Opinión

Aragonés y la navaja de Ockham

Como muchos saben, el fraile Guillermo de Ockham afirmó que, en igualdad de condiciones, la explicación más simple es la más probable. Que Sherlock Holmes dijera siglos más tarde que una vez descartado todas las hipót

  • El líder de ERC, Pere Aragonès, tras las elecciones catalanas del 12-M -

Como muchos saben, el fraile Guillermo de Ockham afirmó que, en igualdad de condiciones, la explicación más simple es la más probable. Que Sherlock Holmes dijera siglos más tarde que una vez descartado todas las hipótesis, la única que quede en pie por más improbable que parezca es la verdad no se contradice con lo anterior. Vayamos al asunto. Aragonés ha dimitido. Si lo hubiese hecho hace medio año, hace dos o dentro de uno no variaría su mediocridad. Pero lo ha hecho ahora, precisamente después de las derrotas que su partido se ha llevado. Considerar que abandona por tal hecho es de una ingenuidad de paloma torcaz, máxime conociendo el apego al cargo que tiene la clase política en general y la catalana en particular.

A Aragonés lo han matado los suyos y la guerra civil que ha estallado dentro de la formación republicana será tan cainita como la de Junts

Aragonés se va porque, aunque no trascienda, la bronca que tiene con Junqueras es de discoteca de carretera, tipo malencarado que rompe una botella, te la planta en la cara y con un aliento más que turbio dice “¿Te has metío con mi primo?”. Eso que decía Joan Raventós sobre la amistad que reinaba entre los políticos catalanes – la mayoría eran hijos de la burguesía – ahora es impensable. Todo el mundo odia a todo el mundo. Puigdemont odia a Junqueras, que odia a Aragonés, que a su vez odia a las CUP que odian muchísimo a Aliança Catalana que no podría odiar más a Alejandro Fernández, que no odia a nadie a fuerza de buen tipo. A Aragonés lo han matado los suyos y la guerra civil que ha estallado dentro de la formación republicana será tan cainita como la de Junts, donde puigdemontianos y nostálgicos de CiU llevan meses dándose de puñalás por las esquinas al amparo de la luna como si de unos versos de Lorca se tratase. Lo de Ockham no es aplicable con el saliente. No dimite por su nefasta gestión. Lo hace obligado por los suyos, porque el peor fugo suele es el fuego amigo. Atendiendo al razonamiento Holmesiano, la única cosa que queda en pie es que Junqueras quiere forzar nuevas elecciones para enfrentarse a cara de perro con Puigdemont y dirimir de quién es el heredero de Pujol. Y lo quiere hacer de tú a tú, sin intermediarios. Al dirigente separatista republicano se le pone la piel de gallina solo de pensar en volver a ver al del flequillo en la silla de presidente de la generalidad. No se mamó su buena cárcel para ahora “forjar” de nuevo la unidad entre ambos ni mucho menos para ponérselas como a Fernando VII al chico del maletero.

Por eso la dimisión de Aragonés, el abandono de Ponsatí de la cosa pública, la negativa de Esquerra a colaborar con nadie, ni con Junts ni con Illa porque se instala en la oposición, ni la tormentosa reunión de la ejecutiva del PSC acerca de si Illa debe dar sus votos al de Waterloo tal y como pretende Sánchez y algunos detalles más que ya iremos viendo tras las europeas augura esa “pacificación” de la que se jacta el monclovita. Lo ha dicho él mismo: elecciones generales si en Cataluña no hay acuerdo de gobierno -imaginen si tiene importancia y calado lo que aquí se dirima entre los dos capos del separatismo– y tal cosa está de momento bastante lejos. Ahora, Sánchez es un escapista que ni Houdini. No pasará, porque ninguno de los actores está dispuesto a ello y porque gobernar una legislatura entera con ellos sería poco menos que imposible, pero ¿se imaginan que PP y VOX le dieran apoyo a la investidura de Illa? Los números dan, siempre que el socialista renuncie a tratar con un separatismo del que forma parte. Pero, lo dicho, esto es fer volar coloms, expresión catalana que significa "esperar imposibles", como lo es también somiar truites, soñar tortillas. Qué difícil es esto del catalán. Aquí, ni navajas de Ockham, ni Sherlock Holmes, ni niño muerto. Es Walking Dead. Navajeo puro y duro y que se apañen los zombis entre ellos.

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