De la Liga Comunista Revolucionaria a magnate de la televisión, Jaume Roures no es un empresario corriente. La Guardia Civil lo sitúa en el punto de mira del proceso separatista, calificándolo como elemento capital en el intento de golpe de estado. Y él se ríe de todo en TV3.
A Roures le sorprende el "bajo nivel intelectual" de la Benemérita
El juez Pablo Llarena dispone desde el pasado uno de febrero de un informe en el que se vincula a Roures con el 1-O. La famosa hoja de ruta, el Comité Ejecutivo, el documento Enfocats, todo el background previo tiene en el cofundador de la Sexta a uno de sus pilares. ¿Alguien recuerda la cenita que organizó Roures en su casa con Oriol Junqueras y Pablo Iglesias? De ahí nace ese mariàge de raison que lleva, verbigracia, a la podemita señora Talegón a salir día sí, día también, en TV3 alabando al separatismo cual Rahola desatada. O las broncas que mete Roures a los periodistas de su cadena cuando considera que hablan poco del proceso o no lo hacen de manera entusiasta, lo que provoca no pocos roces entre los profesionales de la casa y el Zar Rojo, como le llaman algunos.
Que Jaume Roures esté a favor de la autodeterminación ni es cosa nueva ni puede sorprender a nadie. En 1983 ya fue detenido por colaboración con ETA, dado que se le acusaba de ayudar en la reconstrucción del tristemente célebre Comando Barcelona, alojando en su propio domicilio al etarra Iñaki Ibero Otegui. La LCR a la que pertenecía estaba y sigue estando por la autodeterminación de los pueblos y tal y tal.
Tampoco resulta ninguna novedad el tono de desprecio hacia el Estado y sus fuerzas de seguridad exhibido por el magnate en su reciente aparición en TV3, comparando al juez Llarena con “la Stasi” o calificando al informe de la Guardia Civil “de bajo nivel intelectual, con unas conexiones y unas explicaciones que ni los niños harían”.
Roures ebería entender que, siendo el productor de los documentales sobre el 1-O y “Las cloacas del Estado”, en los que se hace apología del independentismo, o habiendo puesto a disposición de Puigdemont un centro de prensa el día del pseudo referéndum para hacer desde allí ruedas de prensa y comparecencias varias, hombre, a la justicia le llame la atención su nombre"
El trotskista reconvertido en empresario del audiovisual niega la mayor, y no admite tener protagonismo alguno en toda la trama separatista. Está en su derecho, claro, pero debería entender que, siendo el productor de los documentales sobre el 1-O y “Las cloacas del Estado”, en los que se hace apología del independentismo, o habiendo puesto a disposición de Puigdemont un centro de prensa el día del pseudo referéndum para hacer desde allí ruedas de prensa y comparecencias varias, hombre, a la justicia le llame la atención su nombre. Añadamos que ese centro, ubicado en Mediapro, era una tapadera legal para evitar que se acusase al Govern de utilizar instalaciones públicas para el fin secesionista. Lo de siempre, tirar la piedra y esconder la mano.
Roures, dueño del fútbol – así empezó a labrar su fortuna junto a Tatxo Benet desde los tiempos de TV3 – manifiesta su repugnancia hacia el capitalismo, España, la derecha, en fin, la mundial, pero no duda en venderse Mediapro al fondo chino Orient Hontai por la minucia de novecientos millones de euros. Es decir, lo que se vende en sí son los derechos de retransmisión de la Liga y de la Champions. Casi nada. Quizás algunos piensen que, hombre, si vamos a mirar, un trotskista vendiendo cosas a los chinos comunistas es algo mínimamente aceptable. A lo mejor, pero lo que piensa este cronista es que ser de extrema izquierda mientras haces business de casi mil quilitos o es arte o es tener la cara como el cemento armado. O ambas cosas.
El banquero anarquista y el empresario trotskista
Si conocen la obra de Pessoa, sabrán que el banquero, defendiendo que es más anarquista que nadie, dice: “En mí, sí, banquero, gran comerciante, acaparador si usted quiere, en mí, la teoría y práctica del anarquismo están reunidas y ambas son verdaderas. Me compara con esos tontos de los sindicatos y de las bombas para indicarme que soy diferente a ellos. Lo soy, pero la diferencia es esta: ellos son anarquistas estúpidos, yo, anarquista inteligente”. ¡Le voilà! Esa misma frase podría haberla dicho Roures si alguno le interpelase acerca de la contradicción entre decirse de extrema izquierda y nadar en los millones.
El ciudadano Roures posee el desparpajo suficiente como para refutar las acusaciones que sean, bien de echarle una jeta al asunto notable, bien la de ser miembro del sanedrín conspirativo del separatismo. Un DVD en el que apareciese él declarando ante Llarena, editado con bonitas músicas de fondo – pienso que la banda sonora de la épica, aunque plúmbea, película Novecento iría de perlas – con comentarios en off de Toni Albá y Empar Moliner, se vendería entre los estelados como el pan caliente. Igual lo acabamos viendo, porque si de algo sabe Roures, además e ideologías perniciosas, es de hacer dinero.
Que sea con el opio del pueblo, el fútbol, parece tenerlo sin cuidado. Que en ese fútbol existan contratos multimillonarios que son una vergüenza en una sociedad en la que los pobres son cada día más pobres y los ricos más ricos, tampoco parece quitarle el sueño a nuestro prócer. Que ayudar a la burguesía catalana a lavar sus vergüenzas y corruptelas parezca impropio de una persona que se reclama revolucionaria, todavía menos.
Un empresario muy listo que sabe cómo llegar por igual al corazoncito del estelado separatista desconsolado por la camama que le han hecho tragar sus amados líderes, así como al izquierdista que no sabe a qué santo, perdón, a que camarada encomendarse en el desnutrido panorama político español"
Eso sí, en TV3 le están dando toda la cancha posible. Faltaría más. És un dels nostres, decía ventripotente y lleno de facundia un alto cargo de la televisión autonómica ayer mismo por los pasillos de aquella casa de orates. Porque en aquella casa sabe muy bien lo que supone tener de tu parte al empresario Roures, que eso es Roures, al fin y a la postre. Un empresario muy listo que sabe cómo llegar por igual al corazoncito del estelado separatista desconsolado por la camama que le han hecho tragar sus amados líderes, así como al izquierdista que no sabe a qué santo, perdón, a qué camarada encomendarse en el desnutrido panorama político español. Por descontado que en ambos casos se vale del mismo recurso, antiguo y siempre eficaz, a saber, la demagogia. Porque demagogia es la línea editorial de la Sexta y demagogia fue cerrar Público en parte, y demagogia es TV3, y demagogia son Podemos y los separatistas empecinados en una República de mentirijillas, y demagogos son los apologistas de ese parque temático en el que Roures aparece como el Walt Disney de los radicales.
Uno, que ya tiene una edad, recuerda perfectamente que Marx no fue otra cosa toda su vida que un buen burgués, y que Kropotkin era príncipe, y príncipe ruso, que ya es el culmen de la cosa. Ahora bien, pretender situar en la misma categoría al Zar rojo y a esas dos referencias del movimiento obrero es más que discutible. He ahí la pobreza intelectual de la época que vivimos. Tener como guía revolucionaria a “El capital”, que ya es decir, o a “La conquista del pan” puede ser discutible, pero al menos contiene historia y pasión; tener como referencia para sacudir los cimientos del sistema a “Salvados” o “El Intermedio” se nos antoja pobretón, vamos, que con esos mimbres no llegamos ni a conseguir que nos fíen en el colmado de la esquina.
Las personas como Roures, que se ríen de la policía, desprecian la justicia, creen tener todos los derechos y ninguna obligación y se pavonean creyéndose terribles revolucionarios son el paradigma del momento presente. Su capacidad de generar pensamiento es nula, su empatía con la gente, cero. Ya que de empresarios televisivos hablamos, propondría una tertulia entre el citado Roures, Puigdemont – vía Skype, no se asuste, flequillitos -, Rahola y Monedero. Y que hablasen de lo que quisieran, total, ninguno iba a escuchar lo que dicen los demás. Con teléfono de gente no aludida, pero que quiera tener su minuto de gloria, el patrocinio de El Pozo - ¿una sección de Jordi Évole catando chorizos, “El chorizómetro”, tal vez? – y, por descontado, con premios en combinación con los sorteos de la Lotería de Venezuela.
Le vendo la idea, don Jaume, aprovechando que ahora toca mullat, es decir, tiene pasta fresca.
Eso sí que sería un programa.
Miquel Giménez