A medida que pasan las horas, el recuento de cadáveres nos sume en una mayor tristeza. Todo apunta a que los responsables son la célula terrorista que provocó los atentados de Francia en noviembre del pasado año, y que causaron 130 muertos. El pasado viernes, la policía belga detuvo a su cabecilla, Salah Abdeslam, y muchos se han lanzado a señalar que estas nuevas acciones criminales son la venganza por la captura del cabecilla. Como si no fuesen a atentar de nuevo en caso de que no le hubiesen capturado. No. Es una nueva demostración de fuerza. Cuentan con los medios materiales y humanos para matar decenas de personas, paralizar la capital de la Unión Europea, y fijar la agenda política continental. Y han demostrado que tienen la capacidad de hacerlo sólo cuatro días después de la captura de Abdeslam, y que pueden continuar sin él. Es lo que están haciendo ver.
Salah Abdeslam es un ciudadano belga de origen marroquí. Ha mantenido contactos con Estado Islámico, parte de cuya estrategia tiene el punto de mira en nuestro continente. El primer ministro francés, Manuel Valls, advirtió en enero que planeaban otro gran atentado. Probablemente conociese los términos del informe de Europol que apuntaba que el ISIS se plantea acciones coordinadas de gran alcance, llevadas a cabo por “fuerzas especiales”; es decir, muy entrenadas por la organización terrorista. Ni el entrenamiento ni la organización de las operaciones tiene porqué ser en el territorio controlado por ISIS, pero la organización presta apoyo a grupos como el de Salah Abdeslam. No hay pruebas de que ese apoyo alcance a los cuantiosos fondos que necesitan para mantener su infraestructura, por lo que su financiación sigue siendo un misterio.
Nuestra libertad, nuestra diversidad, no es sólo para los terroristas una oportunidad para condicionarnos, sino también para someternos
El terrorismo no es sólo el crimen; es también el mensaje. El que están enviando con estos nuevos atentados está claro. Pero ¿cuáles son sus objetivos propagandísticos más a largo plazo? Es decir, más allá de demostrar su músculo en Bruselas, ¿por qué revientan las ciudades europeas? ¿Qué quieren conseguir?
ISIS reclamó los atentados de París en un video en el que amenazaba a todos los miembros de la coalición en Siria. Su abominable videoteca demuestra, entre otras cosas, que conocen bien la importancia de la comunicación, y que dominan el lenguaje audiovisual. Conocen el funcionamiento de nuestra opinión pública, saben de las fracturas que crea el terrorismo, y que una sociedad plural no puede dar una respuesta unitaria frente al mismo. Nuestra libertad, nuestra diversidad, no es sólo para ellos una oportunidad para condicionarnos, sino también para someternos. El lamentable caso de España en 2004 demuestra que es posible cambiar una opinión pública con un gran atentado. Quizás el resto de europeos tengan más fibra moral que nosotros, pero eso es algo de lo que ni los europeos ni los terroristas del ISIS pueden estar seguros.
ISIS, un salto cualitativo en la estrategia del terror
Por otro lado, ISIS también tiene otros objetivos. Su estrategia divergía de la de Al Qaeda. Mientras que la red de Ben Laden recalaba en grandes atentados, con fuerte impacto mediático, Estado Islámico (creado, no lo olvidemos, por los restos del ejército de Sadam Husseín) quiere erigir sobre el terreno un Estado, con todas sus funciones, y que implante un paraíso suní y una pesadilla para chiíes y, por descontado, para el resto de infieles. Pero comprobó con los degollamientos de ciudadanos occidentales que la propaganda tiene efectos muy importantes para su financiación y para el reclutamiento de nuevos miembros. Es así como sumó a su objetivo de crear un califato la estrategia que tenía Al Qaeda de cometer grandes atentados en occidente.
Si fueran pocos los riesgos actuales, la situación en Libia podría resultar en una mayor amenaza para Europa, y en particular para los países mediterráneos. Un reciente informe elaborado por Quilliam señalaba que la propaganda del ISIS apunta al control de Libia. Su amplia costa y la cercanía con Europa, les permitiría utilizar las mismas rutas que utilizan los refugiados para llegar al continente. Puede que sea más propaganda que un plan asumido por ISIS, pero no se puede descartar. Con todo, por el momento no hay pruebas de que lo estén haciendo. En realidad, el principal riesgo que corremos con la gran riada de refugiados no es tanto que lleguen personas adoctrinadas o entrenadas como que algunas de ellas caigan en las redes de reclutamiento y adoctrinamiento que tenemos ya instaladas en el continente.
Otro de los riesgos potenciales para el continente lo forman los cerca de 5.000 ciudadanos europeos que están luchando con ISIS en Siria e Irak. No necesitan venir en pateras a Europa, vivir en un campo de refugiados, y pasar un registro. Tienen la misma nacionalidad, y los mismos derechos, que sus potenciales víctimas, si deciden continuar la yihad en suelo europeo.
En definitiva, no sólo tenemos que debatir cómo podemos enfrentarnos a un terrorismo cada vez más virulento, sino qué tipo de sociedad podemos y queremos ser.