La semana pasada más de un cuarto de millón de personas salieron a la calle de las principales ciudades francesas para protestar contra la Agrupación Nacional de Marine Le Pen. Hace sólo un mes semejante manifestación no habría tenido sentido. Es cierto que a la izquierda francesa no le cae bien Le Pen, pero eso no es motivo para inundar la calle con pancartas. Para entender este despertar repentino hay que viajar dos semanas atrás en el tiempo, hasta el domingo 9 por la noche un par de horas antes de que se conociesen los primeros resultados de las elecciones europeas. En ese momento todo lo que conocíamos eran simples encuestas a pie de urna que, dependiendo de los países, son más o menos fiables. Pero sucedieron en ese momento dos eventos sísmicos concatenados que sacudieron Francia.
El terremoto inicial se produjo poco después de que cerraran las urnas. Los primeros sondeos daban Agrupación Nacional una victoria arrolladora. Esto no era una sorpresa. Durante semanas las encuestas habían anticipado un resultado que se confirmó a las 11 de la noche cuando se hicieron públicos los resultados oficiales. Aquello era demoledor para el Gobierno francés. La Agrupación Nacional ya había ganado las elecciones europeas de 2019, pero esta vez el margen era de casi 17 puntos porcentuales. Además, el partido ganaba en todas las regiones, incluyendo en aquellas donde no suele ganar nunca. Pero no sólo eso, pronto se supo que a Jordan Bardella, el candidato de la Agrupación Nacional, le habían votado sectores demográficos donde el peso de este partido suele ser menor.
A este primer terremoto le siguió una réplica. Sin conocer siquiera los resultados finales, el presidente Emmanuel Macron disolvió la Asamblea Nacional y convocó elecciones legislativas para el 30 de junio, es decir, para 20 días después. Nadie se lo esperaba. El anuncio no sólo pilló por sorpresa a todos sus adversarios, sino también a muchos de su propio partido. De hecho, los macronistas creían lo contrario. Pensaban que el presidente no se arriesgaría a algo semejante cuando aún quedaban tres años para las siguientes elecciones. Pero sucedió, poniendo de golpe en marcha una campaña electoral para la que nadie estaba preparado.
Le han llamado bombero pirómano, es decir, ese que provoca incendios para luego correr a extinguirlos. Lo cierto es que hay algo de ambas cosas: de apuesta y de incendio provocado para erigirse luego en salvador
Los analistas políticos franceses ven esto como una apuesta en sentido estricto, algo más cerca de los juegos de azar que de una iniciativa arriesgada, pero estudiada y planificada con tiempo. Al parecer el primer ministro, Gabriel Attal, trató de disuadirle, pero no hubo manera, Macron quería convocar elecciones y lo hizo porque es el único que puede hacerlo. Otros analistas han sido más duros. Le han llamado bombero pirómano, es decir, ese que provoca incendios para luego correr a extinguirlos. Lo cierto es que hay algo de ambas cosas: de apuesta y de incendio provocado para erigirse luego en salvador.
La apuesta estaba calculada. Macron pretendía pillar desprevenidos al resto de partidos, algo que consiguió con todos (con los suyos también), pero no con la Agrupación Nacional, que ya había pedido en varias ocasiones la disolución de la Asamblea y sus planes estaban muy avanzados por si había suerte y el presidente decidía anticipar. Tenían, en definitiva, las listas de candidatos hechas y preparadas para lanzarse a la arena electoral.
En el extremo opuesto del espectro no sucedía nada de eso. No hay un solo partido de izquierda, sino varios. Para las legislativas de 2022 se conformó una coalición llamada Nouvelle Unión Populaire Ecologique et Sociale más conocida como NUPES y formada por varios partidos que implosionó poco después. Jean-Luc Mélenchon, de La France Insoumise trató de adueñarse de todo el espacio y tanto los comunistas como los verdes salieron disparados. Con eso mismo contaba Macron, con la desunión crónica de la izquierda francesa. Eso garantizaba que sus resultados en la primera vuelta serían malos y se quedaría con sus votos en la segunda.
Pero no está sucediendo eso, la Nupes se ha reconvertido en el Noveau Front Populaire al que se han sumado los comunistas, los socialistas, los verdes y la Francia Insumisa. Lo han hecho además a la velocidad del rayo porque anunciaron la coalición el lunes 10, sólo unas horas después del anuncio de elecciones. El nombre está bien elegido porque tiene resabios históricos. Se llama igual que el Frente Popular de Blum, Daladier y Thorez que se presentó (y ganó) en las elecciones de 1936.
El acuerdo consiste en presentar un candidato único en cada circunscripción que se mida contra los candidatos macronistas y lepenistas. Eso parte en dos la estrategia del presidente de neutralizar a la izquierda en la primera vuelta ya que muchos de esos candidatos únicos podrían pasar a segunda vuelta complicándole las cosas.
Donde tampoco ha funcionado la apuesta es en la derecha. El martes el líder de Los Republicanos, Éric Ciotti, sugirió que su partido debería aceptar la invitación de la Agrupación Nacional para unirse a ellos. Eso provocó una tormenta interna. Los barones republicanos pidieron la destitución de Ciotti, pero se cerró en banda negándose en redondo a dimitir. Entretanto, en la Agrupación Nacional invitan a los republicanos descontentos para que se pasen a sus filas. Macron ha hecho lo propio con la esperanza de que si dinamita al gaullismo se beneficiará de ello ya que cree que esos candidatos le apoyarán a él antes que a Le Pen.
Sigue con el mismo principio que le llevó al poder en 2017: yo o el caos. El caos para Macron lo representan los dos extremos, especialmente la Agrupación Nacional. Pero esto ha tenido como consecuencia que la Agrupación Nacional se haya rehecho por completo. Desde 2011, momento en el que Marine Le Pen heredó el Frente Nacional de su padre, Jean-Marie Le Pen, ha limado las aristas más problemáticas del partido. Purgó los cuadros y cambió el nombre al partido, que dejó de llamarse Frente Nacional y pasó a llamarse Agrupación Nacional, que suena algo más amable. También se deshizo de la figura de su padre. Primero le apartó y luego, en 2015, le expulsó del partido. El padre fundó otro partido, los Comités Jeanne, que es intrascendente a efectos electorales, entre otras cosas porque Le Pen padre tiene 95 años y está muy delicado de salud.
El auge de la Agrupación Nacional y de Reconquista ha dejado a la derecha francesa tradicional reducida a escombros. El gaullismo, en definitiva, ha desaparecido
Marine Le Pen ha conseguido algo notable: normalizar un partido que es, sino racista, si al menos xenófobo y ferozmente nativista. Pero su principal logro no ha sido ese, sino transformar la agenda política francesa hasta el punto de que ese mensaje sea hoy del agrado de muchísimos franceses. Reflejo de su éxito es que hace dos años apareció un partido a su derecha, Reconquista, fundado por el escritor Eric Zemmour. En las presidenciales Zemmour no pasó a segunda vuelta, pero quedó cuarto en la primera. Obtuvo 2,5 millones de votos, el 7%. El auge de la Agrupación Nacional y de Reconquista ha dejado a la derecha francesa tradicional reducida a escombros. El gaullismo, en definitiva, ha desaparecido.
Entonces, ¿por qué se la ha jugado? Es un misterio que desconocen hasta sus propios diputados, pero algo ha tenido que ver el hecho de que en las elecciones legislativas de 2022 el partido de Macron perdió la mayoría absoluta de la que disfrutaba desde 2017. Desde entonces dos primeros ministros (Élisabeth Borne y Gabriel Attal) se las han visto negras para sacar adelante leyes como los proyectos de ley de pensiones e inmigración. El resultado es que el presidente ha necesitado invocar el artículo 49.3 (una cláusula que permite al gobierno aprobar una ley saltándose a la Asamblea) que, aunque es constitucional, debe usarse de forma excepcional.
Esa parálisis parlamentaria es la que seguramente empujó a Macron a convocar elecciones anticipadas. Espera que le salga algo parecido a lo que consiguió Charles de Gaulle en 1968. Aquel año hubo grandes manifestaciones en París. De Gaulle compareció por televisión y anunció la disolución de la Asamblea Nacional y la convocatoria de elecciones anticipadas asegurando que la República no abdicaría. Había pasado sólo un año desde las anteriores en las que el primer ministro Georges Pompidou había perdido la mayoría absoluta por tres escaños. De Gaulle vio que los desórdenes de París podrían propulsar a su partido y así fue. Su partido, la UDR (Unión de Defensa de la República) arrasó en las elecciones y recuperó la mayoría absoluta mientras los socialistas de Mitterrand y los comunistas se hundían.
Los presidentes que tienen la Asamblea en contra se exponen a tener que nombrar a un primer ministro de un partido opositor. Esto ya ha sucedido
De modo que lo más seguro es que espere hacerse un De Gaulle, pero es posible que le salga un Chirac. En 1997, cuando Jacques Chirac llevaba dos años en la presidencia, sorprendió a todos al disolver el parlamento y anunciar nuevas elecciones un año antes de que tocase. Su objetivo era fortalecer su posición recogiendo votos en la derecha y en el centro para neutralizar a los socialistas. Pero los socialistas ganaron obligando a Chirac a cohabitar con un primer ministro socialista, Lionel Jospin, hasta el final del mandato en 2002. Algo así podría suceder ahora. En Francia el primer ministro lo nombra el presidente, pero tiene que venir acompañado de la aprobación de la Asamblea. Los presidentes que tienen la Asamblea en contra se exponen a tener que nombrar a un primer ministro de un partido opositor. Esto ya ha sucedido. Sucedió con Jospin en el 97 y con Chirac en 1986 tras las legislativas de ese año en las que Los Republicanos consiguieron la mayoría absoluta.
Desconocemos si la Agrupación Nacional conseguirá hacerse con la mayoría absoluta pero podrían quedar cerca condicionando así al próximo Gobierno. Podría terminar encontrándose Macron con que para salir de un problema se ha metido en otro muchísimo mayor.
giledu
La verdad, no sé cuál será el resultado de esta apuesta. Los gabachos nunca dejan de sorprenderme, para bien y para mal. Su conocido chauvinismo les juega malas pasadas. Y es cierto, Villanueva, la palabra no es "xenófobo" para definir a Agrupación Nacional. En Francia es normal que estén hartos de su clase política, como toda Europa, que están dejando que haya, literalmente, un reemplazo demográfico. Y ya hemos pasado el punto de inflexión.
Mr Citizen
Porque no me gusta la corruPPcion, venga de donde venta, no voto a PSOE ni PP. Porque no me gustan los populismos ni extremismos, no voto a Podemos, mas Podemos ni Vox. Procuro no sufrir de hemiplejia moral, ni de un lado ni otro. Soy de centro liberal, porque creo que unidos somos mas y mejores... empezando por la lucha contra la corrupcion, q no suban impuestos a clases medias, la diversidad de las familias, las propuestas de leyes anticorrupcion y antiokupacion, stop aforamientos, ayudas por pandemia a familias, pymes y autonomos, despolitizacion de la justicia y television... Mas que claro que nunca, Ciudadanos.
Norne Gaest
Con que la Agrupación Nacional es "si no racista, al menos xenófobo y ferozmente nativista"... O sea que controlar la inmigración y valorar lo propio es xenófobo y nativista... Es una pena que hasta columnistas bien informados (aunque planos y previsibles) caigan en la corrección política al uso. Esa corrección dominada por los progres que está destruyendo a Occidente precisamente por cuestiones similares: la avalancha inmigratoria y la no valoración y defensa desacomplejada de lo propio. Pero siguen habiendo europeos que se rebelan. Es nuestra mayor esperanza. Ojalá que el ejemplo cunda en España antes de que sea demasiado tarde.