Opinión

Basta de soterramientos

En muy contadas ocasiones el enorme gasto de meter una línea de ferrocarril existente en un túnel es justificable

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Uno de los principios más básicos al hablar de infraestructuras es que tengan una utilidad más o menos conforme con su coste. Si vamos a construir una línea de metro, autopista, fuente, ferrocarril, aeropuerto o lo que se tercie, queremos que la actividad económica y el beneficio social generado sean mayores que el dinero invertido.

Al hablar de ferrocarriles, los beneficios económicos de una infraestructura nueva incluyen los beneficios directos para los usuarios, sea en reducción de tiempos de viaje, mayor capacidad o trenes más cómodos. También podemos calcular el aumento de la actividad económica generada alrededor de la línea, mirando cuestiones como menores costes de transporte, mejor accesibilidad para clientes y trabajadores, aumentos de la productividad y nuevas inversiones. A menudo, un proyecto también genera beneficios directos para la operadora del servicio ferroviario, si permite explotar el servicio de forma más eficiente o les dota de mayor capacidad.

Finalmente, algunas obras mejoran el bienestar de quienes viven cerca de la misma infraestructura. Una línea renovada, por ejemplo, puede generar menos ruido o sustituir pasos a nivel con otras formas de cruzar la vía menos onerosas y arriesgadas. Estos beneficios, sin embargo, suelen ser relativamente menores en comparación con el resto, ya que los beneficios del proyecto se concentran únicamente en las zonas directamente adyacentes a las vías.

Cincuenta millones de euros por kilómetro puede parecer un dineral (y, de hecho, lo es), pero es una fracción de lo que costaría esa obra en casi cualquier país europeo, por no hablar de Estados Unidos

En España, por desgracia, tenemos una tendencia no exagerada, sino casi obsesiva, por destinar enormes cantidades de dinero público en infraestructuras ferroviarias que solo generan esta clase de resultados. Estoy hablando, obviamente, de la desmedida afición de los responsables de urbanismo de este país por soterrar vías de tren, enterrando bajo tierra líneas que circulaban en superficie.

La buena noticia (relativa) de nuestra obsesión por los soterramientos es que, gracias al talento y profesionalismo en la construcción de obras públicas en España, su coste es bastante reducido a nivel internacional. Cincuenta millones de euros por kilómetro puede parecer un dineral (y, de hecho, lo es), pero es una fracción de lo que costaría esa obra en casi cualquier país europeo, por no hablar de Estados Unidos.

Las notas positivas, sin embargo, no van mucho más allá. Para empezar, soterrar una vía férrea raramente reduce tiempos de viaje o aumenta la capacidad disponible. En muchos contextos, el tiempo añadido para acceder y salir de andenes subterráneos aumenta el tiempo de desplazamiento. Una línea de ferrocarril subterránea, aparte de ser comparativamente mucho más cara de construir, es también muchísimo más cara de mantener y exige instalaciones de seguridad y evacuación mucho más complejas que cualquier servicio en superficie.

Los soterramientos, además, pueden hacer que una línea sea considerablemente menos útil. Una vía subterránea crea toda clase de limitaciones en la circulación de trenes de mercancías, y limita enormemente la posibilidad de tener apartaderos o accesos a las industrias a un coste razonable. En caso de que queramos ampliar la capacidad de la línea en superficie, es relativamente fácil añadir una vía a dos si hemos hecho una reserva de terrenos, mientras que es casi imposible hacerlo en un túnel. Soterrar deja tu infraestructura fosilizada durante décadas, y cualquier cambio exige una inversión considerable.

Los beneficios económicos de un soterramiento son también muy limitados. Una línea de metro o cercanías nueva permite que miles de clientes y trabajadores puedan tener un acceso rápido a un barrio o zona comercial a la que costaba mucho desplazarse antes. Las empresas podrán reclutar trabajadores que viven más lejos y los comercios por zonas de ocio tendrán un mercado potencial mucho mayor. Más oferta y más demanda significan, a medio plazo, mayor productividad. Esos efectos son también muy visibles en líneas de larga distancia o de mercancías.

Meter una vía bajo tierra no está ampliando mercados. Su único efecto directo es que las viviendas alrededor de la línea pasen a ser más agradables y algo más caras, y que los comercios y servicios a un lado y otro de la vía puedan atraer algunos clientes más sin esa barrera. El efecto, no obstante, es bastante reducido, y podemos generarlo con obras mucho menos caras, como elevar la línea en un viaducto o en un talud con pasos inferiores, añadir más puntos para cruzarla o hacer que circule en trinchera.

La única excepción, si me apuran, es cuando soterrar una estación por línea férrea puede generar suficiente terreno edificable como para que el retorno de los nuevos edificios baste para pagar la infraestructura

Dicho en otras palabras: en muy contadas ocasiones el enorme gasto de meter una línea de ferrocarril existente en un túnel es justificable. Casi invariablemente, los cientos de millones de euros que se dedican a soterrar vías estarían mucho mejor empleados mejorando la infraestructura en otros lugares, sea aumentando capacidad o reduciendo tiempos de viaje. La única excepción, si me apuran, es cuando soterrar una estación por línea férrea puede generar suficiente terreno edificable como para que el retorno de los nuevos edificios baste para pagar la infraestructura. En realidad, los muy vilipendiados pelotazos urbanísticos son probablemente las únicas ocasiones donde meter a trenes bajo tierra tenga sentido.

Si un municipio o Comunidad Autónoma insisten, contra viento y marea, que quieren soterrar, la mejor manera de hacerlo es asegurarnos de que quienes se van a beneficiar de esa obra sean los que vayan a pagarla. En España, es perfectamente legal crear un impuesto especial para financiar una obra o infraestructura en un barrio específico. Si los que viven cerca de una línea están dispuestos a correr con los gastos, me parece bien que la hagan. De lo contrario, lo mejor es que pongamos ese dinero en otra parte.

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