han salido corriendo, vamos ya con otro ser cuya existencia solo es posible en la televisión y la música que hoy se hacen en España, país predilecto para el surrealismo. Tras su conocida operación para recobrar la virginidad perdida, Leticia Sabater está protagonizando una suerte de acoso a Albert Rivera, presidente de Ciudadanos. Tiempo atrás, ella expresó públicamente que deseaba al político. Pero él rechazó la oferta el pasado lunes durante su visita a El Hormiguero. "Que haga primarias y se busque a otro", zanjó. Ella, "condenada a una noche tan oscura como fría", que decía la canción, se sobrepuso del disgusto, removió en su orgullo y respondió que el muchacho "no sabe lo que se pierde". Huelgan más comentarios. 

Aparte de programas nauseabundos y anéctodas ridículas, en la televisión también se emiten algunos productos medianamente potables

Aparte de programas nauseabundos y anéctodas ridículas, en la televisión también se emiten algunos productos medianamente potables. Es el caso, por ejemplo, de Masterchef (TVE). El popular concurso de cocina terminó esta misma semana. No hubo resquicio para la sorpresa y el ganador fue Carlos Maldonado. Su victoria estaba cantada prácticamente desde el primer programa. Era el mejor, y punto. Merece la pena detenerse, eso sí, en algunas de las razones por las que este espacio se ha convertido en lo mejor de la parrilla de la cadena pública.

Masterchef es un talent show (qué cursi es utilizar estos términos) realizado con precisión y sin complejos. Tras cada programa se esconden muchas horas de grabación, producción y posproducción más que aceptables que culminan con dos horas de entretenimiento para toda la familia. El ritmo endiablado se combina con enseñanzas no excesivamente elitistas sobre un tema popular como la gastronomía y con la lógica identificación del público con los concursantes. Los hacedores del producto aciertan también con la música y la realización, sencillas pero certeras. Si a esto se le añade la salsa de un jurado un tanto malévolo (y demasiado metido en el papel), el resultado es un éxito. ¿Apostarán en TVE por formatos similares? No lo parece, pero, como decíamos hace siete días, nunca hay que perder la esperanza.     

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