Pedro Sánchez ya tiene superministro: Félix Bolaños es el hombre fuerte del nuevo Gobierno y el encargado de lidiar con una judicatura en pie de guerra, precisamente, por una ley de amnistía que tiene ADN bolañista. Bolaños, pese a un Gobierno con cuatro vicepresidentas y 12 mujeres –Sánchez no ha reducido una sola cartera y mantiene 22 ministerios con el consiguiente récord de gasto en asesores que bate semestre a semestre- será el verdadero gigante del Ejecutivo, el escudero que más ha crecido con el cambio a pesar de sus 168 centímetros escasos.
Bolaños asumirá la cartera de Justicia, donde Pilar Llop ha hecho mutis por el foro tras un mandato en el que la ministra de la triste mirada se comió en solitario y por orden de Sánchez el ridículo de la ley del ‘sólo sí es sí’ de Irene Monterpo –otra desaparecida en combate- y que pasará a la historia como la ministra que vio incendiarse desde el más absoluto silencio a toda la judicatura por la amnistía, el lawfare y el ataque a la independencia judicial desde el Ejecutivo y el Legislativo.
El ascenso de Bolaños cobró fuerza a finales de la semana pasada. Y el sábado, Vozpópuli lo contaba en su apertura: Sánchez perfilaba su Gobierno con la duda sobre el papel de Bolaños. “El presidente no tiene previsto mover de su asiento en Moncloa a tres de sus más fieles colaboradores. Ni María Jesús Montero ni Pilar Alegría ni Félix Bolaños saldrán del Ejecutivo. En estas últimas horas, además, ha cogido fuerza la posibilidad de que Bolaños, jurista de formación y autor intelectual de varias leyes del Gobierno, sea el próximo ministro de Justicia. Su entorno, consultado por este diario, ni confirma ni desmiente, aunque desliza que puede ser una opción” decía Javier Portillo en su información.
Bolaños, súperministro
Hoy, Bolaños se ha convertido en el superministro de Sánchez –a él no le hace falta el cargo de vicepresidente ni primero ni cuarto para reivindicar su poder, como sucede con Calviño, Díaz, Ribera y Montero- y deberá lidiar desde la Presidencia con la negociación directa con el otro vicepresidente de facto, el fugado de Waterloo; desde Relaciones con las Cortes, con los Grupos que forman el Frankenstein del Gobierno y que requerirá labor de cirujano para contentar y saciar a unos sin provocar la ira de los otros.
Y, finalmente, desde la nueva cartera de Justicia que lucirá a partir de mañana en su despacho, deberá intentar sortear el campo de minas judicial que los tribunales van a plantar ante la perniciosa ley de amnistía que pretende borrar de un plumazo todos los delitos del procés, cambiar lo blanco en negro, llamar delincuentes a los jueces y traer, bajo palio, a los delincuentes de 2017 y hasta a los que pretendían cometer actos de terrorismo en nombre de la secesión.
Los jueces ya han dicho que la elección de Bolaños es “perniciosa” porque asume en Presidencia el ministerio que debe vigilar y cuidar a quienes hacen justicia: el mensaje está claro, el ministro que pastoreará a los tribunales se sienta en Moncloa. El desafío de Sánchez aquí es casi mayor que el que ha lanzado a los policías y guardias civiles manteniendo a Grande-Marlaska como ministro del Interior. Sostenella y no enmendalla. Un ministro que rechazan hasta los representantes de Sumar, que ha calificado su continuidad como “una mala noticia (…) Un Gobierno progresista merece alguien con una trayectoria mucho más comprometida en la defensa y promoción de los derechos humanos” (Jaume Asens).
Sánchez ha decidido mantener a Marlaska como al resto de su núcleo duro (Robles, Planas, Ribera, Montero, Calviño, Albares) y dejar a Sumar con la única cara visible de poder de Yolanda Díaz, sin darle un ápice más, ni Industria, como pretendía, y repartir las migajas de unos ministerios sin contenido al resto (Mónica García en Sanidad, donde gestionará solo Ceuta y Melilla; un Ministerio de Infancia y Juventud (Sira Rego); Cultura para el antitaurino Urtasun y Pablo Bustinduy para sustituir a la defenestrada Belarra.
En todo el baile, el único Ministerio que ha desaparecido ha sido el de Alberto Garzón, tan vacío de contenido que el ministerio vuelve a ser Secretaría, y el exministro abandona la política tras resumir sus cuatro años de trabajo en catorce tuits. Demasiado trabajo.
Este es el resumen del nuevo Gobierno de un Sánchez que vuelve a reivindicarse: premio al núcleo duro; entrada de un ‘moderado’ como Óscar López para pagarle su intervención en la investidura fallida de Feijóo y consolarle de la pérdida de la alcaldía de Valladolid; ninguneo a Podemos y a Sumar, salvo Yolanda Díaz; desafío a las movilizaciones de la calle y a policías y guardias civiles con la continuidad de Marlaska y ascenso a las alturas de Bolaños, su fiel servidor desde que organizara la televisada exhumación de Franco en helicóptero. Curioso que Sánchez anuncie sus cambios un 20-N...
Desde ese 20-N de hace tres años, nadie ha podido parar la meteórica ascensión de Félix Bolaños. ¿Nadie? Bueno, sí. Alejandra Blázquez, la jefa de protocolo de Isabel Díaz Ayuso que en las pasadas fiestas de la Comunidad del 2 de mayo hizo un placaje al ministro y le impidió subir a la tribuna, donde no estaba invitado y donde pretendió colarse tras retirar subrepticiamente el cordón de acceso. Fue la última vez que Bolaños vio frenada su carrera. Quizá los jueces deberían llamarla…
MACMalayerba
Un detalle Sr. Jiménez, estaría MAL no reconocerle al exministro Garzon, en sus cuatro años de trabajo, su "huelga de muñecos". Una consideración.
vallecas
A partir de ese momento Bolaños es un animal herido, con la herida abierta y supurando odio. Destruir a Ayuso es su finalidad en la vida, y si para ello tiene que destruirlo todo, lo hará. Sánchez está encantado con este tipo al que él mismo ridiculizó. Le envío a "matadero". Bolaños es un alimaña, no tiene cura.
Stephen Dedalus
Hay que decirle a la del placaje y a su jefa, la de la fruta, que como se van a aburrir sin su único trabajo, que era dar zascas a la #Me #Ma, que se vayan a hacer placajes a Ferraz, que es donde ahora está lo bueno.
primus inter nones
Es una frase hecha, típica de pedigueño profesional en la puerta del metro. Un chiste, vamos.